Parte 6

419 76 19
                                    

Ya que el lugar estuvo brillando de limpio...

— Ahora sí, chicos, es hora de dormir.

— Sí — respondió Terry informándole más a Candy que a Charles: — yo salgo a la misma hora que hoy.

— Siendo así... —, la nueva compañera fue por su obsequio; y desde ahí les desearía a ambos: — buenas noches; y aunque a Terry —, por un gesto que se hacía, — no le guste que sea tan repetitiva, muchas gracias a los dos por todo.

— Mientras digas también que estás contenta de conocernos, yo me doy por bien pagado.

— Por supuesto, Charly.

— Oh mira — aquel estaba siendo bromista — ya me "tuteó". Bueno, ahora sí dormiré bien.

Dicho eso por Charles, éste se encaminó a su pieza; y en el camino hubo golpeado el hombro de su camarada el cual decía:

— Sí, yo también. Buenas noches

— Adiós — se despidió Candy y lo vio ir a su recámara.

Después de lanzar un suspiro y sonreír, ella iría a la suya proporcionada, pero antes, se metería al baño para asearlo y asearse. Consiguientemente saldría usando su bata de dormir; y sus ropas lavadas las colgaría en su habitación.

En la de él, Terry también hubo cambiado sus ropas por un simple pants. Y en lo que se ataba las jaretas, descalzo caminaba hacia la ventana para abrirla un poco. El clima afuera era templado. Además, el ruido madrugador de la ciudad le ayudaba a despertarse a buena hora. Quien también lo despertaría...

Tendida en su cama, Candy no podía conciliar el sueño. El día, como el anterior, hubo tenido tantas emociones que, aunque cerrara los ojos para intentar dormir, no lo conseguía porque inmediatamente lo veía. Luego, lo sentía besándola de nuevo y esa sensación tan agradable era la culpable de que abriera los párpados... buscándolo. Obviamente ahí no estaba sino...

Por alguna razón, Terry hubo padecido lo mismo. A pesar de saber que debía madrugar, el sueño se había escapado de él. Por lo tanto, pescó equis libro y comenzó a leerlo. Tres páginas tuvieron la suerte de ser leídas por sus ojos, porque en la cuarta que se pasaba, cayó, también el libro sólo que éste al suelo por el que pasado un tiempo caminarían sigilosamente; y que en cierta parte de una cama se detendrían.

. . .

Ya encaminado en su dormir, Terry yacía boca abajo y abrazaba la almohada. Candy se había hincado justamente a esa altura; y sobre el colchón estaban sus codos y, en sus unidas manos su mentón.

La decisión que había tomado de ir adonde él y hablarle, lo hubo cambiado por mirarlo descansar. En eso él abrió los ojos; y fue cosa de pocos segundos que se miraran entre ellos. De pronto Candy se enderezó para inclinarse rápidamente y hacerse de la boca de Terry quien sin reconocer si estaba despierto o dormido, se dejaría llevar, quedando su espalda en el colchón y ella encima de ese hombre el cual pondría una mano en las caderas femeninas y enderezaría el torso para finalmente reconocerla:

— Candy...

— No digas nada — ella musitó, — sólo... ámame, ¿sí?

Él sentado y ella hincada entre sus piernas volvieron a mirarse. Al segundo siguiente volvieron a unir sus bocas. La atracción entre ambos era tanta que el hombre acostaría a la mujercita a su lado.

Al estar ella boca arriba la mano de Candy trabajaría en zafar solamente tres botones de su prenda. Los demás seguirían cubriendo sus partes inferiores mientras que las posteriores quedaban expuestos. Unos senos que sin dudas eran más que perfectos.

Compañeros de cuarto, ¿compañeros de vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora