Parte 4

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— Ciao — hubo contestado ella con voz poco audible gracias al desconcierto que él le había provocado, dejándola también estática el tiempo que Terry se tomó en desaparecer de su vista cuando corrió por calles hacia el sur y después, al ya no verlo más, fue que Candy reaccionó. En sus manos había una serie de llaves, las que le volverían abrir su departamento.

Sintiéndose comprometida y ahora responsable de ellas, Candy se volvió a la entrada principal. Por momentos la miró, ascendiendo sus ojos, poco a poco, hasta el piso que visitaría. Resoplando resignada y sin haber modo de dar marcha atrás, la chica optó por seguir hacia delante, percibiendo en el futuro un no sé qué completamente diferente cuando se dio el acceso al apartamento de él. Bueno, en sí, de ellos porque Charles salía del baño, recientemente aseado y en simples pantalones deportivos en el instante que ella apareció.

— Buenos días — el amigo teatrero la saludó.

— Buenos... días — Candy devolvió el saludo un tanto apenada. Pero Charles no le tomó importancia sino el saber:

— ¿Viste a Terry?

— Sí... claro. Él... — le hubo hecho entrega de las llaves que ella sostenía y jugaba con nervios, actitud que consiguió se preguntara:

— ¿Estás bien?

— No mucho. Es que... no quisiera... causar molestias.

— ¿Molestias? ¡Para nada! Al contrario. Me parece genial tenerte entre nosotros.

— Charles... yo

— ¿Me acompañas a desayunar? — la interrumpieron con la cuestión al estarse ya dirigiendo a la cocineta. — Aunque Terry sólo preparó el mío, te lo convidaré o... ¿se te apetece algo más?

Con mayor sorpresa Candy seguía y miraba lo que el inquilino le mostraba. No obstante, se interesaba en indagar:

— ¿Dices... que Terry lo preparó?

— Hoy le toca los alimentos de este día. A mí mañana y así sucesivamente lo vamos haciendo. Pero para serte franco yo cocino mejor que él.

El dato broma consiguió una sonrisa de ella quien pensaba precisamente en Terry y le agradecía tanta amabilidad. Aunque la de Charles no era menos ya que... cuando Candy llegó hasta la mesa él prontamente le ofreció una silla. En sí la que la direccionaba a los alimentos y...

— Me gustaría tomar... una simple taza de café

— ¿Por qué? — pronunció Charles quien se había hecho de una rebanada de pan tostado y le preguntaba: — ¿no tienes hambre?

— Es tuyo — el desayuno — y según sé... debes ir al trabajo.

— Uno que también tú buscas, ¿no es cierto?

— Más que trabajo... el realizar un sueño

— Sí, por supuesto.

— ¿Charles... tú...?

— Ignorante y debido a la necesidad, firmé un contrato donde se me prohíbe llevar recomendados, porque si no... ¿te imaginas desde cuándo Terry no estuviera haciendo lo que verdaderamente ama?

— Sí, claro. Entiendo

— Sin embargo... me contó lo de la fiesta de ayer

— Si no te importa... — Candy extendió la mano hacia una fruta roja cercana — no quisiera hablar de ello

— Lo que significa que no te fue muy bien

Para no volver a mostrarse grosera ella negó con la cabeza. Y Charles comprensible y en silencio se dirigió a la cafetera para servir la bebida solicitada. Ya dejada en la mano de ella, el hombre dispuso de sus alimentos. Luego se disculpó para ingresar a su pieza y alistarse para ir al trabajo.

Compañeros de cuarto, ¿compañeros de vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora