Capítulo V

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-Él... Ha desaparecido.- ante sus palabras no pude decir nada y continué escuchando.- Una partida de búsqueda salió pero sólo encontraron a un joven herido. Al parecer él y un grupo de asaltante le secuestraron.

-¿Por qué iban a secuestrarle?- pregunté alterada.

-No lo sabemos, algunos hombres y jovenes se ofrecieron y salieron a buscarle, esperamos noticias.

-¿Sabes dónde se encuentra el joven que estaba herido?- inquirí más tranquila.

-Según lo que me han dicho, se encuentra en los calabozos.

-De acuerdo, muchas gracias. -me despedí para dirigirme hacia allí. Hasta que lo escuché volver a hablar.

-Debo advertirte, no ha hablado con nadie. -sentenció antes de irse.

-¿Hacia los calabozos?- afirmó más que preguntar Sylas.

-No, primero iremos a comer algo. Me muero de hambre. - informé mientras caminabamos hacia la posada de Amely.

Aunque muchos piensan que Amely es una mujer soltera que lleva una gran posada, es todo lo contrario. Es un corpulento hombre con dos hijos y viudo. Su posada suele estar llena de buscadores, cazadores y guerreros pero, en esta época está repleta de gente que no conoce nada más allá que su simple vida dentro de las murallas. Lo que pensaba, atestada de gente. Nos acercamos a un hueco de la barra y llamé la atención de uno de los hijos de Amely.

-¡Jhon! - vociferé alzando la mano.

-¡Alice! Papá se alegrará de verte, pasa por allí. -gritó señalando a una puerta que estaba ubicada a un lado de la barra.

-Lo que órdenes capitán. - respondí haciendo un estúpido gesto mientras ambos reíamos.

Guíe a Sylas hasta la puerta donde Jhon nos esperaba. Por el camino varias personas me detuvieron ya que me conocían.

-No sabía que viajaba con alguien tan famoso. -susurró Sylas demasiado cerca de mi oreja e hizo que me sobresaltase al sentir su barba en mi oreja. Esta reacción hizo que riera notoriamente. -¿Te encuentras bien? -dijo aún riendo.

-Perfectamente. - sentencié molesta llegando a donde estaba Jhon.

-¡Cuánto tiempo enana!- anunció cuando llegamos a su lado. Intentó abrazarme a lo que yo respondí golpeando su estómago haciendo que se encogiera de dolor. -Yo también me alegro de verte... -susurró mientras se recuperaba del golpe.

-¿A quién llamas enana? -grité molesta.

-Calma esos nervios enana. - dijo Sylas colocando una mano en mi cabello y revolviendolo; lo fulminé con la mirada.

-Eso no es justo, a él no le pegas. -refunfuñó Jhon mientras abría la puerta. -Papá está en su despacho, yo sigo a lo mío.

-Adiós viejo.-

-¿Tu si puedes poner motes y nosotros no? -inquirió divertido Sylas.

-Por supuesto. ¿Lo dudaba barbudo?- respondí riendo.

Llegamos hasta la puerta de su despacho y toqué varias veces hasta que recibí como respuesta un "adelante". Abrí la puerta dejando ver a un hombre apoyado en una gran mesa y dando la espalda a la puerta.

-¿Necesitas más camareros Jhon?- preguntó sin girarse y mirando un libro. -

-Yo creo que se las apañan muy bien.- respondí evitando reír. Al escuchar una voz femenina se giró rápidamente sin creer lo que veía. - Ya veo que el pelo aún no te crece, ¿no? -comente con el fin de burlarme de él.

-Alice...- antes de que pudiera decir algo se lanzó hacia mi y me abrazó con fuerza.- Lo siento mucho Alice, no pude encontrarlo. Me juré que lo encontraría, que tu nunca te enterarías de esto y que quedaría como una divertida anécdota.- sentí como mis ojos empezaban a escocer y mi vista empezaba a nublarse.

Y así estuvimos durante unos largos cinco minutos, yo desahogandome y él disculpandose por algo que yo sabía que no era su culpa. Después de ese corto periodo de tiempo sentí como alguien acariciaba cariñosamente mi pelo y repetía una y otra vez "Lo encontraremos, si te crió a ti con tu genio seguro que esta bien." Sabía que Sylas tenía razón, pero no podía evitar pensar en lo peor.

Pensar que Rex estaba muerto.

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