Si ahora queremos examinar más detenidamente cada uno de lossectores más importantes del proletariado inglés, conforme alprincipio establecido anteriormente, tendremos que comenzar por losobreros fabriles, es decir, aquellos comprendidos en las disposicionesde la ley de fábricas. Esta ley reglamenta la duración del trabajo en lasfábricas donde se hila o teje la lana, la seda, el algodón y el linoutilizando la fuerza hidráulica o la máquina de vapor y abarca porconsiguiente las ramas más importantes de la industria inglesa. Lacategoría de obreros que vive de esos trabajos es la más numerosa, lamás antigua, la más inteligente, y la más enérgica; pero por esa razóntambién, la más revoltosa y la más odiada de la burguesía; ella está enparticular los obreros que trabajan el algodón a la cabeza delmovimiento obrero, del mismo modo que sus patrones, losindustriales, están, sobre todo en Lancashire, al frente de la agitaciónburguesa.Ya hemos visto, en la introducción, que la población que trabaja enlos sectores mencionados anteriormente había sido arrancada de suscondiciones de vida precedentes por la aparición de nuevas máquinas.Por tanto no debemos sorprendernos de que los progresos de losdescubrimientos mecánicos la hayan afectado, más tarde también, demanera más sensible y duradera. La historia de la industria delalgodón203tal como se puede leer en las obras de Ure* y Baines** entre otrosautores, está llena de ejemplos de nuevas mejoras; y la mayoría hasido introducida también en las demás ramas industriales a que noshemos referido. Casi por todas partes, el trabajo mecánico hasustituido el trabajo manual, casi todas las operaciones se efectúancon ayuda de la energía hidráulica o de la fuerza del vapor, y cada añoaporta nuevos perfeccionamientos.Si reinara la armonía en la sociedad, uno no podría menos queregocijarse de tales mejoras; pero en la guerra de todos contra todos,algunos individuos se apoderan de las ventajas que de ello resultan,quitando de ese modo a la mayoría los medios de vida. Todoperfeccionamiento mecánico lanza obreros a la calle, y, mientras másimportante es la mejora, más numerosa es la categoría reducida alparo forzoso; cada una tiene por tanto sobre cierto número detrabajadores el efecto de una crisis económica, engendrando miseria,penuria y delincuencia. Citemos algunos ejemplos. Dado que ya laprimera máquina inventada, la Jenny (cf. más arriba), era manejadapor un solo obrero, y producía en igual tiempo seis veces más que untorno para hilar, cada nueva Jenny desplazó a cinco obreros. LaThrostle que, a su vez, producía mucho más que la Jenny y sólo exigíatambién únicamente un obrero, ocasionó aún más desplazamientos.La Mule, que con respecto a su producción reclamaba46 todavía menosobreros, tuvo el mismo efecto, y cada perfeccionamiento de la Mule, esdecir, cada aumento del número de sus husos, redujo a su vez elnúmero de obreros necesarios. Este aumento del número de husoses tan importante que, a causa del mismo, muchedumbres* The Cotton Manufacture of Great Britain (La industriamanufacturera del algodón en Gran Bretaña) by Dr. A. Ure, 1836. (2vols.) (F.E.)** History of the Cotton Manufacture of Great Britain (Historia dela industria del algodón en Gran Bretaña) by E. Baines, Esq., 1835(F.E.)46 (1892) notig machte (1845) notig hatte.204de obreros han quedado sin trabajo; porque si antes un "hilandero"ayudado de algunos niños (piecers) podía accionar 600 husos, en loadelante pudo atender de 1400 a 2 000 de ellos en dos Mules, con elresultado de que dos hilanderos adultos, y cierto número de piecersque ellos empleaban, quedaron sin trabajo. Y desde que, en unnúmero importante de hilanderías Mules, se han introducido las selfactors, el papel del hilandero ha desaparecido completamente y es lamáquina quien trabaja. Tengo ante mí un libro* del cual es autor eljefe reconocido de los cartistas de Manchester, James Leach. Estehombre ha trabajado durante años en diversas ramas industriales yen minas de carbón, y yo lo conozco personalmente: es un hombrevaliente, digno de confianza y capaz. Debido a su posición en elpartido, él tenía a su disposición los datos más exactos sobrediferentes fábricas, recogidos por los propios trabajadores, y él publicaen su libro cuadros de donde resalta que, en 1829, había en 35fábricas .1083 hilanderos de la Mule más que en 1841, mientras queel número de husos en esas 35 fábricas había aumentado en 99429.Menciona 5 fábricas donde ya no hay ni un solo hilandero, ya que lasmismas utilizan self-actors. Mientras que el número de husosaumentaba en l0%, el de hilanderos disminuía en 60%. Y, añadeLeach, se han logrado tantos perfeccionamientos desde 1841 por laduplicación de filas de husos (double decking) y otros procedimientos,que en las fábricas de que hablamos la mitad de los hilanderos hansido a su vez despedidos; en una fábrica donde había recientementetodavía 80 hilanderos, no quedan más que 20, los demás han sidodespedidos o bien han sido empleados en trabajos de niños por unsalario de niño. Leach cita casos análogos en cuanto a Stockport,donde en 1835, 800 hilanderos estaban empleados y solamente 140en 1843, pese al desarrollo sensible de la industria de Stockport enlos últimos 8 ó 9 años. Se han hecho* Stubborn Facts from the Factories, by a Manchester Operative.Published and Dedicated to the Working Classes (Hechos irrefutablessacados de la vida fabril. Editado y dedicado a la clase obrera, por unobrero industrial de Manchester), según Won. Rasleigh, M. P.,Londres, Ollivier, 1844, pp, 28 y ss. (F.E.)205perfeccionamientos análogos en las máquinas de cardar, lo cual hadejado a la mitad de los obreros sin trabajo. En una fábrica, se hanpuesto en servicio máquinas de torcer que han dejado sin trabajo a 4obreros de cada 8 y, además, el industrial ha rebajado el salario de lasotros cuatro, de 8 a 7 chelines. Lo mismo ha ocurrido en cuanto altejido. El telar mecánico ha conquistado sucesivamente todos lossectores del tejido manual y como produce mucho más que el telar demano y un solo obrero puede atender dos telares mecánicos, aquítambién numerosos trabajadores han quedado parados. Y en todas lasindustrias, en el hilado del lino y de la lana, en el tramado de la seda,es la misma cosa; el telar mecánico comienza incluso a conquistaralgunos sectores del tejido de la lana y del lino; solamente enRochdale hay más telares mecánicos que manuales en el tejido de lafranela y otros paños. La respuesta habitual de la burguesía es quelos perfeccionamientos introducidos en las máquinas, al reducir losgastos de producción, hacen que sean más baratos los productosacabados, y que gracias a la baja del precio aumenta el consumo demodo que los trabajadores parados pronto hallan empleo en lasfábricas que se crean. Desde luego, la burguesía tiene razón al afirmarque, en ciertas condiciones favorables al desarrollo industrial, todabaja del precio de una mercancía, cuya materia prima cuesta poco,incrementa mucho el consumo y hace que se creen nuevas fábricas;pero aparte de esto, todas las demás palabras en esa afirmación sonpatrañas.No tiene en cuenta que hay que esperar años hasta que lasconsecuencias de la baja del precio se hagan sentir, hasta, que lasnuevas fábricas sean construidas; nos oculta que todos losperfeccionamientos lanzan cada vez más sobre la máquina elverdadero trabajo, el trabajo agotador, transformando así el trabajo delos adultos en una simple vigilancia que puede muy bien realizar unadébil mujer, incluso un niño, lo cual hacen efectivamente por untercio o la mitad del salario del obrero; que, por consecuencia, loshombres adultos son cada vez más apartados de la industria y ya noson empleados de nuevo en esa producción incrementada; nos ocultaque ramas enteras206desaparecen así, o son de tal modo transformadas, que requieren unnuevo aprendizaje; y se cuida mucho de confesar aquí aquello de locual se jacta habitualmente, cuando se habla de prohibir el trabajo demenores; a saber, que el trabajo fabril para ser aprendido comoconviene, debe serlo desde la más temprana juventud y antes de laedad de diez años (cf. por ej. Numerosos pasajes del Factories Inq.Comm. Rept.); no dice que el perfeccionamiento de las máquinas seprosigue continuamente y que desde el instante en que el obrero seaclimata en un nuevo sector de trabajo, suponiendo que ello seaposible, le arrebata ese trabajo, quitándole así el poco de seguridad ensu posición que le quedaba todavía. Pero ella, la burguesía, sí obtienebeneficio de los perfeccionamientos mecánicos; durante los primerosaños en que muchas máquinas anticuadas trabajan todavía y en queel perfeccionamiento no se ha generalizado, tiene la mejor ocasión deamasar dinero; sería demasiado pedir que ella tenga también ojospara los inconvenientes de las máquinas así perfeccionadas.La burguesía también ha negado acaloradamente que las máquinasperfeccionadas rebajan los salarios, mientras que los obreros no hancesado de afirmarlo. Ella sostiene que pese a la baja del salario porpiezas debido al hecho de que la producción ha devenido más fácil, elsalario semanal en conjunto ha aumentado más bien que disminuidoy que la situación del obrero lejos de empeorar más bien hamejorado. Es difícil ver qué es lo que hay en ello realmente, porque losobreros se refieren casi siempre a la baja del salario por piezas; sinembargo, lo cierto es que incluso el semanal en ciertas ramas ha sidoreducido por la introducción de máquinas. Los obreros conocidos por"hilanderos finos" (aquellos que hacen el hilado fino en la Mule)perciben, desde luego, un salario elevado, de 30 a 40 chelines porsemana, porque ellos poseen una asociación poderosa que luchapor mantener el salario de los hilanderos y su oficio exige un penosoaprendizaje pero los hilanderos de hilo grueso tienen que competircon las máquinas automáticas (self-actors), -inutilizables para elhilo fino- y cuyo sindicato ha sido207debilitado por la introducción de esas máquinas, reciben en cambioun salario muy bajo. Un hilador de telar mecánico (Mule) me ha dichoque él no ganaba más de 14 chelines par semana y eso corrobora lasafirmaciones de Leach. Este sostiene que en varias fábricas loshiladores de hilo grueso ganan menos de 161/2 chelines por semana,y que un hilador que hace tres años ganaba 30 chelines, recibeapenas 121/2 actualmente; que, el año pasado, él no había ganadoefectivamente más por término medio. Puede ser que el salario de lasmujeres y los niños haya bajado menos, pero por la sencilla razón deque no era muy elevado desde el principio. Yo conozco varias mujeresque son viudas, tienen niños y ganan penosamente 8 ó 9 chelines porsemana; quienquiera que conozca en Inglaterra el precio de losartículos de primera necesidad estará de acuerdo conmigo en queellas no pueden vivir así decentemente, ellas y su familia. En todocaso, la afirmación unánime de los obreros es que losperfeccionamientos mecánicos han hecho generalmente bajar lossalarios; y en todas las reuniones de obreros de los distritosindustriales, se puede oír decir claramente que la afirmación de laburguesía industrial, según la cual la situación de la clase trabajadoraha mejorado gracias a la fabricación mecánica es considerada por esapropia clase como pura mentira. Pero aun cuando fuese cierto queúnicamente el salario relativo, el salario por piezas, ha bajado, entanto que la suma de ingresos semanales no ha variado, ¿Cuál es laconclusión? Que los trabajadores han tenido que contemplartranquilamente cómo esos señores, los industriales, llenan su bolsa ysacan provecho de todas los perfeccionamientos, y no comparten conellos la más mínima parte; en su lucha contra los trabajadores, laburguesía olvida hasta los principios más comunes de su propiaeconomía política: Ella que no jura sino por Malthus, implica a lostrabajadores en su propio miedo: los millones Ellos son los peorpagados y, aun en el caso de ocupación de Inglaterra, ¿dónde, pues,habrían hallado trabajo sin las máquinas?** Tal es la cuestión que plantea, por ejemplo, Mr. Symons en Arts andArtizans. (F.E.)208¡Necedad! Como si la propia burguesía no supiera muy bien que sinlas máquinas y el desarrollo industrial que ellas han generado, ¡esos"millones" no hubieran venido al mundo ni crecido! La única utilidadque las máquinas, han tenido para los trabajadores es que les hanmostrado la necesidad de una reforma social que haga trabajar a lasmáquinas, no contra los obreros, sino para los obreros. Esos sabiosburgueses sólo tienen que preguntar lo que hacían antes a laspersonas que, en Manchester y en otras partes, barren las calles (escierto que ya eso ha pasado a la historia, porque se han inventadopara ese trabajo también máquinas y se han puesto en servicio) o quevenden en las calles sal, fósforos, naranjas y baratijas, o también queson reducidos a la mendicidad; y muchos responderán: obrero defábrica reducido al paro forzoso por las máquinas. Las consecuenciasdel perfeccionamiento técnico no son, en el régimen social actual,sino desfavorables al obrero y con frecuencia agobiantes; cada nuevamáquina provoca desocupación, miseria y angustia, y en un paíscomo Inglaterra donde, sin eso, existe casi siempre "una poblaciónexcedente", el desempleo es en la mayoría de los casos, lo peor quepuede suceder a un obrero. Fuera de eso, ¡qué efecto agotador,enervante, debe tener sobre los obreros, cuya posición ya no essólida, esa inseguridad de la existencia que resulta de los progresosininterrumpidos del maquinismo y del paro forzoso que ellosconllevan! Aquí también el obrero no tiene más que dos salidas paraescapar a la desesperación: la rebelión interna y externa contra laburguesía, o bien la bebida, el vicio. Y a esas dos soluciones losobreros pueden recurrir. La historia del proletariado inglés cuenta porcentenares los motines contra las máquinas y la burguesía en general;en cuanto al vicio, ya hemos hablado de ello. Él mismo sólo es enrealidad otro aspecto de la desesperación.Aquellos que llevan la vida más dura son los obreros que deben lucharcontra una máquina a punto de imponerse. El precio de los artículosque ellos confeccionan se alinea con aquel de los artículos que fabricala máquina y como ella trabaja más económicamente, el obrero quetiene que rivalizar con ella es el209peor pagado. Esa situación es la de todo obrero que trabaja con unamáquina anticuada en competencia con una máquina más reciente yperfeccionada. Eso es natural. ¿Quién, pues, sino él, debe soportar eldaño? El industrial no quiere desprenderse de su máquina, tampocoquiere soportar los inconvenientes de ella. Contra su máquina, que noes más que materia muerta, él no puede nada; por consiguiente, latoma con el trabajador que es un ser viviente, ese cabeza de turco dela sociedad. Entre los obreros a quienes las máquinas hacencompetencia, los peor tratados son los tejedores manuales de laindustria del algodón. Ellos son los peor pagados y, aun en el caso deocupación plena les es imposible ganar más de 10 chelines porsemana. Un lienzo tras otro le es disputado por el telar mecánico, yademás, el tejido manual es el último refugio de todos los trabajadoresde las demás ramas que se han visto desplazados, de modo que esesector se halla constantemente superpoblado. Por eso el tejedormanual se considera dichoso, durante los períodos regulares, cuandopuede ganar 6 ó 7 chelines por semana, e incluso para ganar esasuma tiene que trabajar de 14 a 18 horas diarias. La mayoría de lastelas, por otra parte, exige un local húmedo, a fin de que el hilo detrama no se rompa a cada instante, y tanto por esa razón como acausa de la pobreza del obrero, que no puede pagar una viviendamejor, los talleres de tejedores manuales casi siempre no tienen nipiso ni embaldosado. Yo he visitado numerosas viviendas de tejedoresmanuales, en siniestros atrios y callejuelas retiradas, habitualmenteen sótanos. No era raro que media docena de esos tejedoresmanuales, algunos de ellos casados, viviesen juntos en un solocottage, que únicamente tenía una o dos salas de trabajo y una alcobagrande para todos. Su alimentación consiste casi solamente en papas,algunas veces un poco de papilla de avena, raramente leche, casinunca carne; un gran número de ellos son irlandeses o de origenirlandés. ¡Y esos pobres tejedores manuales que cada crisis económicaafecta con mayor intensidad deben servir de arma a la burguesía, a finde que ésta pueda resistir los ataques dirigidos contra el sistemaindustrial! ¡Miren, exclama ella triunfalmente, miren cómo esospobres tejedores manuales son reducidos a carecer de todo,210mientras los obreros de fábrica viven muy bien, y ahora juzguen elsistema industrial!* Como si no fuese precisamente el sistemaindustrial y el maquinismo -uno de sus elementos- los que hanreducido a los tejedores manuales a un nivel tan bajo de vida. ¡Cómosi la burguesía no lo supiera tan bien como nosotros! Pero en ello estáel interés de la burguesía y en tal caso es natural que recurra aalgunas mentiras e hipocresías.Examinemos más detenidamente el hecho de que las máquinassuplantan cada vez más al obrero adulto masculino. El trabajo en lasmáquinas consiste principalmente tanto en el hilado como en el tejido-en volver a atar los hilos que se rompen, ya que la máquina hace todolo demás; ese trabajo no exige ningún esfuerzo físico, sino dedoságiles. Por tanto, no solamente los hombres no son indispensables enel mismo, sino que además el mayor desarrollo de los músculos y delos huesos de sus manos los hace menos aptos para ese trabajo quelas mujeres y los niños; por ende, ellos son de forma muy natural casitotalmente suplantados en esa labor. Más los gestos de los brazos, losesfuerzos musculares son, por la utilización de máquinas, realizadospor la energía hidráulica o la fuerza del vapor, y menos necesidad setiene de hombres; y como las mujeres y los niños resultan por otraparte más baratos y son más hábiles que los hombres en ese génerode trabajo, son ellos a quienes se emplea. En las hilanderías no seencuentran en las Throstles sino mujeres y niñas, un hilador en lasmules, un hombre adulto (que incluso desaparece si hay self-actors) yvarios piecers encargados de atar de nuevo los hilos que se rompen;casi siempre se trata de niños o mujeres, a veces jóvenes de 18 a 20años, y de vez en cuando un hilandero de edad que ha perdidosupuesto.*** Por ejemplo, el Dr. Ure en Philosophy of Manufactures. (F.E.)** "La situación, en lo que concierne a los salarios, es actualmentemuy irregular en algunos sectores de la fabricación de hilados dealgodón en Lancashire; hay centenares de jóvenes, entre 20 y 30 años,empleados como piercers o en otra ocupación y no ganan más de 8 ó 9chelines a la211Casi siempre son mujeres de 15 a 20 años y más, las que trabajanen el telar mecánico; también hay algunos hombres, pero raramenteconservan ese empleo después de los 21 años de edad. En lasmáquinas de prehilar, no se encuentran sino mujeres, a lo sumoalgunos hombres para afilar y limpiar las máquinas de cardar.Además, las fábricas emplean a un gran número de niños para quitary poner bobinas (doffers) y algunos hombres adultos como capatacesen los talleres, un mecánico y un obrero especializado para lamáquina de vapor, así como carpinteros, un portero, etc. Pero eltrabajo propiamente dicho es realizado por las mujeres y los niños.Eso también lo niegan los industriales, y el año pasado publicaronestadísticas importantes, tendientes a demostrar que las máquinas nosuplantan a los hombres. Los datos publicados muestran que más dela mitad (52%) del conjunto de obreros fabriles son del sexo femeninoy alrededor del 48% del sexo masculino, y que más de la mitad de esepersonal es de más de 18 años de edad. Hasta ahí, es perfecto. Peroesos señores industriales se han cuidado mucho decirnos cuál es,entre los adultos, la proporción de hombres y mujeres. Ahora bien,ahí es donde está precisamente la cuestión. Además, ellosmanifiestamente cuentan asimismo los mecánicos, carpinteros, ytodos los hombres adultos que, de alguna manera, tenían que ver consus fábricas, incluyendo tal vez hasta los secretarios, etc., pero notienen el valor de decir toda la verdad objetiva. Por lo demás, susinformaciones abundan en errores, en interpretaciones falsas ointeresadas, en cálculos de promedios, que demuestran mucho alprofano pero nada al que está al corriente de la situación, en silencioprecisamente sobre los puntos esenciales: ellos no hacen más quedemostrar la ceguedad egoísta y la ruindad de esos industriales.Citaremos del discurso en el cual Lord Ashley presentó su mociónsobre la jornada de 10 horas,--------semana, mientras que en el mismo lugar, muchachos de 13 añosganan 5 chelines a la semana y muchachas de 16 a 20 años queganan 10 ó 12 chelines a la semana." (Informe del inspector defábrica. L. Horner, octubre 1844.) (F.E.)212pronunciado en la Cámara de los Comunes el 15 de marzo de 1844,algunos datos que no han sido refutados por los industriales sobre laedad de los obreros y la proporción de hombres y mujeres. Por otraparte, los mismos sólo se refieren a una parte de la industria inglesa.De los 41959047 obreros fabriles del imperio británico (en 1839)192887 (o sea casi la mitad) eran de menos de 18 años de edad y242996 eran del sexo femenino, de las cuales 112192 menores de 18años. Según esas cifras, 80695 obreros del sexo masculino tienenmenos de 18 años de edad, y 9659948 son adultos, o sea el 23%, portanto ni siquiera la cuarta parte del total. En las hilanderías dealgodón, 561/4% del conjunto del personal estaba compuesto demujeres, en la rama de la lana el 691/2%, en la de la seda el 701/2%, y en las de lino el 701/2%. Estas cifras son suficientes parademostrar que los trabajadores adultos del sexo masculino sonsuplantados, y no tiene uno más que entrar en la primera hilanderíaque encuentre para ver la cosa efectivamente confirmada. El resultadoinevitable es el trastorno del orden social existente, que precisamenteporque es impuesto, tiene para los obreros las consecuencias másfunestas.El trabajo de las mujeres disgrega completamente la familia; porquecuando la mujer pasa diariamente 12 ó 13 horas en la fábrica y elmarido trabaja también allí o en otra parte, ¿qué será de los niños?Ellos crecen libremente como la mala hierba, o se dan a cuidar fuerapor 1 ó 11/2 chelines a la semana, y uno se imagina cómo sontratados. Por eso en los distritos industriales se multiplican de unamanera horrorosa los accidentes de los cuales los niños son víctimaspor falta de vigilancia. Las listas establecidas por los funcionarios deManchester encargados de la comprobación auténtica de los decesos,indican (según el informe del Fact. Inq. Camm. del Dr. Hawkins, p.3): en 9 meses, 69 fallecimientos por47 (1845 y 1892). Cifra rectificada: 41956048 (1845 y 1892). Cifra rectificada: 96569213quemaduras, 56 por ahogamiento, 23 a consecuencia de caídas, 6749por diversas causas, por tanto, en total 21550 accidentes fatales*,mientras que en Liverpool, que no es una ciudad manufacturera, solohabía que deplorar, en 12 meses, 146 accidentes fatales. Losaccidentes en las minas de carbón no se hallan incluidos para esasdos ciudades; hay que observar que el coroner51 de Manchester notiene a Salford bajo su jurisdicción si bien la población de ambosdistritos es poco más o menos la misma. El Manchester Guardian,relata en todos o casi todos sus números uno o varios casos dequemadura. Es natural que la mortalidad general de todos los niñospequeños aumente52 igualmente debido a que las madres trabajan, ylos hechos lo confirman de manera concluyente. Con frecuencia lasmujeres regresan a la fábrica tres o cuatro días después de dar a luz,dejando desde luego la criatura en la casa; durante las horas dedescanso ellas corren deprisa a sus casas para amamantar al niño ycomer ellas mismas un poco. ¡Es fácil de imaginar en qué condicionestiene lugar ese amamantamiento! Lord Ashley cita las declaracionesde algunas obreras:"M.H., de 20 años de edad, tiene dos niñas, el más pequeño es unniño de pecho que es cuidado en la casa por el otro de más edad;ella parte para la fábrica poco después de las 5 de la mañana yregresa a su casa a las 8 de la noche; durante el día, la leche lefluye de los senos hasta el punto de empapar* En 1843, de 189 accidentados atendidos en el hospital deManchester, 189 lo fueron por quemaduras; no sé cuántos casosfueron mortales. (F.E.)49 (1845 y 1892). Cifra rectificada: 7750 (1845 y 1892). Cifra rectificada: 22551 Funcionario encargado de investigar el fallecimiento, en caso demuerte violenta o súbita. ( Ojo p 368 en alemán)52 (1892) gesteigert. (1845) gehoben214su ropa. H.W. tiene tres niños, deja su casa el lunes a las 5 de lamañana y no regresa hasta el sábado a las 7 de la noche. Ellaentonces tiene tantas cosas que hacer para sus hijos que no seacuesta hasta las 3 de la madrugada. Con frecuencia es caladahasta los huesos por la lluvia y por trabajar en ese estado: 'Missenos me han hecho sufrir horriblemente; me he encontradoinundada de leche'".El empleo de narcóticos para tranquilizar a los niños es más quefavorecido por ese infame sistema y ahora se halla verdaderamentemuy extendido en los distritos industriales. El Dr. Johns, inspector enjefe del distrito de Manchester, opina que esa costumbre es una de lascausas esenciales de las frecuentes convulsiones mortales. El trabajode la mujer en la fábrica desorganiza inevitablemente a la familia yesa desorganización tiene, en el estado actual de la sociedad, quedescansa en la familia, las consecuencias más desmoralizadoras,tanto para los esposos como para los niños. Una madre que no tieneel tiempo de ocuparse de su criatura, de prodigarle durante susprimeros años los cuidados y la ternura más normales, una madreque apenas puede ver a su hijo no puede ser una madre para él, elladeviene fatalmente indiferente, lo trata sin amor, sin solicitud, como aun niño extraño. Y los niños que crecen en esas condiciones mástarde se pierden enteramente para la familia, son incapaces desentirse en su casa en el hogar que ellos mismos fundan, porquesolamente han conocido una existencia aislada; ellos contribuyennecesariamente a la destrucción, por otra parte general, de la familiaentre los obreros. El trabajo de los niños implica una desorganizaciónanáloga de la familia. Cuando llegan a ganar más de lo que les cuestaa sus padres el mantenerlos, ellos comienzan aentregar a los padrescierta suma por hospedaje y gastan el resto para ellos. Y esto ocurre amenudo desde que tienen 14 ó 15 años (Power: Rept. on Leed, passim;Tufnell: Rept. on Manchester, p. 17, etc. en el informe de fábricas). Enuna palabra, los hijos se emancipan y consideran la casa paternacomo una casa de huéspedes: no es raro que la abandonen por otra, sino les place.215En muchos casos, la familia no es enteramente disgregada por eltrabajo de la mujer pero allí todo anda al revés. La mujer es quienmantiene a la familia, el hombre se queda en la casa, cuida los niños,hace la limpieza y cocina. Este caso es muy frecuente; en Manchestersolamente, se podrían nombrar algunos centenares de hombres,condenados a los quehaceres domésticos. Se puede imaginarfácilmente qué legítima indignación esa castración de hecho suscitaentre los obreros, y que trastorno de toda la vida de familia resulta deello, en tanto que las demás condiciones sociales siguen siendo lasmismas. Tengo ante mí la carta de un obrero inglés, Robert Pounder,Baron's Building, Woodhouse Moor Side, en Leeds (la burguesíapuede ir a buscarla allí, para ello es que indico la dirección exacta)que éste le dirigió a Oastler, la cual sólo puedo transcribir más omenos sin adornos; se puede en rigor imitar su ortografía, pero eldialecto de Yorkshire es intraducible. En ella cuenta cómo otro obreroconocido suyo, que había partido en busca de trabajo tropezó con unviejo amigo en St. Helen, Lancashire."Pues bien, señor, él lo encontró, y cuando llegó a su barraca, quees lo que era, imagínese, pues un sótano bajo y húmedo; ladescripción que dio de los muebles es la siguiente: 2 sillas viejas,una mesa redonda de tres patas, un cajón, ninguna cama sino unamontón de paja vieja en un rincón con un pal de sávanas suciaencima, y 2 tapa de caja en la chimenea y cuando mi povre amigoentró estaba sentado en el cajón celca del fuego, y ¿que usté quehasia? estaba allí y sursía las medias de su mujel con la aguja desursir y cuando vio a su viejo amigo en el unbral, izo, como paraesconder las medias, pero Joe, que era así el nombre de mi amigovio bien la cosa, y dijo: Jack, Dios mio, ¿qué hases tu, dónde es queestá tu mujel? ¿qué es ese trabajo que hases tu? El povre Jack tubovergüensa. i dijo, no, yo sé bien, ese no es mi travajo, pero mi povremujel esta en la fábrica, entra a las 5 y media de la mañana ytravaja hasta las 8 de la noche y está tan aplastada que no puedehaser nada cuando llega a la casa, yo tengo que hacer por ellatodo lo que216puedo, polque no tengo travajo ni e tenido desde hase tres años nimás nunca encontraré y los ojos se le llenaron de lágrimas. Ohamigo Joe dijo, hay sufisiente travajo para las mujeres y loschiquillos en la región pero no para los hombres; es más fácilencontrar cien libras en la calle que travajo pero no había creídoque tu ni nadie me viera sursiendo las medias de mi mujel polqueese no es travajo de hombre, pero ya casi se le caen a pedasos delas piernas y tengo miedo que ella se enferme por completo y yo sequé pasaría polque hase tiempo que ella a sido el hombre en lacasa; y yo soy el que hase de mujel; ese no es travajo, Joe, y el sepuso a llorar y dijo, pero esa no a sido siempre así; no Jack, dijoJoe, y no se como te la arreglaba pa vivir sin travajo; yo te lo voy adecir Joe, iba tirando pero la cosa salio mal, tu sabe cuando estabacasado tenía travajo, y tu sube que jamás e sido vago; pues no, tununca as sido vago; y teniamos una buena casa amueblada y Maryno tenia necesidad de travajar, yo podia travajar por los do, y ahoraes el mundo al revé; Mary tiene que trabajar y yo me quedo aqui pacuidal los niños y limpiar y labar y cosinar, y sursir, polque cuandola povre mujel viene por la noche está fatigada asta reventar; tusabes Joe es duro cuando uno está abituado a otra cosa, Joe dijo: simi viejo, es duro, y Jack empesó a llorar otra ves y desía que ojalánunca se ubiera casado ni nunca nacido, pero que nunca crellócuando se casó con Mary que todo eso iva a pasar. Como he lloradoa causa de todo eso, dijo Jack, y bueno señor, cuando Joe oyó todoeso, el me dise que maldició y mando a todos los diables las fábricasy los industriales y el govierno con todos los ajos que habíaaprendido desde su jubentud en las fábricas."¿Puede imaginarse una situación más absurda, más insensata, quela que describe esa carta? Y sin embargo, esa situación que quita alhombre su carácter viril y a la mujer su femineidad sin poder dar alhambre una verdadera femineidad y a la mujer una verdaderavirilidad, esa situación que degrada de manera más escandalosa aambos sexos y lo que hay de humano en ellos,217¡es la última consecuencia de nuestra civilización tan alabada, elúltimo resultado de todos los esfuerzos logrados por centenas degeneraciones para mejorar su vida y la de sus descendientes!Tenemos que, o bien perder toda la esperanza en la humanidad, en suvoluntad y en su marcha adelante, al ver los resultados de nuestroesfuerzo y de nuestro trabajo convertirse así en escarnio; o entoncestenemos que admitir que la sociedad humana ha errado el caminohasta aquí en su búsqueda de la felicidad; tenemos que reconocer queun trastorno tan completo de la situación social de ambos sexos sólopuede provenir del hecho de que sus relaciones han sido falseadasdesde el comienzo. Si la dominación de la mujer sobre el hombre, queel sistema industrial ha engendrado fatalmente, es inhumana, ladominación del hombre sobre la mujer tal como existía antes esnecesariamente inhumana también. Si la mujer puede ahora comoantes el hombre, fundar su dominación en el hecho de que ella aportamás, e incluso todo, al fondo común de la familia, se siguenecesariamente que esa comunidad familiar no es ni verdadera, niracional porque un miembro de la familia puede todavía jactarse deque aporta la mayor parte de ese fondo. Si la familia de la sociedadactual se disgrega, esa disgregación muestra precisamente que, enrealidad, no era el amor familiar lo que constituía el vínculo de lafamilia, sino el interés privado conservado en esa falsa comunidad debienes.* Las mismas relaciones deben también existir igualmenteentre los hijos y sus padres cuando éstos no tienen trabajo y ellos losmantienen, a menos que les paguen hospedaje, como hemos vistoanteriormente. El Dr. Hawkins manifiesta en su informe sobrefábricas que esa situación se encuentra con bastante frecuencia y espúblicamente notoria en Manchester. Al igual* Informaciones suministradas por los propios industriales indicancuán numerosas son las mujeres que trabajan en fábricas. Hay 10721de ellas en 412 fábricas de Lancashire; entre sus maridos, solamente5314 trabajaban igualmente en fabricas, 3929 tenían otro empleo,821 estaban desocupados, y sobre 329 no existían datos. Por tanto,en cada fábrica hay por término medio 2, y a veces 3 hombres, queviven del trabajo de su mujer. (F.E.)218que anteriormente la mujer, aquí son los hijos los que mandan en lacasa, de lo cual Lord Ashley cita un ejemplo en su discurso (sesión dela Cámara de los Comunes del 15 de marzo de 1844). Un hombrehabía reprendido seriamente a sus dos hijas porque ellas habíanestado en una taberna, y éstas manifestaron que estaban cansadas deser gobernadas: "Damn you, we have you to keep"53 y por otra parteellas querían disfrutar un poco del dinero ganado en el trabajo; ellasdejaron la casa paterna abandonando a padre y madre a su suerte.Las mujeres solteras que han crecido en las fábricas no son másafortunadas que las mujeres casadas. Es natural que la muchachaque ha trabajado en fábricas desde la edad de nueve años no hatenido la posibilidad de familiarizarse con las labores domésticas; deahí que las obreras de fábrica sean en ese campo enteramenteinexpertas y totalmente ineptas para ser buenas amas de casa. Ellasno saben ni coser, ni tejer, ni cocinar o lavar; los quehaceres másordinarias de una ama de casa les son desconocidos, y ellas ignorantotalmente cómo hay que componérselas con los niños de brazos. Elinforme de Fact. Inq. Comm. cita docenas de ejemplos de ello, y el Dr.Hawkins, comisionado para Lancashire, expresa así su opinión (p. 4del informe):"Las muchachas se casan jóvenes sin pensar que no poseen ni losmedios ni el tiempo ni la ocasión de aprender las tareas ordinariasde la vida doméstica, e incluso si las conocen no tendrían el tiempo,una vez casadas, de ocuparse en esas tareas. La madre se separade su criatura durante más de doce horas al día; se paga a unajoven o a una anciana para que cuide la criatura; por añadidura, lavivienda de los obreros industriales sólo muy raramente es unhogar agradable (home), con frecuencia es un sótano que no tieneni utensilios de cocina, ni nada para lavar, para coser o zurcir,donde falta todo lo que podría hacer la existencia agradable ycivilizada, todo lo que podría hacer el hogar53 ¡Vete al diablo, nosotros tenemos que mantenerte!219atractivo. Por estas razones y otras más, en particular para que lascriaturas tengan más oportunidades de sobrevivir, sólo puedodesear y esperar que un día vendrá en que las mujeres seránexcluidas de las fábricas."Para los ejemplos aislados y los testimonios, cf. Fact. Inq: Comm.Report, Cowell evid..: pp. 37; 38, 39, 72, 77, 50; Tufnell evid.: pp. 9,15, 45, 54, etc.Pero todo eso no es nada. Las consecuencias morales del trabajo delas mujeres en las fábricas son mucho peores aún. La reunión depersonas de ambos sexos y de todas las edades en un mismo taller, lainevitable promiscuidad que resulta de ello, el apiñamiento en unespacio reducido de personas que no han tenido ni formaciónintelectual ni formación moral, no están precisamente hechas paratener un efecto favorable sobre el desarrollo del carácter femenino. Elindustrial, aun cuando esté vigilante, no puede intervenir sino cuandoel escándalo es flagrante; él no podría estar al corriente de lainfluencia permanente, menos evidente, que ejercen los caracteresdisolutos sobre aquellos más morales y en particular sobre los másjóvenes y por consecuencia, él no puede prevenirla. Ahora bien, esainfluencia es precisamente la más nefasta. El lenguaje empleado enlas fábricas se ha informado a las inspectores fabriles en 1833 dediversas fuentes, es "indecente", "malo", "sucio", etc. (Cowell. evid.: pp.35, 37 y en muchos otros pasajes). La situación es en pequeño aquellaque hemos confirmado en gran escala en las grandes ciudades. Laconcentración de la población tiene el mismo efecto sobre las mismaspersonas, ya sea en una ciudad grande o en una fábrica relativamentepequeña. Si la fábrica es pequeña, la promiscuidad es mayor y lasrelaciones inevitables. Las consecuencias no se hacen esperar. Untestigo de Leicester dijo que prefería ver a su hija mendigar quedejarla ir a la fábrica, que la fábrica es un verdadero infierno, que lamayoría de las rameras de la ciudad deben su estado a sufrecuentación de la fábrica (Power evid.: p. 8); otro en Manchester, "notiene ningún escrúpulo en afirmar que las tres cuartas partes de las220jóvenes obreras fabriles de 14 a 20 años de edad ya no son vírgenes",(Cowell evid.: p. 57) El inspector Cowell emite la opinión de que lamoralidad de los obreros fabriles se sitúa un poco por debajo delpromedio de la clase trabajadora (p. 82) y el Dr. Hawkins dice (Rept. p.4):"Es difícil dar un estimado en cifras de la moralidad sexual, perosegún mis propias observaciones, la opinión general de aquellos aquienes he hablado de ello, así como el tenor de los testimonios queme han proporcionado, la influencia de la vida fabril sobre lamoralidad de la juventud femenina parece justificar un punto devista enteramente pesimista."Huelga decir que la esclavitud de la fábrica, como toda otra y hastamás que toda otra, confiere al patrón el Jus primae noctis.54 A esterespecto también el industrial es el amo del cuerpo y de los encantosde sus obreras. El despido es una sanción suficiente para vencer ennueve casos de cada diez, si no en el 99% de los casos, todaresistencia de parte de muchachas que, además, no tienendisposiciones particulares a la castidad. Si el industrial es lo bastanteinfame (y el informe de la comisión cita varios casos de ese género), sufábrica es al propio tiempo su harén; el que todos los industriales nohagan uso de su derecho no cambia en nada la situación de lasmuchachas. En los comienzos de la industria manufacturera, en laépoca en que los industriales eran unos advenedizos sin educaciónque no respetaban las reglas de la hipocresía social, ellos no sedejaban detener por nada en el ejercicio de su derecho "bienadquirido".A fin de juzgar bien los efectos del trabajo fabril sobre el estadofísico de las mujeres, será necesario examinar primeramente el trabajode los niños y la naturaleza misma de la labor.Desde el comienzo de la nueva industria se han empleado54 El derecho a la primera noche.221niños; al principio, debido a las pequeñas dimensiones de lasmáquinas (que más tarde resultaron mucho más importantes), sedaba ocupación casi exclusivamente a niños; se buscaban en lascasas de asistencia y se tomaban como "aprendices" por bandasenteras durante largos años entre los industriales. Eran alojados yvestidos colectivamente y devenían, desde luego, enteramenteesclavos de sus patrones que los trataban con una brutalidad y unabarbarie extremas. Desde 1796, la opinión pública manifestó tanenérgicamente su disgusto por boca del Dr. Percival y de Sir R. Peel(padre del ministro actual y él mismo fabricante de telas) que elParlamento votó en 1802 una Apprentice Bill(32) (ley sobreaprendices) que puso término a los abusos más escandalosos. Poco apoco, la competencia de los trabajadores libres se hizo sentir, y todo elsistema de "aprendizaje" desapareció progresivamente. Poco a poco seconstruyeron las fábricas sobre todo en las ciudades, se aumentó eltamaño de las máquinas, se construyeron locales mejor ventilados ymás sanos; hubo más empleo para los adultos y personas jóvenes;proporcionalmente, el número de niños empleados disminuyó un pocomientras que se elevaba un tanto la edad promedio a la cual secomenzaba a trabajar. Se dio empleo entonces a sólo pocos niños demenos de ocho o nueve años de edad. Más tarde, el poder legislativointervino varias veces, como veremos más adelante, para proteger alos niños contra la rapacidad de la burguesía.La mortalidad elevada que hacía estragos entre los hijos de losobreros, particularmente de los obreros fabriles, es una pruebasuficiente de la insalubridad a la cual se hallan expuestos durante,sus primeros años. Esas causas obran igualmente sobre los niños quesobreviven, pero evidentemente sus efectos son entonces un poco másatenuados que sobre aquellos que son víctima de las mismas. En elcaso más benigno, implican una predisposición a la enfermedad o unretraso en el desarrollo y, por consiguiente, un vigor físico inferior alnormal. El hijo de nueve años de un obrero, que crece en la miseria,las privaciones y las vicisitudes de la existencia, en la humedad, el fríoy la falta de vestido, está lejos222de poseer la capacidad de trabajo de un niño criado en buenascondiciones de higiene. A los nueve años se le envía a la fábrica, allítrabaja seis horas y media diariamente (antaño ocho horas, y antes,de doce a catorce horas, incluso dieciséis horas) hasta la edad de treceaños; a partir de ese momento, trabaja doce horas; a los factores dedebilitamiento que persisten, viene a añadirse la labor.Desde luego, no se podría negar que un niño de nueve años,incluso el de un obrero, pueda soportar un trabajo diario de seishoras y media sin que resulten para su desarrollo efectos nefastosvisibles, y de lo cual ese trabajo sería la causa evidente; pero seadmitirá que la estancia en la atmósfera de la fábrica, asfixiante,húmeda y con frecuencia de un calor húmedo, no podría en ningúncaso mejorar su salud. De todos modos, es prueba deirresponsabilidad el sacrificar a la avaricia de la burguesía insensiblelos años de los niños que deberían estar consagrados exclusivamentea su desarrollo físico e intelectual, el privar a los niños de la escuela yel aire libre, para explotarlos en beneficio de los señores industriales.Por supuesto, la burguesía nos dice: "Si no empleamos a los niños enlas fábricas, ellos permanecerán en condiciones de vida desfavorablespara su desarrollo", y en términos generales eso es cierto, -pero quésignifica ese argumento, reducido a su justo valor,- sino que laburguesía coloca primeramente a los niños de los obreros en esasmalas condiciones en beneficio propio; ella invoca un hecho del cuales tan culpable como el sistema industrial, justifica la falta quecomete hoy por aquella que cometió ayer. Si la ley de fábricas no losatara un poco las manos, veríamos cómo esos burgueses"benevolentes" y "humanos", que en realidad han construido susfábricas solamente por el bien de los trabajadores, veríamos cómoellos asumirían la defensa de los intereses de los trabajadores.Veamos un poco cómo ellos han obrado, antes de tener sobre sustalones a los inspectores de fábricas; su propio testimonio, el informede la comisión de fábricas de 1833, debe confundirlos.223El informe de la comisión central comprueba que los fabricantesraramente emplean a niños de cinco años de edad, frecuentemente deseis años, muy a menudo de siete años, en la mayoría de los casos deocho o nueve años; que la duración del trabajo es con frecuencia de14 a 16 horas diarias (excluyendo el tiempo de las comidas), que losindustriales toleraban que los supervisores golpearan y maltrataran alos niños, y que ellos mismas frecuentemente obraban del mismomodo; se informa incluso del caso de un industrial escocés quepersiguió a caballo a un obrero de 16 años que había huido,forzándolo a correr delante de él al trote de su caballo y golpeándolocontinuamente con un largo látigo. (Stuart evid.: p. 35). En lasgrandes ciudades, donde los obreros resisten más, es cierto que talescasos eran menos frecuentes. Sin embargo, incluso esa larga jornadade trabajo no bastaba a la voracidad de los capitalistas. Había queobrar por todos los medios de suerte que el capital invertido enedificios y máquinas fuese rentable, había que hacerlo trabajar lo másposible. Por eso es que los industriales introdujeron el escandalososistema del trabajo nocturno; entre algunos de ellas, había dosequipos de obreros, cada uno lo bastante fuerte para hacer funcionartoda la fábrica; uno trabajaba 12 horas de día, otro 12 horas denoche. Se puede uno imaginar fácilmente las consecuencias quedeberían tener fatalmente sobre el estado físico de los niños sobretodo pequeños y grandes e incluso de los adultos, esa privaciónpermanente del reposo nocturno que ningún sueño diurno podríasustituir. La sobreexcitación de todo el sistema nervioso, unida a undebilitamiento y a un agotamiento de todo el cuerpo, tales eran losresultados inevitables. A ello hay que añadir el estímulo y laexcitación al alcoholismo, al desenfreno sexual; un industrial declara(Tufnell: evid.: p. 91) que durante los dos años que él mantuvo eltrabajo nocturno nació el doble de niños ilegítimos y que ladesmoralización se agravó hasta el punto en que tuvo que renunciaral trabajo de noche. Otros industriales usaban un procedimiento másbárbaro todavía; ellos hacían trabajar a numerosos obreros de 30 a 40horas de un tirón, varias veces por semana, poniendo en pie equiposde sustitución224incompletos que no tenían otra finalidad que reemplazar cada vez auna parte solamente de los obreros para permitirles dormir algunashoras. Los informes de la comisión sobre esos actos de barbarie y susconsecuencias superan todo lo que me ha sido dable conocer en esecampo. Horrores tales como las que se relatan en los mismos no sehallan en ninguna parte, y veremos cómo la burguesía no cesa deinvocar el testimonio de la comisión en su favor. Las consecuencias desemejantes fechorías no se hicieron esperar: los inspectoresinformaran que ellos han estado entrevistando a una multitud deachacosos cuyos males provenían indudablemente de las largas horasde trabajo. Los achaques consisten casi siempre en una desviación dela columna vertebral y una deformación de las piernas y se describenen esos términos por Francis Sharp, M.R.C.S. (miembro del RealColegio de Cirugía)."Jamás había yo comprobado la deformación de la extremidadinferior del fémur antes de venir a Leeds. Creía primeramente quese trataba de raquitismo, pero el gran número de enfermos que sepresentaban en el hospital y la aparición de esa enfermedad a unaedad (de 8 a 14 años) en que los niños habitualmente ya no estánsujetos al raquitismo, así como el hecho de que ese mal habíacomenzado solamente desde que los niños trabajaban en la fábrica,me indujeron pronto a modificar mi opinión. Hasta el presente heatendido alrededor de un centenar de casos de ese género, y puedoafirmar de la manera más categórica que se trata de lasconsecuencias del exceso de trabajo físico; hasta donde yo sepa setrataba únicamente de niños que trabajaban en las fábricas, y ellosmismos veían en ese hecho el origen de su mal. El número de casosde desviación de la columna vertebral consecuencia manifiesta depermanecer de pie demasiado que he comprobado no debe serinferior a 300" (Dr. Loudon evid.: pp. 12, 13).El Dr. Hey, de Leeds, médico del hospital durante 18 años seexpresa igualmente:225"Las deformaciones de la columna vertebral son muy frecuentesentre los obreros. Algunas de ellas, como consecuencia de excesode trabajo físico, otras como consecuencia de un trabajo prolongadosobre una constitución originariamente débil o debilitada por unamala alimentación. Los estropeados parecían ser más frecuentesque estas enfermedades; las rodillas estaban torcidas haciaadentro, los tendones de los tobillos muy frecuentemente aflojadosy distendidos y los huesos largos de las piernas, torcidos. Eransobre todo los extremos de esos huesos largos los que se hallabandeformados e hipertrofiados, y esos pacientes provenían de fábricasdonde con frecuencia se trabajaba prolongadamente" (Dr. Loudonevid.: p. 16).Los cirujanos Beaumont y Sharp, de Bradford, se expresan en elmismo sentido. Los informes de los inspectores Drinkwater, Power, ydel Dr. Loudon contienen un sinnúmero de ejemplos parecidos detales deformaciones, los de Tufnell y el Dr. Sir David Barry que seinteresan menos en esos casos particulares, contienen algunos(Drinkwater evid.: p. 69; dos hermanos: pp. 72, 80; 146, 148, 150; doshermanos: pp. 155 y muchos otros; Power evid. . . pp. 63, 66, 67; dosejemplos; p. 68; tres ejemplos: p. 69; dos ejemplos en Leeds: pp. 29,31, 40, 43, 53 ss.; Dr. Loudon evid.: pp. 4, 7, cuatro ejemplos; p. 8varios ejemplos, etc.; Sir D. Barry: pp. 6, 8, 13, 21, 22, 44, 55, tresejemplos; Tufnell: pp. 5, 16, etc.). Los inspectores para Lancashire,Cowell, Tufnell y el Dr. Hawkins han descuidado casi completamenteese aspecto de las consecuencias médicas del sistema industrial,aunque ese distrito puede rivalizar perfectamente con el de Yorkshireen cuanto al número de sus pacientes. Raramente he andado porManchester sin toparme con tres o cuatro inválidos que sufrenprecisamente de la deformación de la columna vertebral y de laspiernas que acaba de ser descrita y es un detalle que a menudo heobservado y he tenido la ocasión de observar. Conozco personalmentea un lisiado que responde exactamente a la descripción hechaanteriormente por el Dr. Hey y que se lisió en la fábrica del señorDouglas, en Pendleton, quien disfruta todavía entre los226trabajadores de una tremenda reputación por haber exigido antes untrabajo que se prolongaba durante noches enteras en el aspecto deesa categoría de impedidos, se ve inmediatamente de dónde provienensus deformaciones, todos tienen la misma silueta, las rodillasdobladas hacia adentro y hacia atrás, los pies virados hacia adentro,las articulaciones deformadas y gruesas, y con frecuencia la columnavertebral desviada hacia adelante o de lado. Mas son esos buenosindustriales filántropos del distrito de Macclesfield, donde se trabajala seda, los que parecen haberse excedido, lo cual se debe también alhecho de que niños muy tiernos, de cinco o seis años, trabajan enesas fábricas. Entre los testimonios anexos del inspector Tufnellhallamos la deposición de un jefe de taller, Wright (p. 26), cuyas doshermanas habían sido lisiadas de la manera más vergonzosa, y queun día había contado el número de lisiadas en varias calles, algunosde las más limpias y atractivas de Macclesfield: encontró 10 enTownley Street, 5 en George's Street, 4 en Charlotte Street, 15 enWatercots, 3 en Bank Top, 7 en Lord Street y 12 en Mills Lane, 2 enGreat Georges Street, 2 en el hospicio de los pobres, 1 en Park Greeny en Pickford Street dos lisiados cuyas familias declararonunánimemente que las deformaciones eran el resultado de un trabajoexcesivo en las fábricas de tramar la seda. En la p. 27 se cita el casode un niño que se hallaba tan lisiado que no podía trepar unaescalera, y se mencionan casos de muchachas que presentandeformaciones de la espalda y las caderas.Ese trabajo excesivo provoca igualmente otras deformaciones, enparticular los pies planos, afección muy a menudo comprobada porSir D. Barry (por ej. pp. 21 ss; dos veces) y que los médicos ycirujanos de Leeds (Loudon, pp. 13, 16, etc.) consideran igualmentecomo muy frecuente. En los casos en que una constitución másrobusta, una mejor alimentación y otros factores han permitido aljoven obrero resistir semejantes efectos de una explotación bárbara,comprobamos por lo menos dolores de espalda, en las caderas ypiernas, tobillos hinchados, várices, ó bien extensas úlceraspersistentes en los muslos y en las pantorrillas. Estos males son227casi comunes entre los obreros; los informes de Stuart, Mackintosh, ySir D. Barry contienen centenares de ejemplos, e incluso ellos noconocen, por decirlo así, a ningún obrero que no sufra de alguna deesas afecciones y, en los demás informes, la presencia de las mismasconsecuencias es comprobada al menos por varios médicos. Losinformes concernientes a Escocia, establecen de manera indudable,gracias a numerosos ejemplos, que un trabajo de trece horas provocaincluso entre los obreros de uno y otro sexos de 18 a 20 años de edad,por lo menos esos mismos efectos, tanto en las hilanderías de lino deDundee y de Dunfermline como en las fábricas de telas de algodón deGlasgow y de Lanark.Todos esos males se explican fácilmente por la naturaleza deltrabajo fabril, que es, desde luego, según la palabra de losindustriales, muy "fácil", pero que es precisamente por su facilidad,más agotador que cualquier otro. Los obreros tienen pocas cosas quehacer, pero son obligados a permanecer constantemente de pie sinpoder sentarse. Cualquiera que se siente en el reborde de unaventana o en una cesta es castigado; esa permanencia perpetua de pieen un sitio, la presión mecánica permanente de la parte superior delcuerpo sobre la columna vertebral, sobre las caderas y las piernasproduce obligatoriamente los efectos que citamos anteriormente: Sinembargo, esa permanencia en un sitio de pie no es indispensable altrabajo, y por lo demás se han instalado asientos, al menos en lostalleres de Nottingham (lo que tiene por consecuencia la ausencia deesos males, y por consiguiente los obreros se hallan dispuestos alaborar prolongadamente), pero en una fábrica donde el obrero sólotrabaja para el burgués y tiene poco interés en hacer bien su trabajoél ciertamente no se sentirá estimulado a hacer nada que seaagradable y ventajoso para el industrial; los obreros deben por tantosacrificar la salud de sus miembros a fin de que sea estropeada unpoco menos la materia prima del burgués.* Esa* En los talleres de hilados de una fábrica de Leeds, también se haninstalado asientos, Drinkwater, evid,: p. 85. (F.E.)228larga y permanente posición de pie provoca, añadiéndose a laatmósfera generalmente rarificada de las fábricas, un agotamientoconsiderable de toda la energía física y por ende todo género de malesmenos localizados que generalizados. La atmósfera de las fábricas eshabitualmente a la vez caliente y húmeda, más bien más caliente de lonecesario y si la ventilación no es muy buena, la atmósfera es muyimpura, asfixiante, pobre en oxígeno, plena de polvos y de vapores delaceite de las máquinas que mancha casi por todas partes el suelo; lostrabajadores visten poca ropa debido al calor, y se resfriaríanautomáticamente si cambiara la temperatura de la pieza; pero en esecalor, la menor corriente de aire les parece desagradable, eldebilitamiento progresivo que se va apoderando progresivamente detodas las funciones físicas disminuye el calor animal que debe serentonces mantenido desde el exterior; y por eso el obrero prefierepermanecer en esa atmósfera calurosa de la fábrica, con todas lasventanas cerradas. A ello viene a añadirse el efecto del cambio bruscode temperatura cuando el obrero deja la atmósfera muy calurosa de lafábrica y tropieza con el aire glacial o muy frío y húmedo de puertasafuera, la imposibilidad para el obrero de protegerse bien de la lluvia yde cambiar de ropas cuando éstas se mojan; esos son factores queconstantemente provocan resfriados. Y cuando se piensa que, a pesarde todo, ese trabajo no exige ni hace realmente trabajar casi ningúnmúsculo del cuerpo, a no ser tal vez los de las piernas que nadacontrarresta el efecto debilitante y agotador de los factoresenumerados anteriormente, sino que al contrario falta todo ejercicioque pueda dar vigor a los músculos, elasticidad y firmeza a los tejidos,que desde su juventud el obrero nunca ha tenido tiempo de hacer elmenor ejercicio al aire libre, no se asombrará ya de la casiunanimidad con la cual los médicos declaran en el informe sobre lasfábricas, que ellos han comprobado particularmente entre los obrerosfabriles una falta de resistencia considerable a las enfermedades, unestado depresivo general que afecta todas las actividades vitales, undisminución persistente de las fuerzas intelectuales y físicas. Veamosprimeramente lo que dice Sir D. Barry:229"Las influencias desfavorables del trabajo fabril sobre los obrerosson las siguientes: 1) la necesidad absoluta de sincronizar susesfuerzos físicos e intelectuales con los movimientos de máquinasmovidas por una fuerza regular e infatigable; 2) la posición de pieque hay que soportar durante períodos anormalmente largos ydemasiado próximos unos de otros; 3) la privación de sueño (debidoa un trabajo prolongado, o a dolor en las piernas y enfermedadesfísicas generalizadas). Hay que añadir además el efecto de lostalleres con frecuencia de techo bajo, exiguos, polvorientos, ohúmedos, un aire malsano, una atmósfera recalentada unatranspiración continua. Por eso los niños en particular, salvo rarasexcepciones, pierden muy pronto las mejillas rosadas de lainfancia, y devienen más pálidos y más enclenques que otros niños.Incluso el aprendiz de tejedor manual que permanece descalzo en elpiso de tierra del taller, conserva mejor semblante, porque de vez encuando sale al aire libre. Pero el niño que trabaja en una fábrica notiene un momento de ocio, a no ser para comer, y no sale nunca alaire libre sino para comer. Todos los hiladores adultos son pálidos yflacos, sufren de un apetito caprichoso y de malas digestiones; ycomo todos ellos han crecido en la fábrica desde su juventud ycomo entre ellos hay pocos o ningún hombre de alta talla y deconstitución atlética, uno tiene que llegar a la conclusión de que sutrabajo es muy desfavorable para el desarrollo de la constituciónmasculina. Las mujeres soportan mucho mejor ese tipo de trabajo"(Completamente natural, pero veremos que ellas también tienensus enfermedades.). (General Report by Sir D. Barry.)Asimismo Power:"Puedo realmente afirmar que el sistema manufacturero haprovocado en Bradford una multitud de lisiados... y que los efectosfísicos de una labor muy prolongada no se manifiestan solamentebajo el aspecto de deformaciones verdaderas, sino de maneramucho más general, por la paralización del crecimiento, eldebilitamiento de los230músculos y la endeblez" (Power, Report, p. 74.)He aquí de nuevo al cirujano (Wundarzt)* F. Sharp, de Leeds, queya hemos citado:"Cuando abandoné Scarborough para instalarme en Leeds, mesorprendió inmediatamente el hecho de que aquí los niñosgeneralmente tienen el semblante mucho más pálido y que sustejidos son mucho menos firmes que aquellos de Scarborough y susalrededores. He hallado igualmente que muchos niños sonexcepcionalmente pequeños para su edad... He comprobadoinnumerables casos de escrófulas, de afecciones pulmonares,mesentéricas y casos de mala digestión, que en mi opinión comomédico, son provocados sin duda alguna por el trabajo fabril. Creoque el trabajo prolongado debilita la energía nerviosa del cuerpo yprepara el terreno para numerosas enfermedades; sin la afluenciaconstante de gente del campo, la raza de los obreros fabrilesdegeneraría pronto completamente."Beaumont, cirujano de Bradford, se expresa en los mismostérminos:"En mi opinión, el sistema de trabajo fabril en vigor aquí, provocauna atonía característica de todo el organismo y hace a los niñosextremadamente vulnerables a las epidemias así como a lasenfermedades accidentales... Considero que la ausencia de todareglamentación apropiada de la ventilación y de la limpieza de lasfábricas es realmente una de las causas principales de esamorbidez particular o de esa receptividad a las afeccionespatológicas que he comprobado tan frecuentemente en mi práctica."* Aquellos a quienes se llama cirujanos (surgeons) son médicosgraduados, lo mismo que los médicos diplomados (physicians) y poreso practican generalmente tanto la medicina como la cirugía. Se lesprefiere incluso generalmente a los "physicians" por diferentesrazones. (F.E.)231Asimismo, he aquí el testimonio de William Sharp, Jr.55:"1) he tenido la ocasión de observar, en las condiciones másfavorables, los efectos del régimen de trabajo en las fábricas sobrela salud de los niños (en la fábrica de Wood, en Bradford, la mejoratendida del lugar, donde él era médico agregado a la fábrica); 2)esos efectos son incontestablemente dañinos en alto grado, inclusoen las condiciones favorables de la fábrica en que yo estaba; 3) en1832, atendí a las tres quintas partes de todos los menores quetrabajan en la fábrica de Wood; 4) el efecto más nefasto no es elpredominio de lisiados, sino de constituciones débiles y enfermizas;5) se logró una mejora muy sensible desde que la duración deltrabajo de los menores de Wood se redujo a 10 horas.El propio comisionado, Dr. Loudon, que cita estos testimonios dice:Yo creo que acaba de demostrarse bastante claramente, que losniños han sido obligados a proveer un trabajo de una duraciónirracional y cruel e incluso los adultos han tenido que asumir untrabajo que supera las fuerzas de cualquier ser humano. Laconsecuencia es que un gran número muere prematuramente, queotros sufren para toda la vida de una constitución de ficiente, yque, fisiológicamente hablando, los temores de ver nacergeneraciones debilitadas por las taras de los supervivientes parecenestar muy bien fundados."Y en fin el Dr. Hawkins a propósito de Manchester:"Yo creo que la mayoría de los viajeros se asombran de la pequeñatalla, el aspecto desmedrado(insignificante) y la palidez deinnumerables personas que se ven en Manchester y sobre todo losobreros fabriles. Nunca he visto ciudad en55 (1845) erróneamente dice Dr. Kay (cf Factories InquiryCommission, Second Report, 1833, col. 3, p. 23).232Gran Bretaña o en Europa donde la diferencia con relación a lonormal del conjunto de la nación sea tan clara en lo que conciernea la talla y la tez. Uno se sorprende de ver que las mujerescasadas están desprovistas de todas las características de la mujeringlesa, etc. Debo confesar que los niños y niñas que trabajan enlas fábricas de Manchester que me han presentado tenían todos elaspecto deprimido y la tez pálida; nada de lo que constituyehabitualmente la movilidad, la vivacidad y la petulancia de lajuventud se traslucían en la expresión de su rostro. Un grannúmero de ellos declararon que no sentían el menor deseo de ir aretozar en pleno aire, el sábado por la noche y el domingo, y quepreferían quedarse tranquilos en la casa."Insertemos aquí, inmediatamente, otro pasaje del informe deHawkins, que bien viene al caso sólo a medias, por eso precisamentelo mismo cabe aquí que en otra parte."La intemperancia, los excesos, y la falta de previsión son losprincipales defectos de la población obrera y es fácil ver que lascausas de ello son las costumbres nacidas del sistema actual y queemanan casi ineluctablemente del mismo. Se reconocegeneralmente que la mala digestión, la hipocondría y la debilidadgeneral afectan a esta clase en proporciones considerables; luegode doce horas de trabajo monótono, es muy natural que se busqueun excitante cualquiera; pero cuando además se padecen esosestados mórbidos de que acabamos de hablar, pronto se recurrerepetidamente al alcohol."El propio informe provee centenares de pruebas en apoyo de lostestimonios de los médicos y comisionados. Contiene cientos dehechos que demuestran que el crecimiento de los jóvenes obreros esobstaculizado por el trabajo; entre otras cosas, Cowell indica el pesode 46 muchachos, todos de 17 años y asistiendo a una escueladominical, de los cuales, 26 que trabajaban en fábricas, pesaban portérmino medio 104,5 libras inglesas, y los 20 restantes que notrabajaban en fábricas, pero233pertenecían a la clase obrera, tenían un peso promedio de 117,7libras. Uno de los industriales más importantes en Manchester, líderde la oposición patronal a los obreros -Robert Hyde Greg, yo creollegó hasta decir un día que si eso continuaba, los obreros fabriles deLancashire pronto se convertirían en una raza de pigmeos.* Unteniente reclutador, declaró en su testimonio, (Tufnell, p. 59), que losobreros fabriles son poco aptos para el servicio militar; tienen aspectoenfermizo y desmedrado y con frecuencia son licenciados por losmédicos por inútiles. En Manchester, cuesta trabajo hallar hombresde 5 pies 8 pulgadas, casi todos sólo tienen 5 pies y 6 ó 7 pulgadas,mientras que en los distritos agrícolas la mayoría de los reclutasllegan a las 8 pulgadas. (La diferencia entre las medidas inglesas y lasprusianas es de unas 2 pulgadas por 5 pies, siendo la medida inglesala más corta.)A causa de los efectos debilitantes del trabajo fabril, los hombresson desgastados muy temprano. A los 40 años, la mayoría se hallanincapacitados para trabajar. Algunos se mantienen hasta los 45; casininguno llega a los 50 años sin verse obligado a dejar de trabajar. Lacausa de ello es, aparte de un debilitamiento físico general, unadebilidad de la vista como consecuencia del hilado en la mule,durante el cual el obrero debe mantener la vista fija sobre una largaserie de hilos finos y paralelos fatigando así considerablemente susojos. De los 1600 obreros empleados en varias fábricas de Harpur yLanark, solamente 10 tenían más de 45 años de edad; de los 22094obreros de diferentes fábricas de Stockport y de Manchester,solamente 143 pasaban de los 45 años; asimismo entre estos 143, 16eran mantenidos por favor especial, y 1 realizaba el trabajo de unniño. En una lista de 131 hiladores sólo había 7 de más de 45 años y,sin embargo, los 131 fueron todos rechazados por el industrial a quienellos pedían empleo, por tener "'demasiada edad". De 50 hiladoresechados a un lado, en Bolton, dos solamente eran de más de 50 años,los demás no llegaban ni siquiera a 40 por término medio, ¡y* Estas declaraciones no han sido extraídas del informe defábricas.(F.E.)234todos carecían de empleo a causa de su avanzada edad! Mr. Ashworth,un importante industrial, reconoce él mismo en una carta a LordAshley, que hacia la edad de 40 años, los hiladores ya no son capacesde producir una cantidad suficiente de hilados y que por esa razón "aveces" son despedidos; ¡él califica como "viejos" a los obreros de 40años!* Del mismo modo, el comisionado Mackintosh dice en el informede 1833 (A 2 p. 96):"Aunque yo estuviese ya preparado por el modo en que sonempleados los niños, me costó trabajo sin embargo creer a losobreros de cierta edad cuando me indicaban su edad, por lotemprano que envejecen."El cirujano Smellie, de Glasgow, que atiende principalmente aobreros fabriles, dice también que para ellos 40 años es una edadavanzada56 (old age) (Stuart evid.: p. 101). Hallamos en Tufnell, evid.:pp. 3, 9, 15; Hawkins Rept: p.4, evid.: p.14 etc., testimoniosparecidos. En Manchester, ese envejecimiento prematuro de losobreros es tan común que todo cuadragenario parece 10 ó 15 añosmayor, mientras que las personas de la clase acomodada hombres ymujeres conservan muy buen aspecto, a condición de que no bebanmucho.Los efectos del trabajo fabril sobre el organismo femenino sontambién completamente de otra índole. Las deformaciones físicas,como consecuencia de un trabajo prolongado, son todavía mucho másgraves entre las mujeres; deforma ciones de la pelvis debidas por unaparte a una mala posición de los huesos de la misma y a sucrecimiento defectuoso o a una desviación de la parte inferior de lacolumna vertebral, son frecuentemente las enojosas consecuencias.* Todo esto es extraído del discurso de Lord Ashley (sesión del 15 demarzo de 1844 en los Comunes). (F.E.)56 (1892) schon hohes Alter. (1845) schon ein hohes Alter235"Aunque yo no he encontrado -declara el Dr. Loudon en su informeningún caso de deformación de la pelvis ni algunas otrasafecciones, estos son males que todo médico debe considerar comouna consecuencia probable del trabajo prolongado impuesto a losniños; y ello es por otra parte asegurado por los médicos másdignos de crédito."El hecho de que las obreras fabriles tienen partos más difíciles quelas demás mujeres es atestiguado por varias comadronas y parteros,así como que ellas abortan más frecuentemente (por ej., por el Dr.Hawkins, evid.: pp. 11 y 13). Hay que añadir que las mujeres sufrende la debilidad común al conjunto de los obreros fabriles y que,encinta, trabajan en la fábrica hasta la hora del parto; evidentemente,si ellas cesan el trabajo demasiado temprano, pueden temer el versesustituidas y despedidas y, además, pierden su salario. Ocurre muy amenudo que las mujeres que trabajan todavía hasta la víspera delparto, dan a luz el día siguiente por la mañana, e incluso no es raroque el alumbramiento tenga lugar en la fábrica, en medio de lasmáquinas. Y si los señores burgueses no ven nada de extraordinarioen ello, tal vez sus mujeres convendrán conmigo en que el obligarindirectamente a una mujer encinta a trabajar de pie, a agacharsefrecuentemente doce o trece horas (antes todavía más) hasta el día delparto, es de una crueldad sin nombre, de una infame barbarie. Peroeso no es todo. Cuando las mujeres, luego del alumbramiento, puedenpermanecer sin trabajar durante 15 días, se sienten felices yconsideran que es un largo descanso. Muchas de ellas regresan a lafábrica luego de ocho días de reposo, incluso después de tres o cuatrodías para hacer su tiempo completo de trabajo. Un día oí a unindustrial preguntar a un capataz: ¿No ha regresado fulana? -No.-¿Cuándo dio a luz? -Hace ocho días-. La verdad es que hace rato quepudo haber regresado. Aquella, allá arriba, casi siempre se quedanada más que tres días en la casa. Desde luego, el temor de serdespedidas, el temor a la desocupación, pese a su debilidad, pese asus sufrimientos, la hace regresar a la fábrica; el interés de losindustriales no podría soportar que los obreros permanezcan en lacasa por causa de enfermedad;236ellos no tienen derecho de enfermarse; las obreras no debenpermitirse el dar a luz, sino el industrial tendría que paralizar susmáquinas o fatigar sus nobles meninges para proceder a un cambiotemporal; y antes de que ello ocurra, él despide a sus trabajadoresque se dan el lujo de no tener buena salud. Escuchad, pues (Cowell,evid.: p. 77):"Una joven se siente muy mal y apenas puede hacer su trabajo. -¿Por qué, le pregunto, no pide permiso para regresar a su casa? -Ahseñor, el patrón es muy estricto en estas cuestiones, si faltamos uncuarto de jornada, arriesgamos ser despedidas."O este otro caso (Sir David Barry, evid.: p. 44) Thomas Mac Durt,un obrero, con un poco de fiebre:"No puede quedarse en casa, al menos no más de cuatro horas, delo contrario arriesga perder su empleo."Y lo mismo ocurre en casi todas las fábricas. El trabajo al cual sonobligadas las jovencitas provoca durante su período de crecimiento unsinnúmero de otros males. En algunas de ellas, el calor muy fuerteque reina en las fábricas activa el desarrollo físico, en particular entrelas mejor alimentadas, de modo que algunas niñas de 12 a 14 años sehallan completamente formadas. Robertson, el partero ya citado y queel informe de fábrica califica de "eminente" relata en el North ofEngland Medical and Surgical Journal, que reconoció a una niña de 11años, y no solamente era una mujer completamente formada, sino queademás estaba encinta, y que no era raro en Manchester quejovencitas de 15 años se convirtieran en madres. En tales casos, elcalor de las fábricas obra como el calor de los climas tropicales y,como bajo esos climas, el desarrollo demasiado precoz se paga con unenvejecimiento y un debilitamiento prematuros. Sin embargo, hayfrecuentes ejemplos de retraso en el desarrollo sexual femenino: lossenos se forman tarde o no del todo (Cowell cita algunos de estoscasos, p. 35); en muchos casos la menstruación no aparece237sino a los 17 ó 18 años, algunas veces a los 20 años y con frecuenciafalta completamente (Dr. Hawkins, evid. p. 11; Dr. Loudon, p. 14, etc.;Sir David Barry, p. 5, etc). Las menstruaciones irregularesacompañadas de dolores y de males de todo género, en particular deanemia, son muy frecuentes; en esto, los informes de los médicos sonunánimes. Los niños que esas mujeres traen al mundo, sobre todocuando han tenido que trabajar durante el embarazo, no pueden serrobustos. Al contrario, en el informe se consideran muy desmedrados,sobre todo los de Manchester; únicamente Barry afirma que lo pasanbien, pero dice también que en Escocia, donde hizo su encuesta, casino hay mujeres casadas entre las trabajadoras; además, la mayoría delas fábricas se hallan ubicadas en el campo, excepto las de Glasgow, yese es un factor que contribuye mucho a la robustez de los niños. Loshijos de obreros en los alrededores de Manchester son todos lozanos yrosados, mientras que los de la ciudad son cloróticos y escrofulosos;pero a los 9 años sus bellos colores desaparecen de un golpe, porquese envían entonces a la fábrica y pronto no pueden distinguirse de losniños de la ciudad.Hay además otras ramas del trabajo industrial cuyos efectos sonparticularmente nefastos. En numerosos talleres de hilado de algodóny lino flotan polvos de fibras, suspendidos en el aire, que provocan,especialmente en los talleres de cardar y rastrillar, afeccionespulmonares. Ciertas constituciones pueden soportarlas, otras no. Peroel obrero se halla sin alternativa alguna: tiene que aceptar el tallerdonde encuentra trabajo, sin importar que sus pulmones esténbuenos o malos. Las consecuencias más habituales de la entrada deese polvo en los pulmones son el escupir sangre, una respiraciónpenosa y silbante, dolores en el pecho, tos, insomnio, en una palabra,todo los síntomas del asma que, en los casos extremos, degenera entisis (cf. Stuart: pp. 13, 70, 101; Mackintosh: p. 24, etc.; Power: Rept.on Nottingham, on Leeds; Cowell: p. 33, etc.; Barry: p. 12 -cinco enuna sola fábrica-, 17, 44, 52, 60, etc; la misma cosa en su informe;Loudon: p. 13, etc.). El hilado húmedo del lino, practicado por niñas yniños es238particularmente malsano. El agua que brota de los husos los salpica,de modo que sus ropas están constantemente mojadas por delantehasta la piel y siempre hay charcos de agua en el suelo. Lo mismoocurre en los talleres de las fábricas donde se procesa el algodón, peroen un grado menor, lo cual implica catarros crónicos y afeccionespulmonares. Todos los obreros fabriles tienen la misma voz tomada yronca, pero especialmente los hiladores húmedos y los dobladores.Stuart, Mackintosh y Sir D. Barry subrayan con extrema energía elcarácter malsano de ese trabajo y la despreocupación de la mayoría delos industriales en cuanto a la salud de las jovencitas que realizanesas tareas. Otro efecto molesto del hilado del lino se manifiesta bajoel aspecto de deformaciones características de la espalda, enparticular que el omóplato derecho sobresale, como resultado de lanaturaleza del trabajo. Esta manera de hilar, lo mismo que el hiladodel algodón en la Throstle, provoca además afecciones de la rótula, dela cual el obrero se sirve para parar los husos mientras ata los hilosrotos. Las numerosas flexiones del busto que exige el trabajo en estasdos últimas ramas y el hecho de que las máquinas son bajas tienenpor consecuencia deficiencias del crecimiento. Yo no recuerdo habervisto en el taller de las Throstle de la hilandería de algodón donde yoestaba empleado, en Manchester, a una sola joven que fuese esbelta ybien proporcionada; todas eran pequeñas, contrahechas y de estaturacomprimida característica, realmente feas de formas. Además de todasesas enfermedades y padecimientos, los obreros sufren también otraespecie de daños físicos que afectan sus miembros. El trabajo enmedio de las máquinas ocasiona un número considerable deaccidentes más o menos graves que tienen además por consecuenciauna incapacidad parcial o total para el trabajo. El caso más frecuentees que la falange de un dedo sea aplastada; más raramente ocurre queel dedo entero, la mitad de la mano o la mano entera, un brazo, etc.sean cogidos en un engranaje y triturados. Muy frecuentemente esosaccidentes, incluso los más benignos, provocan la aparición deltétanos, lo cual implica la muerte. En Manchester, se puede ver,aparte de numerosos lisiados, un gran número de mutilados; uno haperdido todo el239brazo o el antebrazo, otro un pie, aun otro la mitad de la pierna; talparece que se halla uno en medio de un ejército que regresa de unacampaña. Las partes más peligrosas de las instalaciones son lascorreas que trasmiten la energía del eje a las diferentes máquinas,sobre todo cuando tienen curvas lo cual es, cierto, cada vez más raro;quienquiera que sea atrapado por esas correas es arrastrado por lafuerza motriz con la rapidez del relámpago, su cuerpo es lanzadocontra el techo después contra el suelo con una violencia tal queraramente le queda un hueso intacto y la muerte es instantánea.Entre el 12 de junio y el 3 de agosto de 184457, el ManchesterGuardian relata los casos siguientes de accidentes graves -nomenciona los casos leves: el 12 de junio en Manchester murió detétanos un niño cuya mano había sido aplastada por un engranaje; el15 de junio58, un joven de Saddleworth atrapado y arrastrado por unarueda muere completamente aplastado; el 29 de junio, un hombrejoven de Greenacres Moor, cerca de Manchester, trabajando en unafábrica de máquinas, fue arrastrado bajo una rueda de molino que lefracturó dos costillas y lo despedazó; el 24 de julio, una jovencita deOldham murió arrastrada por una correa que la hizo dar 50 vueltas,no dejándole un hueso sano: el 27 de julio, una jovencita cayó en elBlower (la primera máquina que recibe el algodón en rama) y murió aconsecuencia de las lesiones recibidas; el 3 de agosto, en Dukinfield,un tornero de bobinas murió arrastrado por una correa; todas suscostillas fueron hundidas. El hospital de Manchester, atendió,solamente durante el año 1843, 962 casos de lesiones y mutilacionescausadas por máquinas, mientras que el número total de accidentesde todo género llegó a la cifra de 2426, lo que hace que dos accidentesde cada cinco se debieran a las máquinas. Los accidentes ocurridos enSalford no están comprendidos en esas estadísticas, ni tampoco losque fueron atendidos por médicos particulares. En caso de accidentesde ese género, que implican o no incapacidad para el trabajo, los industriales pagana lo sumo los honorarios del médico, y en los casos excepcionalmentegraves, pagan el salario durante el tratamiento, pero les importa unbledo la suerte ulterior del obrero si ya no puede trabajar más.El informe de fábrica dice al respecto: en todos los casos elindustrial tiene que ser responsable, pues los niños no pueden tomarprecauciones; en cuanto a los adultos, ellos, toman precaución eninterés propio. Pero los burgueses son los que redactan el informe, ypor eso tienen que contradecirse y lanzarse después a todo género dehabladurías sobre; "la temeridad culpable" (culpable temerity) de losobreros. Poco importa. La cosa está clara: si los niños son incapacesde tomar precauciones, entonces hay que prohibir el trabajo de losniños. Si los adultos no toman precauciones como corresponde, esnecesariamente, o bien porque sean niños, y no tengan un grado deeducación que les permita medir con precisión la dimensión delpeligro, -¿y de quién es la culpa, si no de la burguesía que losmantiene en una situación en que ellos no pueden educarse?-, o bienporque las máquinas estén mal instaladas y tengan que ser rodeadasde barandillas de protección adecuada, precaución que incumbetambién al burgués; o bien, asimismo, que el obrero tenga seriosmotivos, más importantes para él que la amenaza del peligro -necesitatrabajar rápido, para ganar dinero, no tiene tiempo de tomarprecauciones, etc.-, y aquí también la culpa es del burgués.Numerosos accidentes sobrevienen, por ejemplo, cuando losobreros quieren limpiar las máquinas cuando ellas están funcionando.¿Por qué? Porque el burgués obliga a los obreros a limpiar lasmáquinas durante las pausas, cuando están paradas, y el obreronaturalmente no tiene deseos de ver reducidas su tiempo libre. Paraél, cada hora de libertad es tan preciosa que prefiere afrontar dosveces par semana un peligro mortal, que sacrificar esas horas enbeneficio del burgués. Si el industrial, dentro de la jornada detrabajo, dedicara el tiempo necesario para la limpieza de lasmáquinas, a ningún obrero241jamás se le ocurriría limpiarlas cuando están en marcha. En suma, entodos los casos la culpa en última instancia es del burgués, a quien sedebería exigir por lo menos que socorriera durante toda su vida alobrero incapacitado definitivamente para trabajar, o a su familia encaso de accidente mortal. En los comienzos de la era industrial, losaccidentes eran relativamente mucho más numerosos queactualmente porque las máquinas eran deficientes, más pequeñas,más amontonadas las unas contra las otras y casi siempre sinrevestimiento de protección. Pero como lo prueban los datosanteriores, el número de accidentes es todavía suficientementeimportante como para que se formulen las más serias objeciones a unestado de cosas que permite tantas mutilaciones y lesiones,provocadas en beneficio de una sola clase, y que lanza a muchosobreros industriosos a la miseria y el hambre luego de un accidentesufrido en el trabajo y por culpa de la burguesía.¡He aquí, pues una buena lista de enfermedades, debidasúnicamente a la odiosa codicia de la burguesía! Mujeres incapacitadaspara la procreación, niños lisiados, hombres debilitados, miembrosaplastados, generaciones enteras estropeadas; condenadas a ladebilidad y la tisis, y todo ello, ¡únicamente para llenar la bolsa de laburguesía! Y eso no es nada comparado con los actos individuales debarbarie que pueden leerse: niños sacados desnudos de la cama porsupervisores que las arrastran para la fábrica, con sus ropas bajo elbrazo, a puñetazos y puntapiés (por ejemplo, Stuart: p. 39, etc.), se lesgolpea para despertarlos, y a pesar de todo se duermen en su trabajo.Leemos que un pobre niño todavía dormido después de la paralizaciónde las máquinas saltaba al llamado brutal del supervisor y, con losojos cerrados, realizaba los gestos mecánicos de su trabajo; leemosque los niños demasiado fatigados para poder regresar a sus casas, seescondían debajo de la lana en el taller de secado, para dormir allí yque sólo se les podía ahuyentar de la fábrica a golpes de vergajo, quecentenares de niños regresaban cada noche tan agotados a sus casasque el sueño y la falta de apetito les242impedía tragar la comida, que los padres los hallaban arrodilladosjunto a la cama, porque se habían dormido mientras oraban. Cuandoleemos todo eso y cien otras infamias y horrores en ese solo informe,todos atestiguados bajo juramento, confirmados por varios testigos,expuestos por personas que los inspectores califican ellos mismos dedignas de fe, cuando pensamos que se trata de un informe "liberal",un informe de la burguesía59 destinado a batir en ruina el informeprecedente de los Tories y a establecer la pureza de corazón de losindustriales, cuando pensamos que los propios inspectores están dellado de la burguesía, y no relatan todos esos hechos sino demalgrado, ¿cómo no indignarnos, rabiar contra esa clase que presumede filantrópica y desinteresada, mientras que lo único que le importaes llenar su bolsa à toux prix60? Escuchemos sin embargo lo que nosdice la burguesía por boca del criado que ha elegido, el Dr. Ure:Se ha dicho a los obreros, cuenta éste en la p. 277 y siguientes desu Philosophy of Manufactures, que sus salarios no correspondenen modo alguno a sus sacrificios y así es como se ha destruido elbuen entendimiento entre patronos y obreros. En vez de eso, losobreros debieran ganar méritos por su celo y aplicación, y disfrutardel beneficio obtenido por sus patronos, convirtiéndose entoncesellos mismos en capataces, directores y hasta en socios y de esemodo (oh, sabiduría, tú hablas con la suavidad de la paloma)"¡incrementaría la demanda de mano de obra en el mercado!" "Si noreinara tanta agitación entre los obreros, el sistema industrial sedesarrollaría de manera aun más beneficiosa."Sigue una larga jeremiada acerca de los numerosos actos deinsubordinación de los obreros; a propósito de una paralización deltrabajo de los obreros mejor pagados, los hiladores de hilos59 (1892): un informe de burgués. (ein Bourgeoisbericht)60 A todo precio. En francés en el original alemán.243finos, continúan con esta afirmación ingenua:"Sí, es su salario elevado lo que les permite crear un comité depersonas asalariadas y llegar a un estado de tensión nerviosaextremo por un régimen alimenticio demasiado bueno y demasiadoexcitante para su trabajo" (p.298)Veamos ahora cómo describe el burgués el trabajo de los niños:"He visitado muchas fábricas, en Manchester y sus alrededores, yjamás he visto niños maltratados y a quienes se hubiera infligidocastigos corporales, o incluso que estuviesen simplemente tristes.Ellos parecían todos alegres (cheerful) y alertas, complaciéndose(taking pleasure) en poner en juego sus músculos sin fatiga,disfrutando a plenitud de la vivacidad natural de su edad. Elespectáculo que me ofrecía la industria, lejos de hacer nacer en míemociones tristes, fue siempre para mí motivo de grata satisfacción.Era delicioso (delightful) observar la agilidad con la que ellosataban los hilos rotas a cada retroceso del carro de la mule, y verlosdivertirse a su gusto en todas las posiciones imaginables, luego dealgunos segundos de actividad de sus dedos finos, hasta que seterminaran el retiro y el enrollado. El trabajo de esos vivarachos(lively) parecía un juego en el que su largo adiestramiento lespermitía una encantadora destreza. Conscientes de su habilidad,les gustaba mostrarla a todo visitante. Ni la menor huella deagotamiento; pues a la salida de la fábrica se ponían a retozarenseguida con el ardor de niños que salen de la escuela." (p. 301)¡Claro, como si la puesta en acción de todos los músculos no fueseuna necesidad inmediata para sus cuerpos a la vez entumecidos yenervadas! Pero hubiera sido necesario esperar, para ver si esaexcitación momentánea no desaparecía al cabo de algunos minutos.Además, ¡Ure no podía observar ese fenómeno sino al mediodíadespués de cinco o seis horas de244trabajo, pero no por la noche! En lo que concierne a la salud de losobreros, este burgués tiene el descaro sin límites de citar, comotestimonio de la excelente salud de los obreros, el informe de 1833que acabamos precisamente de utilizar y de citar mil pasajes, y tienela desfachatez de querer probar con la ayuda de algunas citasseparadas del contexto que entre los obreros no hay vestigios deescrófulas y lo cual es cierto que el régimen del trabajo fabril los liberade todas las enfermedades agudas (pero él oculta naturalmente queellos en cambio son atacados por todas las afecciones crónicas). Esnecesario saber que el informe comprende tres gruesos volúmenesinfolio, que a ningún burgués inglés bien nutrido se le ocurriráestudiar a fondo para comprender con que descaro nuestro amigo Urequiere hacer creer al público inglés las más burdas mentiras. Veamoslo que dice de la ley de 183361 sobre las fábricas, votada por laburguesía liberal y que sólo impone a la industria las limitaciones máselementales, como veremos. Esta ley, en particular la obligaciónescolar, es, según él, una medida absurda y despótica tomada contralos industriales. A causa de ella, dice él, todos los niños menores dedoce años han sido privados de trabajo, ¿y cuál ha sido laconsecuencia de ello? Los niños privados así de su trabajo útil y fácil,no reciben ya en lo sucesivo la menor educación; expulsados de sutaller de hilado muy cálido al mundo glacial, sólo subsisten por lamendicidad y el robo. Existencia que hace un triste contraste con lasituación constantemente mejorada que tenían en la fábrica y en laescuela dominical. Esta ley, dice él asimismo, agrava, bajo la máscarade la filantropía, los sufrimientos de los pobres y no sólo puedeentorpecer al extremo sino paralizar completamente al industrialconcienzudo en su trabajo (pp. 405, 406 y siguientes).Los efectos destructores del sistema industrial comenzaron a llamarpronto la atención general. Ya hemos hablado de la ley de 1802 sobrelos aprendices. Más tarde, hacia 1817, el futuro fundador delsocialismo inglés, por entonces industrial de New61 En Engels, aquí y más adelante, por error "ley de 1834".245Lanark, Escocia, Robert Owen, gestionó ante el gobierno, mediantepeticiones y memorias, la necesidad de garantías legales para la saludde los obreros, especialmente de los niños. El difunto Sir Robert Peel,así como otros filántropos, se unieron a él e hicieron tanto queobtuvieron sucesivamente la aprobación de las leyes fabriles de181962, 1825 y 1831, de las cuales sólo la última fue parcialmentecumplida, y las dos primeras absolutamente ignoradas(33). Esta leyde 1831, basada en un proyecto de Sir John Cam Hobhouse,estipulaba que en ninguna fábrica de telas podrían trabajar de nochelas personas de menos de 21 años de edad, o sea entre las 71/2 de lanoche y las 51/2 de la mañana, y que en todas las fábricas laspersonas menores de 18 años deberían trabajar un máximo de 12horas diarias y 9 horas el sábado. Pero como los obreros no podíanatestiguar contra su patrón sin ser despedidos inmediatamente, estaley fue poco útil. En las grandes ciudades donde los obreros seagitaban más, los industriales más importantes convinieron todos a losumo en plegarse a la ley; pero en esto hubo de todo, como losindustriales de la campiña, que no le hicieron caso. Sin embargo, losobreros habían comenzado a exigir una ley de 10 horas, es decir, unaley prohibiendo trabajar a más de 10 horas a toda persona menor de18 años. Las campañas de las asociaciones obreras lograron que esedeseo fuese unánime entre la población obrera, y la fracciónhumanitaria del partido Tory, dirigida en aquella época por MichaelSadler, se apoderó de ese plan y lo presentó al Parlamento. Sadlerobtuvo la creación de un comité parlamentario para investigar elrégimen fabril, el cual presentó su informe en el período de sesionesde 1832. Este informe, decididamente parcial, fue redactadoúnicamente por adversarios del sistema industrial y tenía unafinalidad política. Llevado por su noble pasión, Sadler se dejóarrastrar por los alegatos más erróneos, por las afirmaciones másinexactas; sólo por el modo de hacer las preguntas, él arrancaba a lostestigos respuestas que, desde luego, contenían una parte de verdad,pero eran mal presentadas y falsas. Horrorizados62 En Engels, por error: 1818.246por un informe que hacía de ellos monstruos, los industrialesdemandaron entonces a su vez una investigación oficial; ellos sabíanque un informe exacto no podía -en ese momento- sino serles útil,sabían que quienes tenían el timón eran los whigs, auténticosburgueses con quienes ellos se entendían bien, y que por principioeran hostiles a una limitación de la industria. Obtuvieron en efecto lacreación de una comisión compuesta únicamente por burguesesliberales cuyo informe fue precisamente el que he citado tanfrecuentemente hasta aquí. Este informe es un poco más cercano a laverdad que el del comité Sadler, pero se aparta del mismo en elsentido contrario. Cada página refleja su simpatía por los industriales,su desprecio hacia el informe de Sadler, su aversión por los obrerosindependientes y por los partidarios del proyecto de ley de las 10horas. En ninguna parte reconoce a los obreros el derecho a unaexistencia humana, a una actividad propia, a opiniones personales;les reprocha el no pensar solamente en los niños al reclamar la ley del0 horas, sino también en ellos mismos, trata de demagogos, de gentemala, etc., a los obreros que exigen lo suyo; en suma, está de parte dela burguesía y, a pesar de todo, le es imposible disculpar a losindustriales. A pesar de todo, hay por confesión propia tal cantidad deinfamias por parte de los industriales que también después de eseinforme la agitación por la ley de 10 horas, el odio de los obreroshacia las industriales y las acusaciones más graves que formula elcomité contra ellos, están enteramente justificadas. La únicadiferencia es que, mientras el informe de Sadler reprochaba a lasindustriales en la mayoría de los casos una brutalidad abierta, sinvelos, aparece ahora que esta brutalidad se ejerce casi siempre bajo lamáscara de la civilización y la filantropía. El Dr. Hawkins,comisionado médico para Lancashire, ¿no se declara, desde la primerapágina de su informe, resueltamente en favor de la ley de 10 horas? Yel propio comisionado Mackintosh declara que su informe no reflejasino una parte de la verdad, pues fue muy difícil hacer que los obrerosse pronunciaran contra sus patronos y porque los industriales porotra parte obligados por la agitación reinante entre los obreros a cedercasi siempre a247sus reivindicaciones muy frecuentemente se hallaban preparadospara la visita de la comisión63, haciendo barrer las fábricas,reduciendo la velocidad de rotación de las máquinas, etc. EnLancashire especialmente, recurrieron al truco que consistía enpresentar a la comisión los capataces de talleres como "obreros" parahacerles testimoniar los sentimientos humanitarios de losindustriales, el excelente efecto del trabajo sobre la salud y laindiferencia, incluso la hostilidad, de los obreros respecto de la ley de10 horas. Pero esos capataces ya no son verdaderos obreros, sondesertores de su clase que, por un salario más elevado, se pasan alservicio de la burguesía y luchan contra los obreros para defender losintereses de los capitalistas. Su interés es el de la burguesía, y por esolos obreros les odian casi más que a los propios industriales. Y sinembargo, sirvió ampliamente para revelar en toda su inhumanidad elescandaloso cinismo de la burguesía industrial hacia sus obreros ytoda la infamia del sistema industrial de explotación. Nada es másrepugnante que ver en una página de ese informe, las largas listas deenfermedades y padecimientos causados por el exceso de trabajo, y enotra página, enfrente, las frías consideraciones de economía políticadel industrial, por las cuales éste trata de demostrar, con el apoyo decifras, que sería arruinado e Inglaterra con él, si no se le siguierapermitiendo hacer que cada año resulten lisiados un númerodeterminado de niños únicamente el lenguaje descarado del señorUre, que acabo de citar, podría ser más repugnante, si no fuesedemasiado ridículo.Ese informe tuvo por consecuencia la ley fabril de 1833 queprohibió el trabajo de los niños menores de 9 años (excepto en lassederías), limitó la duración del trabajo infantil, entre 9 y 13 años deedad, a 48 horas por semana o al máximo de 9 horas diarias, la deltrabajo de aquellos entre 14 y 18 años, a 69 horas por semana o a losumo 12 horas diarias, fijó un mínimo de una hora y media para lacomida y prohibió una vez más el trabajo nocturno para todos losmenores de 18 años. Al mismo63 (1845), por error: "Visita de los industriales".248tiempo, cese la ley instituyó la asistencia escolar obligatoria de 2horas diarias para todos los menores de 14 años, y todo industrial queempleara niños y no tuviere ni el certificado médico de edad expedidopor el médico de fábrica, ni el certificado de escolaridad expedido porel maestro de escuela, incurría en las penas previstas por la ley. Encambio, estaba autorizado a retener cada semana un penique delsalario del niño para el maestro de escuela. Además, se nombraronmédicos e inspectores de fábrica que tenían acceso a las fábricas entodo momento, podían recibir declaraciones de los obreros en lasmismas bajo juramento, y tenían por misión el velar por elcumplimiento de la ley y, de ser necesario, presentar quejas ante eljuez de paz. ¡Tal es la ley que hace rabiar al Dr. Ure de modoindescriptible!La ley, y en particular el nombramiento de inspectores, tuvieron porefecto que la duración del trabajo se redujera a 12 ó 13 horas diariaspor término medio, y que, en la medida de lo posible, los niños fueransustituidos. Así desaparecieron casi completamente algunos de losmales más escandalosos; únicamente los organismos más débilesestuvieron en lo adelante sujetos a los padecimientos; los efectosnefastos del trabajo se revelaron de modo menos evidente. Sinembargo, hallamos en el informe sobre las fábricas muchostestimonios que prueban que los males relativamente menos serios,tales como la hinchazón de los tobillos, debilidad y dolor en laspiernas, en las caderas y la columna vertebral, várices, ulceracionesde las extremidades inferiores, debilidad general y en particulardebilitamiento de los tejidos del bajo vientre, tendencia a vomitar,falta de apetito alternando con un hambre devoradora, mala digestión,hipocondría, así como las afecciones pulmonares debidas al polvo y ala atmósfera malsana de las fábricas, etc., etc., sobrevivieron inclusoen las fábricas y entre los individuos que trabajaban en lascondiciones previstas por la ley de Sir John Cam Hobhouse, o sea de12 a 13 horas al máximo. Sobre todo en cuanto a este punto es quehay que comparar los informes de Glasgow y Manchester. Esos maleshan continuado haciendo estragos249incluso después de la ley de 1833, y todavía hoy día continúanminando la salud de la clase trabajadora. Se ha tenido cuidado de dara la codicia brutal de la burguesía un aspecto hipócrita y civilizado, seha velado por que los industriales, a los cuales el brazo de la justiciaprohibe villanías demasiado llamativas, no tengan sino más razonesaparentes de ostentar complacientemente su pretendida humanidad;eso es todo. Si una nueva comisión investigara la situación actual,comprobaría que casi nada ha cambiado. En lo que concierne a laobligación escolar improvisada, puede decirse que sigue sin efectoporque el gobierno no se ha preocupado de abrir buenas escuelas. Losindustriales dieron empleo a obreros retirados a los cuales enviabanlos niños dos horas diarias, satisfaciendo así la letra de la ley, pero losniños no aprendieron nada. Incluso los informes de los inspectoresfabriles que se limitaban a desempeñar su cargo, o sea velaban por laaplicación de la ley de fábricas proporcionan suficiente informaciónpara que se pueda acabar con la fatal persistencia de los males yamencionados. Los inspectores Horner y Saunders, en sus informes deoctubre y diciembre de 1843, relatan que un número muy grande deindustriales hacen trabajar 14 ó 16 horas y más incluso en las ramasen que se puede prescindir del trabajo de los niños, o bien sustituirlopor adultos desocupados. Y añaden que entre ellos hay muchaspersonas jóvenes que acaban precisamente de superar la edad límiteprescrita por la ley. Otros violan deliberadamente la ley, reducen lashoras de descanso, haciendo trabajar a los niños mayor tiempo delpermitido, y aceptando de buena gana el comparecer ante la justicia,porque la multa eventual es muy ligera en comparación con elbeneficio que sacan de la infracción de la ley. Ahora sobre todo que losnegocios marchan notablemente bien, la tentación es para ellosdemasiado grande.Sin embargo, entre los trabajadores, la agitación por las diez horasno cesaba en absoluto; en 1839, estaba de nuevo en plena actividad yfue Lord Ashley, en compañía de Richard Oastler, quien en la cámarabaja reemplazó a Sadler. Ambos eran tories. Oastler en particular,quien llevó continuamente la agitación a250los distritos obreros y había ya comenzado en la época de Sadler, erael favorito de los trabajadores. Ellos nunca lo llamaban sino su "buenviejo rey", el "rey de los niños de fábricas", y en todos los distritosindustriales no hay un niño que no lo conozca y lo venere, y van a suencuentro en procesión con otros niños, por poco que él esté en laciudad. Oastler se opuso enérgicamente a la nueva ley sobre lospobres, y eso es lo que le valió el ser encarcelado por deudas apetición de un tal Thornhill, un whig, sobre tierras que éladministraba y a quien debía dinero. Los whigs le ofrecieron muchasveces pagar su deuda, favorecer por otra parte su carrera, si élconsentía en poner término a su campaña contra la ley sobre lospobres. En vano. Él siguió en prisión y desde allí publicó sus FleetPapers(34) contra el sistema industrial y la ley sobre los pobres.El gobierno tory de 1841 se interesó de nuevo por las leyes fabriles.El ministro del Interior, Sir James Graham, propuso en 1843 unproyecto de ley tendiente a limitar la duración del trabajo de los niñosa seis horas y media, y a hacer más estricta la obligación escolar; perolo esencial de ello era la creación de mejores escuelas. Este proyectode ley fracasó debido a los celos de los Dissenters64 aunque laobligación escolar no comprendía en absoluto a los niños de losDissenters, en cuanto a la enseñanza religiosa. Sin embargo, laescuela en su conjunto estaba colocada bajo la autoridad de la iglesiadel estado, y como la Biblia era el libro común de lectura, la religióndebería por consiguiente constituir la base de toda la enseñanza, porlo cual los Dissenters se sintieron amenazados. Los industriales y, engeneral, los liberales se unieron a ellos; los obreros estaban divididossobre la cuestión religiosa y permanecieron por tanto inactivos. Laoposición a pesar de todo logró reunir unos 2000000 de firmas en suslistas de petición contra el proyecto de ley, aunque fue derrotada enlas grandes ciudades industriales, en Salford y Stockport por ejemplo,y que en otras como Manchester, sólo pudo atacar algunos artículosdel proyecto, por temor a los obreros; y64 "No ortodoxos": protestantes que no pertenecen a la Iglesiaanglicana.251Graham se dejó intimidar hasta el punto de retirar el conjunto delmismo. El año siguiente, él dejó de lado las disposiciones relativas a laescuela y propuso simplemente, para reemplazar los reglamentoshasta entonces en vigor, que el trabajo de los niños de 8 a 13 añosfuese fijado en seis horas y media diarias, dejándoles o bien toda lamañana o bien toda la tarde libre; además, que el trabajo de losjóvenes de 13 a 18 años y de las mujeres en general se limitara a 12horas; y propuso por último algunas medidas que restringían lasposibilidades hasta entonces frecuentes de eludir la ley. Apenas lanzóesas proposiciones, se reanudó intensamente la agitación por lajornada de diez horas. Oastler fue puesto en libertad -un gran númerode amigos y una colecta habían pagado sus deudas- y se lanzó contodas sus fuerzas a la batalla. Los partidarios del proyecto de leysobre la jornada de diez horas habían reforzado sus filas en la Cámarade los Comunes; la masa de peticiones que afluyó de todos lados enfavor de dicho proyecto de ley les allegó (einkamen - führten) nuevosapoyos, y el 19 de marzo de 1844, Lord Ashley hizo aprobar, por unamayoría de 179 votos contra 170, la disposición de que el término de"noche" en la ley de fábricas debería significar el intervalocomprendido entre las seis de la tarde y las seis de la mañana, lo cual,en caso de prohibición de trabajar de noche, fijaba la duración deltrabajo en doce horas incluyendo las horas de descanso, y de hechoen diez horas excluyendo el descanso. Pero el ministerio no es tuvo deacuerdo. Sir James Graham dejó entrever la amenaza de unadimisión del gabinete, y en la votación siguiente, sobre un párrafo delproyecto de ley, ¡la Cámara rechazó por débiles mayorías tanto lasdiez horas como las doce horas! Graham y Peel declararon entoncesque iban a presentar un nuevo proyecto de ley, y que en caso derechazo del mismo, dimitirían. Este nuevo proyecto era exactamente elmismo de la antigua ley de las doce horas, excepto algunasmodificaciones de forma, y la misma Cámara baja que en marzo habíarechazado las principales disposiciones de este proyecto lo aceptó enmayo sin cambiar una coma. La explicación es que la mayoría de lospartidarios del proyecto de las diez horas eran tories, quepreferirían abandonar su252proyecto antes que dejar caer el ministerio, pero cualesquiera quehubieran podido ser los motivos, la Cámara de los Comunes segranjeó por esas votaciones, que revocaba la una a la otra, el mayordesprecio de los obreros y ha demostrado del modo más evidente lanecesidad de la reforma del Parlamento, que reclaman los cartistas.Tres de sus miembros que antes habían votado contra el ministeriohan votado después por él y lo han salvado. En todas las votaciones,la masa de la oposición ha votado por el Gabinete, y la masa de losdiputados de la mayoría gubernamental contra el Gabinete*. Lasproposiciones de Graham citadas anteriormente, concernientes a laduración del trabajo fijada en seis horas y media y doce horas paracada una de las dos categorías de obreros, tienen ahora por tantofuerza de ley y gracias a ellas, gracias asimismo a las restriccionesimpuestas a la práctica de la recuperación de las horas perdidas (encaso de averías de máquinas o de baja de la energía hidráulica debidoal frío o a la sequedad) y otras restricciones menores, ha resultadocasi imposible el hacer trabajar más de doce horas diarias. Sinembargo, no hay duda alguna de que el proyecto de ley de las diezhoras será aprobado en un futuro muy próximo. Los industriales,evidentemente, están casi todos contra el mismo, pues tal vez no haydiez de ellos que lo acepten; ellos han puesto en práctica todos losmétodos legales e ilegales contra este proyecto aborrecido, pero eso noles sirve de nada, sino para atizar cada vez más el odio de los obreroshacia ellos. El proyecto será aprobado, lo que quieren los obrerospueden lograrlo, y en la primavera pasada demostraron muy bien quequieren la ley de las diez horas. Los argumentos de orden económiconacional de los industriales, tendientes a demostrar que la ley de lasdiez horas incrementaría los gastos de producción, que porconsecuencia haría que la industria inglesa fuese incapaz de lucharcontra la competencia: extranjera, que el salario debería* Se sabe que durante la misma sesión, la Cámara de los Comunes seridiculizó una vez más de la misma manera sobre la cuestión delazúcar, a propósito de la cual votó primeramente en contra despuéspor los ministros, cuando el gabinete hizo uso del "látigogubernamental". (F.E.)253bajar obligatoriamente, etc., son desde luego una verdad a medias,pero ello no prueban nada, como no sea que la grandeza industrial deInglaterra no puede ser mantenida sino mediante un tratamientobárbaro a los obreros, mediante la destrucción de la salud y elabandono social, físico y moral de generaciones enteras. Desde luego,si el proyecto de las diez horas fuera una medida definitiva, Inglaterrasería arruinada; pero como implica necesariamente otras medidas quellevarán a Inglaterra por un camino muy diferente del que ha seguidohasta aquí; esta ley constituirá un progreso.Examinemos ahora otro aspecto del sistema industrial que es másdifícil eliminar por disposiciones de leyes que las enfermedades que elmismo ha provocado. Ya hemos hablado en general del modo detrabajo y hemos examinado suficientemente en detalle este puntopara sacar nuevas conclusiones de lo que hemos adelantado. Vigilarlas máquinas, atar los hilos rotos, no son actividades que exigen delobrero un esfuerzo de pensamiento, pero por otra parte, le impidenocupar su mente en otros pensamientos. Hemos visto igualmente queeste trabajo no deja tampoco ningún lugar para la actividad física,para el juego de los músculos. Así, no se trata aquí, hablando conpropiedad, de un trabajo sino de un aburrimiento absoluto, elaburrimiento más paralizador, más deprimente que existe el obrerofabril está condenado a dejar morir todas sus fuerzas físicas y moralesen ese aburrimiento, su oficio consiste en aburrirse toda la jornadadesde la edad de ocho años. Y con eso, él no podría ausentarse unsolo instante la máquina de vapor funciona durante toda la jornada,los engranajes, las correas y los husos zumban y resuenan sin cesaren sus orejas, y si él quiere descansar no sería más que un instante,ya que el capataz aparece enseguida con la libreta de multas en lamano. El obrero, en efecto, considera que la tortura más penosa queexiste es esa condena a ser sepultado vivo en la fábrica, a vigilar sincesar a la infatigable máquina. Ella ejerce por otra parte un efectoextremadamente embrutecedor, tanto sobre el organismo como sobrelas facultades mentales del obrero. No es posible imaginar mejormétodo de embrutecimiento que el254trabajo fabril, y si a pesar de todo, los obreros no solamente hansalvado su inteligencia, sino que además la han desarrollado yagudizado más que los demás, ello no ha sido posible sino por larebelión contra su suerte y contra la burguesía: esta rebelión es elúnico pensamiento y el único sentimiento que les permite su trabajo.Y si esa indignación contra la burguesía no llega a ser el sentimientopredominante entre los trabajadores, ellos se conviertennecesariamente en la presa del alcoholismo y de todo lo quehabitualmente se llama desmoralización. Solamente el agotamientofísico y las enfermedades que el sistema industrial ha generalizadoeran para el comisionado oficial Hawkins razón suficiente parademostrar el carácter inevitable de esa desmoralización, ¡pero quédecir cuando a ello se añade el agotamiento intelectual y cuando lascircunstancias estudiadas anteriormente se hacen además sentir! Porconsecuencia, no nos hemos asombrado al saber que el alcoholismo ylos desenfrenos sexuales han alcanzado, sobre todo en las ciudadesindustriales, la amplitud que he descrito en un capítulo anterior.** Veamos también lo que dice un juez competente: "Si consideramos elejemplo que dan los irlandeses, en relación con la labor incesante detoda la clase obrera de la industria algodonera, nos asombraremosmenos de esa horrible desmoralización. Un trabajo perpetuo yagotador día tras día, año tras año, no conduce al desarrollo de lasfacultades intelectuales y morales del hombre. La sombría rutina deuna labor cansona y sin fin (drudgery), en que se repitecontinuamente la misma operación mecánica, se parece al suplicio deSísifo; el peso del trabajo, como la piedra, vuelve a caer siempre sobreel obrero cansado. El espíritu no adquiere ni conocimiento, nimovilidad en ese trabajo eterno que realizan los mismos músculos; lainteligencia dormita en una pereza estúpida; pero la parte más vulgarde nuestra naturaleza experimenta un desarrollo próspero Condenaral hombre a semejante trabajo es cultivar en él las tendenciasbestiales. Deviene indiferente, desprecia las inclinaciones y lascostumbres que distinguen a su especie. Descuida la comodidad y lasalegrías más refinadas de la existencia, vive en una miseria sucia,conformándose con una alimentación pobre y derrochando el resto desu ingreso en excesos de intemperancia." (Dr. J.P. Kay: op. cit., pp.7-8) (F.E.)255Prosigamos. La esclavitud en que la burguesía ha encadenado alproletariado no se revela en ninguna parte de una manera tanevidente como en el sistema industrial. Es el fin de toda libertad, dehecho y de derecho. El obrero debe estar en la fábrica a las seis ymedia de la mañana; si llega con algunos minutos de retraso, no tienederecho a entrar hasta la hora del desayuno y pierde así la cuartaparte de una jornada de salario (aunque haya estado ausente sólo doshoras y media, de doce horas de trabajo). Él come, bebe y duermecuando se le ordena. Para la satisfacción de las necesidades másurgentes se le concede sólo el tiempo estrictamente necesario. Elindustrial no se preocupa de saber si su vivienda se halla a mediahora o a una hora entera de la fábrica. La campana tiránica lo saca dela cama, lo arranca de su desayuno y de su almuerzo.¡Y en la fábrica! Aquí, el industrial es el legislador absoluto.Promulga los reglamentas válidos para la fábrica según le plazca;modifica su código, decreta aditamentos a voluntad, y si introduce losreglamentos más insensatos, los tribunales dicen al obrero: "Perousted es dueño de su persona, a pesar de todo usted no tienenecesidad de firmar semejante contrato si no tiene el menor deseo dehacerlo; pero ahora que ha suscrito libremente ese contrato, debecumplirlo."El obrero debe sufrir por añadidura las burlas del juez de paz, quees un burgués, y de la ley, que ha sido hecha por la burguesía. Casoscomo el siguiente no son raros. En octubre de 1844, los obreros de unindustrial llamado Kennedy, en Manchester, cesaron el trabajo.Kennedy se querelló invocando un reglamento publicado por cartelesen la fábrica, ¡estipulando que estaba prohibido a más de dos obrerospor taller abandonar el trabajo juntos! Y el tribunal le dio la razón ehizo a los obreros la refutación que citamos anteriormente(Manchester Guardian, 30 de octubre). ¡Reglamentos parecidos no sonla excepción! Veamos:1. Las puertas de la fábrica se cerrarán diez minutos después delcomienzo del trabajo y nadie podrá entrar antes de la256hora del desayuno. El trabajador que se ausente durante estelapso de tiempo será multado en tres peniques por telar;2. Todo tejedor mecánico cuya ausencia se compruebe en cualquiermomento en que funciona la máquina, será multado en trespeniques por hora y por cada telar que tiene la obligación de vigilar.El que durante el trabajo abandone el taller sin autorización delsupervisor será multado igualmente en tres peniques.3. Los tejedores que no tengan tijeras con ellos, serán multados enun penique diario.4. Toda lanzadera, cepillo, alcuza, rueda, ventana que seandeteriorados deberán ser pagados por el tejedor.5. Ningún tejedor tiene el derecho de abandonar definitivamente supuesto sin un aviso previo de por lo menos una semana. Elindustrial puede, sin aviso previo, despedir a cualquier obrero portrabajo malo o conducta incorrecta.6. *Todo obrero que sea sorprendido hablando con otro, cantando osilbando pagará una multa de seis peniques. Quien abandone supuesto durante el trabajo pagará asimismo seis peniques.Tengo a la vista otro reglamento fabril, según el cual se efectúa undescuento de salario equivalente a veinte minutos por un retraso detres minutos y un descuento de un cuarto de jornada por un retrasode veinte minutos. El que no se presente a trabajar antes delalmuerzo debe pagar un chelín el lunes, y seis peniques los demásdías, etc., etc.Este es un extracto del reglamento de las Phoenix Works, JerselStreet, en Manchester. Se me dirá que tales reglas son* Stubborn Facts, pp. 9 ss.257necesarias para asegurar, en una gran fábrica bien organizada, lacoordinación necesaria entre las diferentes operaciones; se dirá queuna disciplina tan severa es tan necesaria como en el ejército bien,puede ser; pero, ¿qué régimen social es ese que no podría existir sinesa vergonzosa tiranía? O bien el fin justifica los medios, o bien setiene el derecho de llegar a la conclusión de que, siendo malos losmedios, el fin también lo es. Quien haya sido soldado sabe lo quesignifica el estar sometido -aun por poco tiempo- a la disciplinamilitar; pero esos obreros son condenados a vivir desde los nueveaños de edad hasta su muerte bajo la férula moral y física; son másesclavos que los negros de América, porque son vigilados másseveramente, ¡y todavía se les pide que vivan, piensen y sientan comohombres! Sí, ciertamente, ¡ellos no pueden reanimarse sino en el odiomás ardiente hacia sus opresores y el orden de cosas que los hacolocado en semejante situación, que los rebaja al nivel de máquinas!Pero todavía es más escandaloso ver, según las declaracionesunánimes de los obreros, que numerosos industriales se embolsan conel más despiadado rigor, las multas impuestas a los obreros, a fin deincrementar su ganancia gracias al dinero robado a esos proletariosdesheredados. Leach también afirma que, al llegar por la mañana altrabajo con frecuencia los obreros hallan el reloj de la fábricaadelantado un cuarto de hora y por tanto la puerta cerrada, mientrasque el oficial recorre los talleres, libreta de multas en mano, anotandolos nombres de los ausentes. Según el propio Leach, un día contóhasta 95 obreros delante de las puertas cerradas de una fábrica, cuyoreloj retardaba la noche en un cuarto de hora y avanzaba la mañanaen un cuarto de hora sobre los relojes públicos de la ciudad. Elinforme sobre las fábricas relata hechos análogos. En una fábrica seatrasaba el reloj durante el trabajo, de modo que la duración delmismo se prolongaba indebidamente sin que el obrero recibiera unmayor salario; en otra fábrica, se llegaba hasta hacer trabajar uncuarto de hora de más; en una tercera, había un reloj normal y unreloj mecánico que indicaba el número de rotaciones del eje principal;cuando las máquinas marchaban lentamente, la duración del trabajoera fijada por el reloj mecánico hasta que258se lograba el número de rotaciones correspondiente a doce horas detrabajo; si el trabajo marchaba bien y de modo que se alcanzaba elnúmero indicado antes del límite normal de las doce horas, seobligaba a pesar de todo a los obreros a proseguir su trabajo hasta laduodécima hora. El testigo añade que ha conocido a algunas jóvenesque, teniendo un buen trabajo y haciendo horas suplementarias, hanpreferido sin embargo dedicarse a la prostitución antes que soportaresa tiranía (Drinkwater, evid.: p. 80). Leach relata, para volver a lasmultas, que varias veces ha visto a mujeres en estado avanzado deembarazo ser castigadas con multas de seis peniques por sentarse uninstante durante su trabajo, a fin de descansar. Las multas portrabajo imperfecto son impuestas de modo enteramente arbitrario; lamercancía es examinada en el almacén y el encargado de hacerloanota las multas en una lista, sin siquiera llamar a los obreros; éstosno saben que han sido multados sino cuando el capataz les paga: enese momento la mercancía tal vez está vendida y en todo casoordenada. Leach posee una lista de ese género cuyas hojas, de puntaa cabo, miden diez pies de largo y las multas suman un total de 35libras esterlinas, 17 chelines y 10 peniques. Él cuenta que en lafábrica donde se hizo dicha lista, un nuevo jefe de almacén había sidodespedido porque no castigaba lo suficiente y privaba así al industrialde un beneficio de 5 libras (34 táleros) por semana. (Stubborn Facts,pp. 13-17). Y yo repito que conozco a Leach y lo considero digno deconfianza e incapaz de mentir.Pero el obrero es igualmente el esclavo de su patrono en otrosrespectos. Si la mujer o la hija del obrero gustan al rico patrón, ésteno tiene más que decidir, hacer una seña y es necesario que ella lesacrifique sus encantos. Si el industrial quiere cubrir de firmas unapetición para la defensa de los intereses de la burguesía, no tiene másque hacerla circular en su fábrica. ¿Qué quiere decidir una elección alParlamento? Envía, en filas, a sus obreros que son electores a votar,de grado o por fuerza, a que lo hagan por el burgués. Si en unareunión pública necesita una mayoría, él los suelta media hora259más temprano que de costumbre, y les procura lugares muy cerca dela tribuna, desde donde puede vigilarlos fácilmente.Hay que mencionar asimismo dos instituciones que contribuyenmuy particularmente a colocar a los obreros bajo la dependenciadel industrial: lo que se llama el Trucksystem y el sistema decottages. La palabra truck, entre los obreros, sirve para designar elpago del salario en especie, y esta forma de pago era antes generalen Inglaterra. Para comodidad del obrero y para protegerlo contralos precios elevados cargados por los tenderos, el industrial abríauna tienda en la que vendía por su cuenta toda suerte de artículos;y a fin de que el obrero no fuera a comprar en otras tiendas, dondepodría adquirir esos artículos a mejor precio pues los artículosTruck del Tommy Shop se vendían habitualmente del 25 al 30% máscaros que en otras partes -en lugar de dinero se le daba un bonopara la tienda, equivalente al monto de su salario. El descontentogeneral suscitado por este sistema infame resultó en lapromulgación del Truck Act de 1831, que declaró nulo e ilegal, bajopena de multa, el pago en especie65 para la mayoría de los obreros;sin embargo, esta ley como la mayoría de las leyes inglesas, noentró realmente en vigor en todas partes. En las ciudades, desdeluego, es poco más o menos aplicada; pero en el campo, el Trucksystem es lo que directa o indirectamente predomina todavía. Elmismo es practicado muy frecuentemente incluso en Leicester.Tengo a la mano una docena de condenas por ese delito,pronunciadas entre noviembre de 1843 y junio de 1844, de las queda cuenta el Manchester Guardian y el Northern Star(35). Desdeluego, ese sistema ya no se practica tan abiertamente en laactualidad; el obrero es pagado en dinero casi siempre, pero alindustrial no le faltan medios para obligarlo a hacer sus comprasen su propia tienda y no en otra parte. Por eso no es fácil descubrira los industriales que practican ese sistema, ya que pueden hacersus artimañas bajo el manto de la ley, por65 (1845) erróneamente dice pago "en salario".260poco que ellos hayan pagado realmente al obrero su salario en dinero.El Northen Star del 27 de abril de 1844 publica la carta de un obrerode Holmfirth, cerca de Huddersfield, en Yorkshire, cuya ortografíaquisiera reproducir en la medida de lo posible, y que concierne a unindustrial de apellido Bowers."Es casi asonbroso pensal que ese condenao sistema exista ensemejante proporcion como en Holmfirth y que no se encuentre anaide que tenga el balor de haser algo pa acabarlo. Aquí hay unmontón de tegedores manuales honrrados que sufren ese sistema deldiablo. Aquí está una muestra de la numeroza y noble camariya dellibre-canbio*. Hay un industrial que es maldesido en toda la rejión acausa de su conducta escandalosa para sus povres tegedores; cuandoellos hasen, labor que paga 34 ó 26 chelines, él les da 20 chelines enefectivo y el resto en cosas, y pa esa 40 al 50% mas caro que otroscomersiantes y cuantas veses las mercansias son ademas basura perocomo dise el Mercur** del Libre-Canbio, ellos no son obligados acojerlas. Eso es como ellos quieran. ¡Seguro! pero el problema es quetienen que cojerla o se mueren de hanbre. Cuando quieren más de 20chelines en efectivo, ellos pueden esperar una semana a dos unacadena de trabajar. Pero si cojen los 20 chelines y las mercansiassiempre hay una cadena para ellos. Eso es el libre-cambio; LordBrohom (Brougham) dice: que se debería guardar algo cuando uno esjoben para no tener que pedir al Fondo de los povres cuando es viejo.¿Tanbien quiere que se guarde la basura que se nos da? Si eso noviniera de un lord se podría decir que su cerebro está tan mal hechocomo las mercansias conque se nos paga. Cuando los diarios notimbrados comensaron a aparecer había montones de gente paradenunsiarlos a la polisía de Holmfirth. Habia los Blyths, los Estwood,etc., etc. ¿Pero donde están ahora? Eso es harina de otro costal.Nuestro industrial forma parte del piadoso libre cambio, el va dosveces el domingo a la* Partidarios de la Liga contra la Ley de Granos. (F.E.)** El Leeds Mercury, periódico burgués de izquierda. (radikales) (F.E.)261iglesia y informa piadosamente al cura que no se a hecho las cosasque se debia hacer y que se han hecho las que no se debian hacer yque no hay nada bueno en nosotros y que el Buen Dios tengapiedad de nosotros (texto de letanía anglicana) y sí que ese BuenDios tenga piedad de nosotros, hasta mañana, y se volverá apagar a nosotros los pobres tejedores en mercancía de malacalidad averiada."El sistema de cottages parece mucho más inocente, y por otra partesu creación ha sido igualmente mucho más inocente aunque implicapara el obrero la misma servidumbre. En la proximidad de las fábricasconstruidas en el campo con frecuencia faltan viviendas para losobreros. El industrial a menudo se ve obligado a construir viviendasde ese género y lo hace de buena gana, pues obtiene una copiosaganancia del capital así invertido. Si los propietarios de cottagesobreros sacan anualmente alrededor del 6% de su capital, puedecalcularse que los cottages producen el doble a los industriales, yaque mientras su fábrica funcione, hay inquilinos e inquilinos quepagan siempre. Por tanto él está exento de los dos principalesinconvenientes que experimentan los demás propietarios: nunca hayun cottage vacío y no corre ningún riesgo. Ahora bien, el alquiler deun cottage se calcula de manera que cubra esos perjuicios eventuales,y al exigir el mismo alquiler que los demás, el industrial hace, con el12 ó 14% de interés, un brillante negocio a expensas de los obreros.Porque es manifiestamente injusto obtener del arrendamiento unbeneficio mayor, incluso el doble, que el que obtienen suscompetidores y quitarles al mismo tiempo la posibilidad de competircon él. Pero es doblemente injusto que el industrial extraiga esebeneficio del bolsillo de la clase desposeída que tiene que contar cadapfenning -al fin y al cabo están acostumbrados a eso- y a cuya costa élha adquirido toda su riqueza. Pero la injusticia deviene una infamiacuando el industrial, como sucede con mucha frecuencia, obliga a losobreros -que so pena de ser despedidos son forzados a residiren esas viviendas- a pagar un alquiler anormalmente262elevado, ¡o incluso a pagar el alquiler de una vivienda que no ocupan!El Halifax Guardian, citado por el periódico liberal Sun, afirma quecentenares de obreros de Ashton-under-Lyne, Oldham y Rochdale,etc., son obligados a pagar el alquiler de las viviendas, vivan en ellas ono.* La práctica del sistema de cottages es general en los distritosindustriales rurales; ha dado lugar a verdaderas aglomeraciones y casisiempre nadie, o muy pocos, compiten con el industrial en elarrendamiento de apartamentos, de modo que no tiene necesidadalguna de regular sus arrendamientos según las exigencias de losdemás, sino que puede, por el contrario, fijarlos a voluntad. ¡Y quépoderío confiere al industrial el sistema de cottages cuando surgendiscordias entre él y sus obreros! ¿Que ellos paran el trabajo? Lebasta ponerlos a la puerta de su vivienda y el aviso previa no pasa deuna semana; transcurre este plazo, y los obreros no solamente sehallan sin trabajo, sino sin techo, se convierten en vagabundos,cayendo bajo el golpe de la ley que los envía sin piedad un mes a lacárcel (tretmühle).Tal es el sistema industrial, descrito tan minuciosamente como lopermite el espacio de que dispongo y tan objetivamente como lopermiten las grandes hazañas de la burguesía en su lucha contra losobreros sin defensa, hazañas ante las cuales no se podría permanecerindiferente, porque la indiferencia aquí sería un crimen. Comparemos,pues, la situación del inglés libre de 1845 con la del siervo sajón bajoel látigo del barón normando de 1145. El siervo estaba glebaeadscriptus, atado a la gleba; el obrero libre lo está también -por elsistema de cottages; el siervo debía a su amo el jus primae noctis, elderecho de la primera noche, -el obrero libre no sólo debe ese derechosino también el de cualquier noche. El siervo no tenía el derecho deadquirir el menor bien, todo lo que adquiría, el señor podía quitárseloy el obrero libre tampoco posee nada, la competencia le prohibe tenerla menor propiedad, y lo que el propio normando no hacía, lo haceel* The Sun (diario londinense) de fines de noviembre de 1844. (F.E.)263industrial: por el sistema de trueque se arroga cotidianamente laadministración de lo que constituye la base indispensable de laexistencia del obrero. Las relaciones entre siervo y señor se regían porleyes que eran observadas, porque correspondían a las costumbres, yse regían asimismo por las costumbres. Las relaciones del obrero librecon su patrón se rigen por las leyes que no son observadas porque nocorresponden ni a las costumbres ni al interés del patrón. El señorfeudal no tenía el derecho de arrancar al siervo de su gleba, no podíavenderlo sin ésta, y como casi por todas partes imperaba el régimendel mayorazgo y no había allí capital, le era absolutamente imposiblevenderlo; la burguesía moderna obliga al obrero a venderse a símismo. El siervo era esclavo de la parcela de tierra en que habíanacido; el obrero es esclavo de las necesidades vitales máselementales y del dinero con el cual le es necesario satisfacerlas.Ambos son esclavos de la cosa. El siervo tiene su existenciagarantizada dentro del orden social feudal, donde cada quien tiene sulugar; el obrero libre no tiene ninguna garantía porque no tiene unpuesto en la sociedad sino cuando la burguesía tiene necesidad de él,si no es ignorado, considerado como inexistente. El siervo se sacrificapor su señor en tiempos de guerra, el obrero en tiempos de paz. Elamo del siervo era un bárbaro, consideraba a su criado como ganado;el amo del obrero es civilizado, lo considera como una máquina. Ensuma, en casi todas las cosas hay equivalencia entre ellos, y si uno delos dos está en desventaja es el obrero libre. Ambos son esclavos,salvo que la esclavitud del uno es confesada, pública, honesta, entanto que la del otro es hipócrita, socarrona, disimulada a sus ojos y alos del otro, servidumbre teológica peor que la antigua. Los torieshumanitarios tenían razón de dar a los obreros fabriles el nombre dewhite Slaves: esclavos blancos. Pero la servidumbre hipócrita, que noosa decir su nombre, reconoce, al menos en apariencia, el derecho a lalibertad; se somete a la opinión pública amante de la libertad, y elprogreso histórico realizado sobre la antigua esclavitud residejustamente en el hecho de que al menos el principio de libertad se haimpuesto y los oprimidos264procurarán que este principio sea aplicado.En conclusión, he aquí algunas estrofas de un poema que expresala opinión de los propios obreros sobre el sistema industrial. Fueescrito por Edward P. Mead, de Birmingham, y traduce bien lossentimientos de los obreros.(36)
Un rey es él, un príncipe despiadado,No la imagen soñada de los poetasSino un tirano cruel, muy conocido de losesclavos blancos.Ese rey despiadado es el vapor.Un brazo tiene, un brazo de hierro,Y aunque no tenga más que uno,En ese brazo reside una fuerza mágicaQue la pérdida de millones de hombres ha causado.Como el cruel Moloc es él, su antepasadoQue antes se erguía en el valle de Ammon,Sus entrañas son de fuego vivoY niños son los que él devora.Un cortejo de sacerdotes, inhumanos,Sedientos de sangre, de orgullo y de rabia,Conducen, oh vergüenza, su mano gigantescaY en oro cambian de los humanos la sangre.Ellos pisotean todos los derechos naturalesPor el amor del oro vil, su dios,Y se ríen ellos del dolor de las mujeresY se mofan ellos de las lágrimas de los hombres.A sus oídos, los suspiros y los gritos de agoníaDe los hijos del trabajo son dulce melodía,Esqueletos de doncellas y de niñosLlenan los infiernos del Rey Vapor.
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LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA- FEDERICO ENGELS
Historical FictionObra de Federico Engels