Parte 9

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Con la orden de alta de su compañera de cuarto, Charles salió del hospital para solicitar un servicio de taxi. Éste contratado, el amigo de Terry se regresó al encuentro de ellos quienes ya venían por el pasillo. Ella en silla de ruedas luego de haber sido puesta ahí por una enfermera y él empujándola consiguientemente de haberla puesto ahí.

Para cooperar en la ayuda, Charly corrió a la puerta de salida para sostenerla. Una vez afuera indicó el camino hacia el transporte que los llevaría a casa.

Al llegar allá, después de pasados veinte minutos, los tres compañeros se quedaron perplejos al divisar a la persona que, —sentada al pie de la puerta de su apartamento y con una mochila a lado— les esperaba, siendo el gracioso de Charles quien, entre divertido y asustado, dijera:

— ¡Les juro que mía no es!

— No, claro que no — aseveró Candy. — Es la hija de la Señora Cortland.

— Pero en tu condición no podrás hacerte cargo de ella — hubo objetado Terry mirando a la joven la cual también lo miraba y le suplicaba:

— No podemos dejarla aquí.

— Y yo tampoco podré ayudar porque los dejo adentro, me cambio y me voy a trabajar — anunció Charles caminando hacia la chiquilla habiéndolos ya divisado.

No obstante, al ver a uno de ellos ir hacia ella, la pequeña Brenda se puso de pie para correr a los brazos de Candy que se hubieron abierto. Empero la niña al quedar frente a la convaleciente le decía:

— Me dijo mi mamá que te diera esto —; su manita se dirigió a la de su vecina. Por supuesto ésta preguntaría lo obvio:

— ¿Qué es?

— El dinero por cuidarme hoy.

— Oh – exclamó Candy y volvió a mirar a su compañero el cual tenía fijos sus ojos en la inocente criatura que, poniéndose de cuclillas, preguntaba:

— ¿Qué te pasó?

— Me corté.

— ¿Y te duele mucho?

— Un poco

El dedito que se había acercado con todas las intenciones de tocar el vendaje fue detenido gracias a un carraspeo.

Prestamente la nena miró a quien se lo hubo impedido y se movía a un lado para que se siguiera la vereda. En ésta, Candy tomó la mano de la pequeña y así caminaron hasta la puerta. Al arribar ahí, la primera en entrar fue Brenda. Charles había agarrado sus pertenencias y le hubo dado el acceso. Posteriormente ingresó Candy siendo Terry el encargado de cerrar, aunque lo hizo ayudado de su pie al continuar conduciendo a la rubia hasta su habitación.

También allá los siguió Brenda; y para sorpresa de los más grandes, la pequeña rápidamente fue a la cama para levantar una colcha.

Su acomedida acción sería agradecida por Terry, quien levantaría en brazos a la convaleciente para dejarla bien acomodada en su lecho.

Sentada, las piernas de Candy serían tapadas por la niña la cual en un descuido la lastimaría. Entonces la lastimada apenas exclamó dolor, empero en su rostro se reflejaba.

— Lo siento mucho — expresó la pequeña antes de que alguien la regañara.

Sin embargo, el noble gesto que hiciera, más bien, el beso que dejara en la parte herida, le impidió ser reprendida por quien había fruncido el ceño; y que lo borraría pronto al escuchar:

— Es linda, ¿verdad?

Terry debía reconocer que sí. Lo malo que al estar Candy en las condiciones en las que estaba y ella haber aceptado el pago que dejaba en un buró cercano, él sería el encargado de cuidar a la chiquilla la cual le sonreía, y debía responder a:

Compañeros de cuarto, ¿compañeros de vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora