Parte 14

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Aunque no pareciera bien, la vida seguía. Lo mismo que los días irían pasando. Candy, apoyando a su padre en el negocio, y Terry en el restaurante, pero eso sí, los dos muy concentrados en la memorización de sus diálogos para asegurar su lugar en la próxima puesta de escena. Esa que todavía no se promocionaba debidamente por no contar con sus estrellas principales. ¿Qué serían ellos? Bueno, pues mientras le pusieron todo en su presentación, sin duda alguna iban a pertenecer al elenco de Frozen, el musical.

Lo malo que... no, no voy a adelantarme tanto, sólo unos cuantos días. Quince para ser exactos; y en ese, Candy debía ya estar en el teatro. Quien también... era Terry. No porque ya estuviera preparado sino porque por sus ojos quería cerciorarse de que ella, en esa fecha dada, estuviese. Sin embargo y a un parecer, la puntualidad no era característica de la "troll".

Aspirantes con el mismo rol ya había muchos ocupando la mitad de la platea; y uno a uno estaban siendo llamados para realizar primero un pequeño cuestionario verbal.

Porque por orden alfabético eran atendidos, el alma de Terry descansaba al recordar el apellido de Candy... Whitehills. No obstante, al percatarse en ese momento que repartían las listas precisamente por la cantidad de asistentes, el guapo mesero dejó su lugar para salir y no sé, quizá por telepatía decirle que se apurara.

Ella lo intentaba. Una vez llegado ese gran día, su padre se ofreció llevarla hasta la ciudad.

— ¿Sabes manejar dentro de la metrópoli? — se preguntó con incredulidad; y con seguridad respondían:

— ¡Absolutamente! —. Empero al toparse con el tráfico de hoy en día, se espetaba: — ¡Diablos! ¿de dónde salieron todos estos autos?

— Te aseguro que no de los "Kinder sorpresa". ¡Papá! — ella dejó su sarcasmo para decirle: — ¡que se me hace tarde! —, y efectivamente porque en un teatro, todos aquellos apellidados "Wall y Westing" se les indicaba formar una línea.

En la que un padre estaba, ni por dónde pasarla. Entonces Candy, a punto del desespero, se dispuso a bajar diciendo:

– ¡Yo te llamo después para decirte cómo me fue!

— ¡Pero!

— ¡Adiós! — gritó Candy cerrando fuertemente la portezuela; y echándose a correr de donde estuviera.

En sí en la calle 57 Avenida Novena; y para alcanzar la 43 de la Octava, no pues, tuvo que volar.

Para esto, y por seguir al pendiente aprovechando que únicamente mencionaban el apellido, cuando fue el turno del de Candy, Terry se formó, pidiéndole una vez más que le arreciara porque... no sólo ella iba a perder sino también él.

Por suerte, el también aspirante sólo que, con rol diferente, al estar mirando hacia la entrada la vio aparecer.

Ya cuando Candy se enteró lo que pasaba fue hacia el lugar indicado y Terry... desapareció en el instante que la vio integrarse al grupo formado.

. . .

Excusando tener una importante cosa qué hacer, el guapo mesero hubo solicitado de Mark hacerle un cambio en el horario de trabajo. La mañana por la tarde noche. Pero con la también curiosidad de ver su presentación, "el invisible" no estaba seguro de volver al restaurante. Además, la audición iba lenta, y él ignoraba la hora en la que ella se plantara en el escenario e hiciera un gran trabajo.

Optando por quedarse ahí, Terry salió momentáneamente del recinto artístico para llamar a una oficina y reportarse... enfermo. Consiguientemente volvió para sentarse en las butacas, mezclándose su ser con aquellos ya cuestionados y que contentos comentaban entre ellos las preguntas hechas y sus respuestas. Por haber sido todas acertadas, era que habían seguido la segunda indicación: ir a sentarse y esperar a ser nuevamente llamados y ahora sí audicionar frente a los directores.

Compañeros de cuarto, ¿compañeros de vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora