Choque.

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Autora: Scarlet Raven

Parejas: Destiel, Sabriel.

Derechos: Los personajes no me pertenecen, naturalmente y para mi desgracia. Únicamente la historia es imaginación mía.

Disclaimer: Fanfic basado principalmente en la canción "La fuerza del destino", de Mecano. Con ligeras o enormes desviaciones hacia lo apocalíptico, sin sonrisas de por medio y disculpas de ante mano por la mala calidad. ¡Universo alterno!

[...]

La tercera, no se percató hasta que fue demasiado tarde.

Iba caminando por el pasillo de la universidad, repasando las notas  hechas para su clase. Se le había hecho terriblemente tarde.
La noche anterior había jugado con Sam un estúpido videojuego.
Ninguno se dio cuenta de que era tan noche, hasta que Gabriel llamó a su hermano porque estaba demasiado ebrio en alguna fiesta y quería decirle que lo extrañaba.
Así se habían dado cuenta de que faltaban 3 horas para que tuvieran que ir a la universidad.

Dean tenía la firme idea de que era una suerte que sus padres pagaran las cuentas desde Inglaterra.
Si tuvieran que trabajar y con el ritmo de vida que llevaban, ambos estarían viviendo en las calles. Bajo un puente. O peor.

Tan distraído en sus pensamientos, no notó que del lado opuesto caminaba un chico ligeramente más bajo que él, realizando anotaciones en su cuaderno de literatura mientras se dirigía a su clase.

Hasta que fue demasiado tarde.

Lo primero que percibió fue su aroma. Dulce como la miel, mezclado con especias y el aroma sintético de los superstores, haciéndole arrugar la nariz como reflejo debido a su sensible nariz.
Entonces chocaron, papeles volando a causa del golpe, con un "Fíjate por donde vas, imbecil" por parte de Dean y un "Lo siento", de parte del más bajito.

Sus ojos conectaron por un momento. Dean lo reconoció de inmediato, y por la expresión en el rostro ajeno, era claro que el chico al que su hermano llamó Castiel también le reconoció.

—Soy Dean Winchester — se presentó con cortesía, extendiéndole la mano al chico solo porque era divertido ver cómo lidiaba con que no se volvieran a caer sus papeles.

Este, parecía sorprendido de que Dean le dirigiera la palabra.

Poniéndose de pie, sujetando bien sus papeles con ambos brazos y con torpeza estrechó la mano de Dean.

—Castiel. Soy Castiel Novak.

Dean sonrió ladinamente, observando con atención el rostro ajeno.

—No te había visto antes.

Él conocía a toda la universidad, naturalmente. La mitad del tiempo porque más de media universidad le coqueteaba y la otra mitad, debido a la generosidad de Sam y sus constantes eventos de caridad.
Un baile.
Un par de concursos.
Cualquier cosa que recaudara fondos para personas afectadas.

Dean siempre se encontraba dispuesto a ayudarle y es por eso que sabía que no había visto antes a ese chico por los pasillos.
Poniéndose de pie, comenzó a organizar sus documentos.

—Uh... soy nuevo en la ciudad— musitó el chico, con una expresión dura en el rostro. Como si tuviera pegado el muro de hielo de Game of Thrones. No que a Dean le importara.

Ninguno dijo nada por un momento. Entonces, salido de la nada, Gabriel estaba frente a ellos, aparentemente arrastrando a Sam con él.
No por primera vez, Dean se preguntó cómo es que su hermano, un Alfa reconocido, estaba tan loco por aquel Beta que parecía más bien un niño.

—¡Castiel! — gritó, lanzándose hacia el chico en un abrazo. Le dio una sonrisa y después fijó la mirada en Dean.
La expresión en su rostro cambió de inmediato.

—Winchester.

—Novak— murmuró de vuelta. Fue entonces que cayó en cuenta de que ambos llevaban el mismo apellido.

Observó a Gabriel, un Beta mucho más bajito que Sam, de cabello rubio cenizo y ojos color miel.
Después a Castiel, quien por su aroma, aún con supresiones, era claramente un Omega, con su cabello negro y piel blanca y suave cual porcelana.

—¿Ustedes son hermanos?

Tan ridículo como era, Gabriel besó la mejilla del chico y finalmente lo soltó.

—¿Quién? ¡Ah! Cas. Si. Hermanos. ¿Por?

Dean solo esperó que Castiel no estuviera igual de loco que Gabriel.
No porque no le cayera bien. De hecho, aquel chico era uno de los pocos amigos que conformaban su círculo más cercano. Podría decirse, que casi podrían ser una manada.

Casi.

Encogiéndose de hombros, buscó la mirada de su hermano.

Este elevó una ceja, tal vez tratando de entender sus intenciones; Dean sonrió, elevando una mano y con el dedo índice y medio, fingió dispararse.

Comprendiendo, Gabriel gritó hasta casi reventarle los oídos.

—¡Hey! Enfermo bastardo. Suplicarás por mi cuando tú alma vaya al infierno.

La carcajada de Dean resonó por todo el pasillo. Revolvió el cabello de Gabriel, y se dijo que tenía 5 minutos más para llegar a su clase.

No se dió cuenta de que Castiel le veía con plena adoración.

La fuerza del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora