Casa.

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Autora: Scarlet Raven

Parejas: Destiel, Sabriel.

Derechos: Los personajes no me pertenecen, naturalmente y para mi desgracia. Únicamente la historia es imaginación mía.

Disclaimer:  Fanfic basado principalmente en la canción "La fuerza del destino", de  Mecano. Con ligeras o enormes desviaciones hacia lo apocalíptico, sin  sonrisas de por medio y disculpas de ante mano por la calidad. ¡Universo  alterno!

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Cuando abre los ojos, las luces blancas del laboratorio le deslumbran, por lo que gira el rostro de golpe, sintiendo un tirón en el cuello que le hace gruñir, adolorido. Se cubre la cara con una mano, parpadeando lento para acostumbrarse a la luz, y con ello a su entorno: mesas repletas de frascos, muestras de sangre perfectamente clasificadas por orden alfabético, microscopios donde Crowley y otros epidemiologos examinan detenidamente las muestras y pruebas que han hecho con ellas gracias a la sangre de Dean, haciendo anotaciones en libretas o blocs sobre los datos que cada una ofrece.

A su lado, enroscado en una silla incómoda, Sam ronca; el aliento que sale de su boca mueve su cabello de adelante hacia atrás. Luce exausto. El olor apenas perceptible a azufre que desprende, es opacado por el aroma a café recién hecho que inunda el olfato de Dean y hace gruñir de manera desagradable a su hambriento estómago.

Apartando su mano, Dean descubre a Charlie frente a él, sentada en un banco de madera, vestida con su uniforme militar y el parche en el ojo que acostumbra a ponerse cada vez que termina su guardia. Su rostro parece relucir de energía, lo que hace que Dean se cuestione qué mueve a esa chica para que parezca siempre llena de vigor. Ella le dedica una sonrisa que Dean no puede imitar, más concentrado en hacer callar a su estómago, que vuelve a gruñir.

—Espiar a las personas mientras duermen es de mala educación.

—No te espiaba— replica ella de inmediato. Desvía la mirada, encogiendo los hombros y ladeando al mismo tiempo la cabeza, en un gesto de resignación. —De acuerdo, solo un poco. ¿Haz tenido un mal sueño?

Ella extiende una taza de oso Teddy al Alfa, quien la toma y la lleva a sus labios para darle un trago corto. El café es muy bueno, pero el agradable sabor no logra quitar el sabor amargo que ha inundado su boca desde que metieron a Gabriel y Castiel en el cuarto de sanación.

—¿Algún cambio?

Con una mirada de disculpa, y un cambio en su aroma que indica estrés, Charlie se pone de pie, negando. Dean le imita, dando un nuevo trago a su café, esta vez más largo, siguiendo a la pelirroja, que camina entre las mesas de manera descuidada, guiándolo a las puertas de cristal blindado que conforman el cuarto de sanación que Crowley ha preparado para los Novak. Mientras caminan, Dean evita mirar a los analistas, que le dirigen miradas curiosas, temerosas, o sorprendidas y que son desviadas hacia los microscopios o a Sam, quien sigue durmiendo en una silla, cuando Dean les gruñe.

Tras las gruesas puertas, una luz infrarroja mantiene caliente a dos personas que yacen en unas camillas, inconscientes, con intravenosas que les suministran el suero que Crowley creó especialmente para casos extremos donde la recuperación fuera casi nula.

Una semana ha pasado desde que los encontraran en el bosque, asustados y heridos. Y, pese a que el par de Alfas no se han apartado de aquel lugar, Dean no se acostumbra a verles así; inmóviles, con los cuerpos magullados, respiraciones pausadas, ambos conectados a máquinas que los monitorean constantemente, y que en ese instante, parecen ser la única manera de saber que están vivos.

La fuerza del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora