Se convendrá conmigo, aun cuando no lo hubiera demostradorepetidamente con lujo de detalles, en que los obreros ingleses nopueden sentirse felices en semejante situación; que su situación no esde aquellas en las que un hombre, incluso una clase entera, se halle75en disposición de pensar, de sentir y de vivir humanamente. Losobreros deben por tanto esforzarse por hallar una salida a unasituación que los reduce al nivel de la bestia, para crearse unaexistencia mejor, más humana; y no pueden hacerlo sinoemprendiendo la lucha contra los intereses de la burguesía como tal,intereses que residen precisamente en la explotación de los obreros.Pero la burguesía defiende sus intereses con todas las fuerzas que escapaz de emplear, gracias a la propiedad y al poder del estado de quedispone. Desde el momento en que el obrero quiere escapar al estadode cosas actual, el burgués se convierte en su enemigo declarado.Pero el obrero puede observar, además, que el burgués, en todomomento, lo trata como a una cosa, como su propiedad, y es por estarazón que se manifiesta como enemigo de la burguesía. Anteriormentehe demostrado con la ayuda de cien ejemplos -y hubiera podido citarcentenares más- que, en las condiciones actuales, el obrero no puedesalvar su calidad de hombre sino por el odio y la rebelión contra laburguesía. Y es gracias a su educación, o más bien a su falta de ella,así como al calor de la sangre irlandesa que ha pasado en granproporción a las venas de la clase obrera inglesa, que él es capaz deprotestar con la75 (1892) kann (1845) können297mayor pasión contra la tiranía de los poseedores. El obrero inglés yano es un inglés, no es como su rico vecino, un hombre de dinerocalculador; tiene sentimientos plenamente desarrollados, su flemanórdica innata se compensa por la libertad con que sus pasiones hanpodido desarrollarse y adquirir sobre él un dominio total. Laformación racional que ha desarrollado tan considerablemente lasdisposiciones egoístas del burgués inglés, que ha hecho del egoísmosu pasión dominante, y concentrado todo su poder afectivoúnicamente sobre la codicia, esa formación no la tiene el obrero; encambio, sus pasiones son tan fuertes y poderosas como las de losextranjeros. La nacionalidad inglesa ha sido borrada en el obrero. Si,como hemos visto, el obrero ya no puede sacar provecho de suscualidades humanas sino oponiéndose al conjunto de sus condicionesde vida, es natural que sea precisamente en esa oposición que losobreros se muestren más benevolentes, más nobles, más humanos.Veremos que todas las fuerzas, todas las actividades de los obreros seorientan hacia ese único fin y que incluso los esfuerzos que hacen poradquirir además una formación humana se hallan todos en relacióndirecta con él misma. Desde luego, tendremos que relatar ciertoscasos de violencias individuales e incluso de brutalidad, pero no hayque perder de vista que Inglaterra está en guerra social abierta, y quesi la burguesía tiene interés en dirigir esa guerra hipócritamente, bajolas apariencias de la paz y hasta de la filantropía, no puede sinofavorecer al obrero el poner al desnudo sus verdaderas condiciones devida, el atacar violentamente esa hipocresía. Por consecuencia, losactos de hostilidad más violentos cometidas por los obreros contra laburguesía y sus criados no son más que la expresión abierta, y nodisfrazada, de lo que la burguesía aplica oculta y pérfidamente a losobreros.La rebelión de los obreros contra la burguesía comenzó pocodespués de los comienzos del desarrollo de la industria y a través devarias fases. Este no es el lugar de exponer en detalle la importanciahistórica de esas diversas fases para la evolución del pueblo inglés;trataré esas cuestiones en un estudio ulterior298y me limitaré, mientras tanto, a los simples hechos, en la medida enque puedan servir para caracterizar la situación del proletariadoinglés.La primera forma, la más brutal y la más estéril, que revistió esarebelión fue el crimen. El obrero vivía en la miseria y la indigencia yveía que otros tenían mejor suerte. Su razón no llegaba a comprenderpor qué, precisamente él, debía sufrir en esas condiciones, mientrasque hacía mucho más por la sociedad que el rico ocioso. La necesidadvenció además el respeto innato hacia la propiedad -se puso a robar.Hemos visto que el número de delitos seincrementó con la expansiónde la industria y que el número anual de arrestos se halla en relacióncon el de las balas de algodón vendidas en el mercado.Pero pronto los obreros se convencieron de la inutilidad de esemétodo. Por sus robos, los delincuentes no podían protestar contra lasociedad sino aisladamente, individualmente; todo el poderío de lasociedad caía sobre cada individuo y lo aplastaba con su enormesuperioridad. Además, el robo era la forma menos desarrollada,menos consciente de la protesta y por esa simple razón jamás fue laexpresión general del sentir de los obreros, aunque ellos hayan podidoaprobarla tácitamente. La clase obrera no comenzó a oponerse a laburguesía sino cuando resistió violentamente la introducción de lasmáquinas, como fue el caso muy al principio del movimientoindustrial. Los primeros inventores, Arkwright, etc., fueronprimeramente perseguidos de esa manera y sus máquinasdestrozadas; más tarde tuvieron lugar numerosas rebeliones contralas máquinas, y éstas se desarrollaron casi exactamente como losmotines de los impresores de Bohemia en junio de 1844; las fábricasfueron demolidas junto con las máquinas.También esta forma de oposición no era sino aislada, y noapuntaba más que a un solo aspecto del régimen actual. Una vezlogrado el fin inmediato, el poderío de la sociedad se descargaba contoda su violencia sobre los delincuentes sin defensa y los castigaba asu antojo, mientras que a pesar de299todo se introducían las máquinas. Era necesaria hallar una nuevaforma de oposición.En este punto es cuando una ley aprobada por el antiguo yoligárquico parlamento tory, antes de su reforma, resultó de granayuda. Esa ley jamás hubiera sido aprobada por la Cámara de losComunes cuando, más tarde, la oposición entre la burguesía y elproletariado fue legalmente sancionada por la ley de reforma,convirtiéndose de ese modo la burguesía en la clase dominante. Dichaley, votada en 1824, anuló todas las legislaciones mediante las cualesse prohibía hasta entonces a los obreros asociarse para la defensa desus intereses. Obtuvieron así un derecho que hasta entonces, sólopertenecía a la aristocracia y a la burguesía: el derecho de libreasociación. Desde luego, entre ellos siempre habían existidoasociaciones secretas, pero nunca lograron grandes resultados. EnEscocia, entre otros casos, hubo desde 1812 -según Symons enArts and Artizans, pp. 137 ss:-, una suspensión general del trabajo,organizada por una asociación secreta. Otra tuvo lugar en 1822, y enesa ocasión, a dos obreros que habían rehusado formar parte de laasociación y por consecuencia habían sido declarados traidores a laasociación, se les arrojó vitriolo a la cara y perdieron así la vista. Delmismo modo, en 1818, la asociación de los mineros de Escocia fue lobastante poderosa como para imponer una suspensión general deltrabajo. Esas asociaciones hacían prestar a sus miembros unjuramento de fidelidad y de obrar en secreto, tenían al día listas,fondos, una contabilidad, y ramificaciones locales. Pero laclandestinidad con que rodeaba sus actos, paralizaba su desarrollo.En cambio, cuando en 1824 los obreros obtuvieron el derecho de libreasociación, esas uniones se extendieron rápidamente por todaInglaterra y se hicieron poderosas. En todas las ramas industriales seconstituyeron asociaciones parecidas (trade-unions) con la intenciónmanifiesta de proteger al obrero aislado contra la tiranía y la incuriade la burguesía. Sus fines eran los de fijar el salario, y negociar en"masa"76, como fuerza,76 en masse: En francés en el original alemán.300con los patronos, regular el salario en función del beneficio77 delpatrono, obtener aumento cuando el momento era propicio, ymantenerlo al mismo nivel por todas partes para cada tipo de oficio.Dichas uniones obreras negociaran con los capitalistas la creación deuna escala de salarios que sería observada en todas partes, yrehusaban trabajar para un patrono que no la aceptara. Además, supropósito era el de mantener siempre activa la demanda de obreros,limitando la contratación de aprendices, lo que impedía que seredujeran los salarios; luchar lo más posible contra las solapadasreducciones de salarios que intentaban los industriales mediante laintroducción de nuevas máquinas, herramientas, etc.; y por último,ayudar a los obreros sin trabajo mediante asignaciones en efectivo.La ayuda se efectúa ya sea directamente con los fondos de laasociación, o por medio de una carta donde figuran las señas deidentidad necesarias, y con ella el obrero va de una localidad a otra,es asistido por sus compañeros de trabajo y se le informa sobre lamejor manera de obtener trabajo. Esa peregrinación, los obreros lallaman the tramp y el que la hace se llama por tanto un tramper(vagabundo). Para alcanzar esos objetivos, la unión elige unpresidente y un secretario, a quienes paga un sueldo -pues hay queesperar que ningún industrial quiera contratar a tales personas-, asícomo a un comité que percibe las cuotas semanales y vela por lautilización de los fondos para los fines de la asociación. Cuando eraposible y provechoso, los compañeros de oficio de diferentes distritosse unían en federación y organizaban en fechas fijas reuniones dedelegados. En ciertos casos se ha intentado unir a los asociados detoda una rama laboral a escala nacional en una sola gran asociación,y en muchas ocasiones -la primera vez en 1830- fundar unaasociación general de obreros de todo el reino, que incluiría unaorganización particular para cada oficio. Sin embargo, esasasociaciones nunca subsistieron por mucho tiempo y sólo raramentellegaron a constituirse, porque solamente una agitación generalexcepcional es capaz de hacer posible y eficaz tal asociación.77 (1845) Nutzen (1892) Profit.301Los medios que esas asociaciones han acostumbrado emplear paraalcanzar sus fines, son los siguientes. Si uno de los patronos (o variosde ellos) rehusa pagar el salario señalado por la asociación, se le envíauna delegación o se le remite una petición (se ve que los obrerossaben reconocer el poder absoluto del dueño de fábrica en su pequeñoestado); si ello no fuere suficiente, la asociación ordena laparalización del trabajo y todos los obreros regresan a sus casas. Estasuspensión de trabajo (turn-out o strike) es parcial cuando es uno soloo varios patronos los que rehusan pagar el salario propuesto por laasociación, y es general cuando se trata de todos los patronos de larama interesada. Esos son los medios legales empleados por laasociación en el caso en que la suspensión de trabajo se produceluego de aviso previo, lo que no ocurre siempre. Pero dichos medioslegales son precisamente muy débiles mientras haya obreros que noformen parte de la asociación, o que se dejen separar de ellas porventajas efímeras ofrecidas por el burgués. En particular, cuando setrata de suspensiones parciales de trabajo, el industrial puedereclutar suficientes hombres entre esas ovejas negras (a quienes sellama knobsticks78) y hace fracasar así los esfuerzos de los obrerosmiembros de la asociación. Habitualmente, los knobsticks sonentonces objeto de amenazas, de injurias, de golpes u otros malostratos de parte de los miembros de la asociación, en una palabra, demedidas de intimidación de todo género; ellos presentan querellacontra la asociación, y como la burguesía, tan prendada de lalegalidad, dispone todavía del poder, el resultado es que la fuerza de laasociación es rota casi siempre por el primer acto que infringe la ley,por la primera demanda judicial presentada contra sus miembros.La historia de esas asociaciones es una larga serie de derrotasobreras, interrumpida por algunas raras victorias. Es normal quetodos esos esfuerzos no puedan cambiar las leyes78 "Rompehuelgas" propiamente dichos, o también obreros queaceptan trabajar por debajo de la tarifa.302de la economía, que el salario se rija79 por la relación entre la oferta yla demanda en el mercado del trabajo. Por eso dichas asociacionesnada pueden contra las grandes causas que obran sobre esasrelaciones. En caso de crisis económica, la asociación se ve obligada areducir ella misma el salario, o disolverse completamente; y en elcaso de una alza importante de la demanda de fuerza de trabajo, nopuede fijar el salario a un nivel más elevado que el que de terminaríapor sí misma la competencia entre capitalistas. Sin embargo, en loque concierne a las causas de menor importancia, y cuyo efecto no esgeneralizado, ellas pueden hacer mucho. Si el industrial no seenfrentara a una oposición concentrada, masiva, de parte de susobreros, poco a poco disminuiría cada vez más los salarios paraacrecentar su ganancia; la lucha que él tiene que sostener con suscompetidores, los demás industriales, lo obligaría a ello y el salariocaería pronto a su nivel mínimo. Pero la competencia de losindustriales entre sí es, en las condiciones normales medias, frenadapor la oposición de los obreros. Todo indus trial sabe bien que unareducción de salario no justificada por las circunstancias a las cualesse hallan sujetos igualmente sus competidores, tendría porconsecuencia una huelga que le causaría un perjuicio seguro, porquedurante dicha huelga su capital estaría inactivo, y sus máquinas seoxidarían. Mientras en tal caso no está seguro en absoluto de poderimponer una reducción de salarios, en cambio sí está seguro -si lograimponerla- de que sus competidores lo imitarán y bajarán los preciosdel producto fabricado, lo que le arrebataría todo el beneficio de laoperación. Además, luego de una crisis, las asociaciones imponenfrecuentemente de hecho un aumento de salarios, más rápidamentedel que tendría lugar sin su intervención; porque el industrial tieneinterés en no aumentar los salarios antes que la competencia de otrosindustriales lo obligue a ello, mientras que ahora son los propiosobreros quienes exigen un salario más elevado cuando el mercadomejora y, en esas condiciones, pueden obligar al industrial a concederdicho aumento mediante la suspensión del79 (1845) Sich richtet (1892) bestimmt (fijado, determinado).303trabajo en momentos en que existe escasez de mano de obra. Pero,como hemos dicho, contra causas más importantes que modifican elmercado del trabajo, la acción de las asociaciones es nula. En esecaso, el hambre empuja poco a poco a los obreros a volver al trabajoen cualquier condición; y, desde que algunos así lo hacen, laasociación pierde su fuerza, porque los knobsticks, más las existenciasde mercancías que no se han vendido, permiten a la burguesíaconjurar las consecuencias más graves del trastorno causado por lahuelga. Los fondos de la asociación pronto se agotan debido al grannúmero de aquellos que hay que auxiliar; a la larga, los comerciantesrehusan el crédito que concedían a intereses elevados, y la necesidadfuerza a los obreros a someterse de nuevo al yugo de la burguesía.Pero, como los industriales deben evitar en su propio interés -que, escierto, sólo se ha convertido en su interés por el hecho de la oposiciónde los obreros- toda reducción de salarios que no sea indispensable,mientras que los obreros reciben toda baja de salarios provocada porlas condiciones económicas como una agravación de su situación, quees necesario mitigar en la medida de lo posible, la mayoría de lasturn-outs terminan en desventaja de los obreros. Entonces cabepreguntar, ¿por qué los obreros van a la huelga si es evidente laineficacia de la medida? Pues, sencillamente, porque deben protestarcontra la reducción de salarios e incluso contra la necesidad de lareducción, porque deben explicar que ellos, como hombres, no tienenque plegarse a las circunstancias, sino que muy al contrario, lascircunstancias deben plegarse a ellos, que son seres humanos; porquesu silencio equivaldría a una aceptación de esas condiciones de vida,una aceptación del derecho de la burguesía a explotarlos durante losperíodos económicos favorables, y a dejarlos morir de hambre en losperíodos malos. En este caso los obreros tienen que protestarmientras no hayan perdido todo sentimiento humano, y si protestande esa manera y no de otra, es porque son ingleses, es decir, personasprácticas que apoyan su protesta por un acto, y no hacen como losteóricos alemanes que se van tranquilamente a dormir una vez quesu protesta es debidamente registrada y depositada ad acta, paradormir ella304también el mismo sueño tranquilo de los que protestan. En cambio, laprotesta concreta del inglés hace su efecto, mantiene la codicia de laburguesía dentro de ciertos límites y mantiene constantementedespierta la oposición de los obreros contra la omnipotencia social ypolítica de la clase poseedora, mientras tienen que admitir, es cierto,que las asociaciones obreras y los turn-outs no son suficientes pararomper la dominación de la burguesía. Pero lo que da a esasasociaciones y a las huelgas que ellas organizan su verdaderaimportancia, es que son el primer intento de los obreros para abolir lacompetencia. Ellas suponen muy correcta la idea de que la dominaciónde la burguesía no está fundada sino sobre la competencia de losobreros entre sí, o sea sobre la división infinita del proletariado, sobrela posibilidad de oponer entre ellas las diversas categorías de obreros.Y precisamente porque ellas acusan -aunque de manera unilateral ybastante limitada- a la competencia, ese nervio vital del orden socialactual, es que constituyen tal peligro para dicho orden social. Elobrero no podría hallar mejor punto débil donde golpear a laburguesía y con ella al conjunto del régimen social existente. Que sesuprima la competencia entre los obreros, que todos los obreros esténresueltos a no dejarse explotar más por la burguesía y termina elreinado de la propiedad. Es evidente que el salario no está en funciónde la relación entre la oferta y la demanda sino porque, hasta elpresente, los obreros se han dejado tratar como una cosa que secompra y se vende. Que en lo adelante los obreros decidan no dejarsecomprar ni vender; que se afirmen como seres humanos paradeterminar lo que constituye realmente el valor del trabajo, queademás de su fuerza de trabajo tengan también voluntad, así ocurrehoy con toda la economía política, y las leyes que rigen el salario. A lalarga, desde luego, las leyes que rigen el salario se impondrían denuevo, si los obreros se limitaran a la abolición de la competenciaentre ellos; pero eso no lo pueden hacer sin renunciar a todo lo quehasta ahora ha sido su movimiento, sin hacer renacer esacompetencia mutua de los obreros, lo cual significa que ello le esenteramente imposible. La necesidad los obliga a no abolir solamenteuna parte de la competencia, sino305la competencia en general, y eso es lo que harán. Desde ahora losobreros ven cada día más claramente de qué les sirve la competencia;ellos comprenden mejor que los burgueses, que incluso lacompetencia de los poseedores entre sí, al provocar las crisiseconómicas, pesa onerosamente sobre el obrero y que hay que aboliresa competencia también. Pronto ellos verán claramente cómo debencomponérselas.No es necesario subrayar que esas asociaciones contribuyen engran parte a cebar el odio y la exasperación de los obreros contra laclase poseedora. En estos tiempos afiebrados, dichas asociaciones sonla causa -sabiéndolo o no sus dirigentes- de las acciones individualesque no puedan explicarse sino por un odio exacerbado hasta ladesesperación, una pasión salvaje que rompe todas las barreras. Deahí los casos citados anteriormente de cegar con vitriolo y una seriede hechos como los siguientes. En 1831, en el momento de unaviolenta agitación obrera, el joven Ashton, industrial de Hyde, cerca deManchester, fue abatido de un balazo cuando atravesaba un campo, yno se pudo hallar al autor. Fue sin duda alguna, un acto de venganzapor parte de los obreros. Se observan intentos muy frecuentes de darfuego a las fábricas o de hacerlas estallar. El miércoles 29 deseptiembre de 1843, dos desconocidos trataron de dinamitar el tallerde un fabricante de sierras de apellido Padgin, de Howard Street, enSheffield. Para ello utilizaron un tubo de hierro lleno de pólvora ycerrado en ambos extremos. Los daños fueron considerables. El díasiguiente, 30 de septiembre, un intento parecido tuvo lugar en lafábrica de cuchillos y de limas de Ibbetson, en Shales Moor, cerca deSheffield. Mr. Ibbetson había provocado el odio de los obreros por suparticipación activa en los movimientos burgueses, por su política debajos salarios, la contratación exclusiva de knobsticks y la explotaciónen provecho propio de la ley de pobres. (En 1842, en efecto, obligó alos obreros a aceptar un salario muy bajo denunciando especialmentea la asistencia pública a aquellos que rehusaban, como personas quepodían trabajar pero se negaban a ello y por tanto no merecíanayuda.). La explosión causó algunos daños, y todos los obreros306que comprobaron el resultado de la misma se lamentaban solamenteque "no hubiera volado todo el taller".El miércoles 6 de octubre de 1843, un intento de incendio en lafábrica de Ainsworth y Grompton, en Bolton, no causó ningún daño;era el tercer o cuarto intento en la misma fábrica en un lapso muycorto. En una sesión del consejero municipal de Sheffield, el miércoles10 de enero de 1844, el comisionado de policía presentó uninstrumento explosivo de hierro, de fabricación especial, cargado concuatro libras de pólvora y provisto de una mecha que habíacomenzado a arder pero se apagó, y que había sido hallado en lafábrica de Mr. Kitchen, Earl St., en Sheffield. El domingo 20 de enerode 1844, se produjo una explosión en la fábrica de sierras de Bentleyy White, en Bury (Lancashire), provocada por dos paquetes de pólvoraque se habían colocado allí y causaron daños importantes. El juevesprimero de febrero de 1844, los Soho Wheel Works, de Sheffield,fueron incendiados y resultaron pasto de las llamas. He ahí, pues,seis casos de ese género en cuatro meses cuya causa profunda no esmás que la exasperación de los obreros contra los patronos. No tengonecesidad de decir cuál debe ser la situación social, sólo para quetales cosas sean posible. Esos hechos son pruebas suficientes de queen Inglaterra, incluso durante los períodos de prosperidad econó mica,como a finales de 1843, la guerra social es declarada y abierta, ¡y apesar de todo, la burguesía inglesa no quiere reflexionar sobre lo quetodo eso significa! Pero el caso más ruidoso es el de los Thugs deGlasgow*, cuyo juicio se celebró en la audiencia de esa ciudad del 3 al11 de enero de 1838. El proceso puso en evidencia que la asociaciónde hiladores de algodón que existía en dicha ciudad desde 1836,poseía una fuerza y una organización excepcionales. Sus miembros,mediante juramento, estaban obligados a aceptar las decisiones de lamayoría, y durante cada huelga existía un* Se llamó a estos obreros thugs, por analogía con los miembros dela muy conocida tribu de las Indias orientales, cuya únicaocupación era la de asesinar a todos los extranjeros que caían en susmanos. (F.E.)307comité secreto, desconocido de la mayor parte de los miembros, quedisponía de fondos libremente. El comité ponía precio a la cabeza deciertos knobsticks (rompehuelgas), de ciertos industriales detestados,y fijaba las recompensas por los incendios de fábricas. Así fueincendiada una fábrica en la que mujeres rompehuelgas asegurabanel hilado en lugar de los hombres; una tal Mrs. Mac Pherson, madrede una de esas muchachas, fue asesinada y se hizo pasar a los dosasesinos a Estados Unidos por cuenta de la asociación. Ya en 1820,un desconocido había disparado contra un knobstick de apellido MacQuarry hiriéndolo, lo que le valió una recompensa de 15 librasesterlinas de parte de la asociación. Más tarde, alguien disparó contraun tal Graham; el autor percibió £ 20, pero fue descubierto ydeportado de por vida; por último, en 1837, en ocasión de una huelgaen las fábricas de Oakbank y de Mile End, ocurrieron disturbios en elcurso de los cuales una docena de knobsticks fueron severamenteapaleados; en julio del mismo año, continuaban los disturbios y unknobstick, de apellido Smith, fue tan maltratado que murió. Entoncesel comité fue arrestado; se abrió una investigación y comoconsecuencia de la misma el presidente, así como los principalesmiembros, fueron declarados culpables del delito de participación enasociaciones ilícitas; de maltrato de obra contra knobsticks y de actosincendiarios en la fábrica de James y Francis Wood; fueron condenados a siete años de destierro. ¿Qué dicen nuestros buenosalemanes de toda esta historia?** ¡Qué "feroz justicia" (wild justice) ha debido arder en el fondo delcorazón de esos hombres, para empujarlos, reunidos en cónclave yluego de fría reflexión, a juzgar a su hermano de trabajo, desertor desu clase y de la causa de su clase, a condenarlo a morir la muertede un desertor y de un traidor, a hacerlo ejecutar por unverdugo clandestino, ya que el juez y el verdugo públicos no lohacen, parecido en ello al antiguo tribunal de la Ste. Vehme y altribunal secreto de la caballería, súbitamente resucitados ymanifestándose muchas veces ante los ojos estupefactos de lamultitud, no vestidos con la cota de mallas, sino con la chaqueta deterciopelo, no reunidos en la selva de Westfalia, sino en losenlosados de la Gallowgate de Glasgow!... Tales sentimientos deben308La clase poseedora, y especialmente el sector industrial de esaclase en contacto directo con los obreros, lucha con extrema violenciacontra las asociaciones y trata constantemente de demostrar a losobreros su inutilidad con la ayuda de argumentos que, desde el puntode vista económico son enteramente correctos, pero por eso mismoson en parte falsos, y no tienen absolutamente ningún efecto sobreuna mentalidad obrera. El ardor mismo que despliega la burguesíademuestra que ella es parte interesada en este asunto; y, sin hablardel perjuicio directo que causa una huelga, las cosas resultan de talsuerte que lo que entra en los bolsillos del: industrial salenecesariamente de los del obrero. Y aun cuando los obreros sabensobradamente que sus asociaciones no pueden hacer mucho parafrustrar a los patronos en su deseo y pasión de reducir los salarios,ellos sin embargo las mantienen porque de ese modo tienen en jaquea sus adversarios, los industriales. En la guerra, lo que poneobstáculos a un bando, beneficia al otro, y como los obreros están enpie de guerra frente a sus patronos, todo ocurre exactamente cornocuando grandes potentados se calientan las orejas mutuamente.Aventajando con mucho a todos los burgueses, tenemos al amigo Dr.Ure, quien es el adversario más encarnizado de todas las asociacionesobreras: Los "tribunales secretos" de los hiladores de algodón, la máspoderosa de las secciones obreras, los hacen rabiar de ira; esostribunales que se jactan de poder paralizar a todo industrial indócil yde "arruinar así al hombre que durante años les ha asegurado laexistencia". Él habla de una época en que la cabeza inventiva y elcorazón animador de la industria han sido los esclavos de losmiembros inferiores demasiado turbulentos -¡que lástima que lostrabajadores ingleses no se dejen apaciguar tan fácilmente por tusfábulas como los plebeyos romanos, oh, nuevo Menenius Agrippa!(40)-y él cuenta por último esta flamante historia: los--------hallarse muy extendidos y fuertemente arraigados en la masa, auncuando no puedan revestir tal forma sino en su paroxismo y entrealgunos solamente. (Carlyle: Chartism, p. 41.) (F.E.)309hiladores de hilo grueso en la mule habían abusado de su fuerzahasta un punto intolerable. Los salarios elevados, en vez deinclinarlos al reconocimiento hacia el industrial, y una formaciónintelectual (en las ciencias inofensivas, o incluso beneficiosas para laburguesía, desde luego), se habían envanecido en muchos casos ysuministraron fondos para mantener el espíritu de rebelión durantelas huelgas de que los indústriales habían sido víctimas de maneraenteramente arbitraria una tras otra. Durante uno de esosdesdichados períodos de dificultades, los industriales de la región deHyde, Dukinfield y las localidades vecinas que temían verseexpulsados del mercado por los franceses, los belgas y losnorteamericanos, se dirigieron a la fábrica de máquinas de Sharp,Roberts & Co., pidiéndoles que orientaran el talento inventivo de Mr.Sharp hacia la construcción de un telar automático "a fin de salvaresta industria de la esclavitud que la emponzoñaba y de la ruina quela amenazaba":"En pocos meses se construyó una máquina, dotada al parecer delcerebro, de los sentimientos y del tacto de un obreroexperimentado. Así es cómo el hombre de hierro, según la llamanlos obreros, brotó de las manos del moderno Prometeo por orden deMinerva, criatura destinada a restablecer el orden en las clasesindustriales y asegurar a los ingleses la supremacía en el terrenoindustrial. La noticia de esta nueva obra de Hércules, extendió elterror en las asociaciones obreras, e incluso antes; por decirlo así, dehaber abandonado su cuna, ella estranguló la Hidra de la Anarquía."Así es como Ure demuestra, además,* que la invención de lamáquina que permite la impresión en cuatro o cinco colores a la vez,fue una consecuencia de los desórdenes que estallaron entre losestampadores de telas, y que los actos de insubordinación de lostejedores en las fábricas de tejido mecánico tuvieran porconsecuencia la aparición de una nueva* Ure: Philosophy of Manufactures, pp. 366 y ss. (F.E.)310máquina de tejer más perfeccionada, y cita también otros. Elmismo Ure se atormenta, un poco antes, en decenas y decenas depáginas, ¡para demostrar que el maquinismo es ventajoso para elobrero! Ure no es por otra parte el único; en el informe sobre lasfábricas, el industrial Mr. Ashworth y muchos más, no dejan escaparla ocasión de dar rienda suelta a su cólera contra las asociacionesobreras. Esos sabios burgueses obran exactamente como ciertosgobiernos y ven en la base de esos movimientos, que ellos nocomprenden, la influencia de agitadores malintencionados, gentemala, demagogos, vocingleros y jovenzuelos. Ellos afirman que losagentes nombrados por esas asociaciones tienen interés en laagitación, porque viven de ella. ¡Cómo si la burguesía no hicieranecesarios esos nombramientos, puesto que no quiere emplear a esaspersonas!La frecuencia inaudita de las paralizaciones del trabajo es la mejorprueba de la extensión alcanzada por la guerra social en Inglaterra.No pasa una semana, ni casi un día, sin que se declare una huelga enalguna parte, ora contra una reducción de salarios, ora a propósito deuna negativa de aumento; ora porque se ha empleado a knobsticks; obien porque el patrón ha rehusado poner fin a abusos o a mejorar lasinstalaciones defectuosas ora porque se han introducido nuevasmáquinas, o por muchos otros motivos. Es cierto que esas huelgas noson más que escaramuzas de avanzadas, a veces también combatesmás importantes; no arreglan nada definitivamente, pero son laprueba más segura de que se aproxima la batalla decisiva entreproletariado y burguesía. Son la escuela de guerra de los obreros,donde se preparan para el gran combate en lo sucesivo ineluctable;son los pronunciamientos de diferentes ramas del trabajo,consagrando su adhesión al gran movimiento obrero. Y si secomparan de un año a otro los números del Northern Star, el únicoperiódico que informa sobre todos los movimientos del proletariado, secomprobará que todos los obreros de la ciudad y de la industria ruralse han agrupado en asociaciones y han protestado una u otra vezcontra la dominación de la burguesía por una paralización general deltrabajo. Y, como escuelas de311guerra, son de una eficacia sin igual. En ellas se desarrolla la valentíapropia del inglés. Se dice en el continente que los ingleses, y sobretodo los obreros, son apocados, que son incapaces de hacer unarevolución, porque no arman motines todos los días como losfranceses, porque soportan con tanta tranquilidad aparente el régimenburgués. Eso es absolutamente falso. Los obreros ingleses no le cedenen coraje a ninguna nación; ellos son tan poco apacibles como losfranceses, pero combaten de otra manera. Los franceses, que sonesencialmente políticos, combaten los males sociales también sobre elterreno político; los ingleses, para quienes la política sólo existe conmiras a los intereses burgueses, a la sociedad burguesa, en lugar deluchar contra el gobierno luchan directamente contra la burguesía; yesa lucha por el momento, no puede ser eficaz sino por mediospacíficos. El marasmo económico y la miseria que lo siguió tuvieronpor efecto en Lyon, en 1834, la insurrección por la República, en 1842en Manchester el turnout general por la Carta del Pueblo y los altossalarios. Pero que sea menester para un turnout además de coraje y aveces un coraje mucho más grande, mucho más elevado, un espíritude decisión mucho más osado, mucho más firme que para un motín,no hay ni que decirlo. No es realmente poca cosa para un obrero quesabe por experiencia lo que es la miseria, el ir al encuentro de lamisma con su mujer y sus hijos, sufrir hambre y necesidades durantemeses, y sin embargo permanecer firme e inquebrantable. ¿Qué es lamuerte, qué son las prisiones que esperan al revolucionario francés,comparadas con la hambruna lenta, comparadas con el espectáculocotidiano de una familia hambreada, con la certidumbre de que laburguesía se vengará un día, que el obrero inglés escoge sin embargoantes que someterse al yugo de la clase poseedora? Más adelantedaremos un ejemplo de ese coraje obstinado, inflexible, del obreroinglés, que no cede ante la fuerza sino cuando toda resis tenciaresulta inútil e insensata. Y es precisamente en esa tranquilapaciencia, en esa larga firmeza que debe vencer cien pruebas cada día,donde el obrero inglés muestra el aspecto de su carácter que inspira elmayor respeto. Seres que sufren tanto a fin de hacer plegar a312un sólo burgués serán capaces también de romper la fuerza de laburguesía en su conjunto. Pero aparte de este caso, el obrero inglésha dado pruebas de su coraje más de una vez. Si el turnout de 1842no tuvo otros resultados es porque, de una parte, los obreros habíansido empujados por los burgueses y, de otra parte, no veíanclaramente el objetivo y todos no estaban de acuerdo al respecto. Porel contrario, con frecuencia han dado pruebas de su coraje cuando seha tratado de fines sociales claramente definidos. Sin hablar de lainsurrección galesa80 de 1839, una verdadera batalla campal estallóen Manchester, en mayo de 1843, durante mi estancia en esa ciudad.Una fábrica de tejas (Pauling & Henfrey) había, en efecto, agrandadolas dimensiones de las tejas sin aumentar los salarios yevidentemente vendían esas tejas más grandes a mayor precio. Losobreros, a quienes se había negado un aumento, abandonaron lafábrica y la asociación de obreros tejeros puso a dicha firma en la listanegra: Con gran trabajo, la firma logró sin embargo encontrar obrerosen los alrededores, recurriendo a los knobsticks contra los cuales laasociación comenzó por emplear la intimidación. La fábrica apostódoce hombres para vigilar los terrenos, todos antiguos soldados opolicías, y los armó con fusiles. Pero cuando la intimidación resultóineficaz, una banda de obreros tejeros asaltó los terrenos una noche,a las diez, avanzando en formación de combate, las primeras filasarmados con fusiles, mientras que a 400 pasos había un cuartel deinfantería.* Los obreros penetraron en el patio, y desde que divisarona los guardianes hicieron fuego en su dirección, pisotearon las tejashúmedas que estaban colocadas en el piso, desbarataron losmontones de tejas ya secas, demolieron todo lo que se hallaba a supaso y penetraron en el edificio donde rompieron los muebles ymaltrataron a la mujer del capataz que vivía allí. Mientras tanto losguardianes se habían apostado detrás de un cercado desde dondepodían tirar con precisión y sin ser molestados; los80 Engels escribe walschen (welche), por walisischen (galés).* En el ángulo de Cross Lane y Regent Road, cf. el plano deManchester.313asaltantes se hallaban delante de un horno de tejas encendido queproyectaba sobre ellos un vivo resplandor, de modo que cada bala desus adversarios hacía estragos, mientras que cada disparo de ellos noalcanzaba su objetivo. Sin embargo, el escopeteo duró más de mediahora hasta que se agotaron las municiones y hasta que se alcanzara elobjetivo de la visita, o sea la destrucción de todo lo que se podíadestruir en el patio. Luego llegó la tropa y los obreras tejeros seretiraron en dirección de Eccles (a 3 millas de Manchester). Un pocoantes de Eccles se pasó lista: cada hombre fue llamado por el númeroque tenía en su sección, después todos se dispersaron para caernaturalmente con toda seguridad en manos de la policía que acudióde todas partes. El número de heridos debió ser muy importante, peroúnicamente se conocieron los que fueron arrestados. Uno de elloshabía recibido tres balazos, uno en el muslo, otro en la pantorrilla yotro en el hombro, y se había arrastrado así más de cuatro millas.Creo que hay muchas personas que han demostrado que tambiéntienen coraje revolucionario y no temen a una lluvia de balas; perocuando masas desarmadas, que no saben exactamente lo que quieren,son tenidas a raya en plazas de mercado rodeadas por algunosdragones y policías que ocupan las salidas, como fue el caso en 1842,no se trata de una falta de valentía: la muchedumbre no se hubieramovido más si los servidores de la fuerza pública, es decir, de laburguesía, no hubieran estado allí. Cuando el pueblo tiene algúnobjetivo preciso, muestra suficiente valor; por ejemplo, cuando elataque a la fábrica de Birley, que tuvo que ser protegida ulteriormentepor refuerzos de artillería.A propósito, unas palabras en cuanto al respeto sacrosanto que setiene a la ley en Inglaterra. Desde luego, para el burgués la ley essagrada, ya que es obra suya aprobada con su consentimiento, parasu protección y ventaja. Él sabe que aun cuando tal o cual ley loperjudique en particular, el conjunto de la legislación protege susintereses, y que, ante todo, el carácter sagrado de la ley, el carácterintocable del orden social consagrado por la expresión acti va de lavoluntad de una fracción de la sociedad y la pasividad delotro sector,314representa el apoyo más poderoso de su posición social. Como elburgués inglés se conduce ante la ley como si se hallara ante su dios,él la considera sagrada; y por eso la cachiporra del policía -que enrealidad es su propia cachiporra- es para él un calmante de efectomaravilloso. Pero en modo alguno para el obrero. El obrero sabedemasiado bien y con mucha frecuencia ha sabido por experienciaque la ley es para él un látigo confeccionado propósito por laburguesía, y cuando no es obligado, no respeta la ley. Es ridículoafirmar que el obrero inglés teme a la policía, mientras que enManchester la policía sufre cada semana buenos castigos e incluso elaño pasado se intentó tomar por asalto un comisariado protegido porpuertas de acero y pesadas contraventanas. La fuerza de la policía enla huelga de 1842 residió únicamente, como hemos dicho, en lairresolución de los propios obreros.Dado que los obreros no respetan la ley, se conforman por elcontrario con dejar que ejerza su fuerza cuando ellos mismos notienen el poder de cambiarla; es enteramente natural que propongan81al menos modificaciones a la ley, que quieran reemplazar la leyburguesa por una ley proletaria. La ley propuesta por el proletariadoes la Carta del Pueblo (People's Charter) que en su forma espuramente política y exige para la Cámara de las Comunes una basedemocrática. El cartismo es la forma condensada de la oposición a laburguesía. En los sindicatos y turnouts, esta oposición siemprepermanecía aislada, eran los obreros individuales o secciones deobreros que, luchaban contra burgueses individuales; si el combate sehacía general, esa era apenas82 la intención de los obreros y cuandohabía intención, el cartismo era lo que se hallaba en la base de esageneralización. Pero en el cartismo es toda la clase obrera la que selevanta contra la burguesía -particularmente contra su poder políticoy la que asalta la muralla legal de la cual se ha rodeado. El cartismonació del partido democrático81 (1845) haben (1892) machen82 (1845) Wenig (poco) (1892) selten (raramente).315que se desarrolló de los años 80 a 90 del siglo pasado, a la vez con ydentro del proletariado, se reforzó, durante la revolución francesa, y semanifestó desde la paz como partido radical, teniendo por entonces sufeudo principal en Birmingham y Manchester, como lo tuvo antes enLondres. Al aliarse con la burguesía liberal, logró arrancar a laoligarquía del antiguo Parlamento la ley de Reforma, y desde entoncesha consolidado constantemente sus posiciones de partido obrerofrente a la burguesía. En 183882, un comité de la Asociación deTrabajadores de Londres (Working Men's Association), que dirigíaWilliam Lovett, definió la Carta del Pueblo cuyos "seis puntos" son lossiguientes: 1. Sufragio universal para todo varón adulto mentalmentesano y sin antecedentes penales; 2. Renovación anual del Parlamento;3. Fijación de una indemnización parlamentaria a fin de que loscandidatos sin recursos puedan igualmente aceptar un mandato; 4.Elecciones por escrutinio, a fin de evitar la corrupción y laintimidación por parte de la burguesía; 5. Circunscripcioneselectorales iguales para asegurar representación equitativa; y 6.Abolición de la disposición -por otra parte ilusoria- que reserva laelegibilidad exclusivamente para los poseedores de propiedadterritorial valorada en £ 300 por lo menos de modo que en lo sucesivotodo elector sea elegible. Estos seis puntos que se limitan a laorganización de la Cámara de los Comunes, por anodinos que puedanparecer, están sin embargo destinados a hacer añicos la Constitucióninglesa incluyendo el reino y la Cámara Alta. Lo que se llama el ladomonárquico y aristocrático de la Constitución sólo puede subsistirporque la burguesía tiene interés en su mantenimiento aparente;tanto lo uno como lo otro ya no tienen más que una existencia ficticia.Pero si toda la opinión pública se alineara junto a la Cámara de losComunes, si ésta expresara no solamente la voluntad de la burguesía,sino la de toda la nación, concentraría tan perfectamente la totalidaddel poder, que desaparecería la última aureola que ciñe la cabeza delmonarca y de la aristocracia. El obrero inglés no82 (1845) y (1892): 1835, por error. La Carta fue publicada por primeravez el 8 de mayo de 1838.316respeta ni a los lores ni a la reina, mientras que los burgueses -aunque no se les pide su opinión sobre cosas fundamentalesendiosan sus personas. El cartista inglés es políticamente republicanoaun que nunca emplea, o sólo muy raramente, ese término; simpatizapor otra parte con los partidos republicanos de todos los países, peroprefiere llamarse "demócrata": Sin embargo, no es simplementerepublicano; su democracia no se limita al plano político.El cartismo fue desde sus comienzos en 1835 un movimientoesencialmente obrero, pero todavía no estaba claramente separado dela pequeña burguesía radical. El radicalismo obrero marchaba de lamano con el radicalismo burgués; la Carta era su Schibboleth (santo yseña, consigna) común, todos las años celebraban sus "convencionesnacionales" juntos; ellos parecían constituir un partido. Por entoncesla pequeña burguesía parecía dotada de una combatividad particular,ella pedía sangre debido a la decepción que había sufrido ante losresultados de la ley de Reforma, y a causa de los años de crisiseconómica de 1837 a 1839; por tanto la violencia de la agitacióncartista estaba lejos de contrariarla. En Alemania difícilmente sehacen una idea de esta violencia. El pueblo fue invitado a armarse,también con frecuencia fue llamado abiertamente a rebelarse; sefabricaron picas como poco antes de la revolución francesa, y en1838 el movimiento contaba entre otros con un tal Stephens, pastormetodista, quien declaró al pueblo de Manchester reunido:"Nada tenéis que temer de la fuerza del gobierno, de los soldados,de las bayonetas y de los cañones de qué disponen vuestrosopresores; tenéis un medio más poderoso que todo ello, un armacontra la cual las bayonetas y los cañones nada pueden; un niño de10 años puede manejar esa arma no tenéis más que coger unosfósforos y un puñado de paja empapada en pez, y ya quisiera ver loque el gobierno y sus centenares de miles de soldados puedenhacer contra esta arma, si se la utiliza decididamente."** Hemos visto cómo los obreros han tomado a pecho estasrecomendaciones. (F.E.)317Pero es por esa misma época que apareció el carácter específico,social del cartismo obrero. El propio Stephens declaró en unareunión de 200000 personas en el Kersal Moor, el Mons sacer deManchester que ya hemos citado:"El cartismo, mis amigos, no es una cuestión política, en que setrata de haceros obtener el derecho al voto o algo por el estilo; no,el cartismo es una cuestión de tenedor y cuchillo, la carta significabuen alojamiento, comer y beber bien, buenos salarios y unajornada de trabajo corta."Asimismo, desde esa época, los movimientos dirigidos contra lanueva ley de pobres y reclamando la jornada de 10 horas estaban enestrecha unión con el cartismo: Puede verse al tory Oastler participaren todos los mítines de ese período, y además de la petición nacionaladoptada en Birmingham en favor de la Carta del Pueblo, fueronadoptadas centenares de peticiones en pro del mejoramiento social dela situación de los obreros. En 1839, la agitación prosiguió con lamisma intensidad, y cuando comenzó a debilitarse hacia los finalesdel año, Bussey, Taylor y Frost se apresuraron a desencadenar almismo tiempo un motín en el norte de Inglaterra, en la región deYorkshire y en el país de Gales. Frost se vio forzado a actuarprematuramente, pues su causa fue delatada y fracasó; los del nortese enteraron a tiempo de esta desventura y dieron marcha atrás. Dosmeses más tarde, en enero de 1840; estallaron varios motinesllamados "policiacos" (Spy-outbreaks)(41), en Yorkshire, por ejemploen Sheffield y Bradford; luego la agitación se calmó poco a poco.Mientras tanto, la burguesía emprendió proyectos más prácticos, másventajosos para ella, en particular en cuanto a ley de granos; laasociación contra la ley de granos fue creada en Manchester y tuvopor consecuencia un aflojamiento de los vínculos entre la burguesíaradical y el proletariado. Los obreros no tardaron en comprender quela abolición de la ley de granos no sería para ellos de gran beneficio,mientras que por el contrario favorecía mucho a la burguesía; y poreso fue imposible ganar su apoyo al respecto. Estalló la crisis de 1842.La agitación se reanudó318con tanta violencia como en 1839. Pero esta vez, participó en ella larica burguesía industrial que tenía mucho que perder en esta crisis.La Liga contra la Ley de Granos, como se llamaba ahora la asociaciónfundada por los industriales de Manchester, manifestó una tendenciaal extremismo y la violencia. Sus periódicos y sus propagandistasempleaban un lenguaje abiertamente revolucionario, que se explicabaen parte también porque el partido conservador estaba en el poderdesde 1841. Tal como lo habían hecho antes los cartistas, ellosincitaban ahora sin rodeos a la rebelión. Por lo que toca a los obreros,que serían los más perjudicados por la crisis, no permanecieroninactivos, como lo demuestra la petición nacional de ese año, con sustres millones y medio de firmas. En suma, se aliaron de nuevo los dospartidos radicales que se habían alejado un poco. El 15 de febrero de1842, luego de una reunión de liberales y cartistas en Manchester, seredactó una petición reclamando tanto la abolición de la ley de granoscomo la puesta en vigor de la carta, la cual fue adoptada por ambospartidos el día siguiente. La primavera y el verano pasaron en unaagitación muy viva, en tanto que la miseria se agravaba. La burguesíaestaba decidida a imponer la abrogación de las leyes de granosaprovechándose de la crisis, de la miseria que siguió83 y de laexcitación general. Esta vez, cuando84 los tories estaban en el poder,ella hasta abolió a medias su propia legalidad; quería hacer larevolución, pero con los obreros. Ella quería que los obreros le sacaralas castañas del fuego y se quemaran los dedos, para el mayorprovecho de la burguesía. Ya circulaba de diversos lados la idealanzada otrora por los cartistas (en 1839) de un "mes santo", de unparo general del trabajo por todas los obreros. Pero esta vez no eranlos obreros quienes querían parar el trabajo: eran los industriales quequerían cerrar sus fábricas, enviar a los obreros a las localidadesrurales, a las propiedades de la aristocracia, para obligar así alParlamento83 (1892) "de la crisis de la miseria, y de . . .(...mit Hülfe der Krisis, derNot und...) (1845) ...mit Hülfe der Krisis, der ihr folgenden Not und...84 (1892) da (dado que).(1845) als (cuando)319tory y al gobierno a abrogar los derechos de aduana sobre los granos.Naturalmente, el resultado de ello sería una rebelión, pero laburguesía se quedaba segura en posición secundaria y podía esperarlos resultados sin comprometerse, en caso de fracaso. Hacia fines delmes de julio, la situación económica comenzó a mejorar; ya era hora,y para no dejar escapar la ocasión, tres fábricas de Stalybridgeredujeron entonces los salarios en un período de alza de la coyunturaeconómica (cf. los informes comerciales de Manchester y de Leeds, definales de julio y comienzos de agosto) obrando por su cuenta, o deacuerdo con otros industriales y principalmente con la Liga -no puedoprecisar este punto. Sin embargo, dos de las fábricas reconsideraronla medida; la tercera, la firma William Bayley & Bros., se mantuvofirme y respondió a las protestas de los obreros que, si no estabanconformes, tal vez harían mejor en irse a jugar por un tiempo. Losobreros acogieron esas palabras irónicas con vítores, abandonaron lafábrica y recorrieron la localidad invitando a todos los obreros aabandonar el trabajo. En unas cuantas horas, todas las fábricasestaban paralizadas, y los obreros se dirigieron en comitiva a MottramMoor para celebrar allí un mitin. Era el 5 de agosto. El día 8, unacolumna de 5000 hombres se dirigió hacia Ashton y Hyde, allí pararontodas las fábricas y las minas y celebraron mítines, donde se trató, node la abolición de la ley de granos, como lo esperaba la burguesía,sino "del salario cotidiano equitativo por un trabajo cotidianoequitativo" (a fair day's wages for a fair day's work). El 9 de agosto, setrasladaron a Manchester, donde las autoridades, que eran todasliberales, les permitieron entrar y ellos pararon las fábricas; el 11estaban en Stockport, y sólo aquí fue donde hallaron cierta resistenciacuando tomaron por asalto la casa de pobres, esa institución preferidade la burguesía. El mismo día, Bolton era teatro de una huelgageneral y de disturbios a los cuales tampoco se opusieron lasautoridades; pronto la rebelión se extendió a todos los distritosindustriales y toda actividad cesó, salvo el suministro de productosagrícolas y la preparación de productos alimenticios. Sin embargo, losobreros en rebelión no cometieron excesos. Ellos habían sidoempujados a la insurrección sin quererlo320realmente; los industriales, enteramente contra su costumbre, no sehabían opuesto a la paralización del trabajo, excepto uno solo: el toryBirley, de Manchester; la cosa había comenzado sin que los obrerostuviesen un objetivo preciso. Por eso todos estaban ciertamente deacuerdo en no hacerse matar para provecho de sus patronos,partidarios de la abolición de la ley de granos. Pero por otra parte,unos querían imponer la Carta del Pueblo, mientras que otros,considerando prematuro este propósito, buscaban simplementearrancar los baremos de salarios de 1840. Esta fue la causa delfracaso de toda la insurrección. Si desde el principio hubiera sido unainsurrección obrera consciente, intencional, hubiera realmentetriunfado; pero esas muchedumbres lanzadas a la calle por suspatronos, sin haberlo deseado, sin objetivo preciso, no podían hacernada. Mientras tanto, la burguesía, que no había movido un dedopara poner en vigor la alianza del 15 de febrero, pronto comprendióque los obreros se negaban a convertirse en su instrumento, y que lainconsecuencia con la cual se había apartado de su punto de vista"legal" la ponía ahora a ella misma en peligro. Por tanto volvió a lalegalidad de antaño y se puso junto al gobierno contra los obreros queella misma había incitado a la rebelión y empujado después ainsurreccionarse. Los burgueses y sus fieles servidores prestaronjuramento en calidad de agentes de policía especiales hasta losnegociantes alemanes de Manchester tomaron parte en esamascarada y desfilaron sin ton ni son por la ciudad, garrote en manoy fumando tabaco, la burguesía hizo disparar contra el pueblo enPreston, y así es cómo esa rebelión popular, sin objetivos, chocó degolpe no solamente con las fuerzas militares del gobierno sino ademáscon toda la clase poseedora. Los obreros, que por otra parte no teníanningún fin, se separaron y la insurrección se extinguió poco a poco sinconsecuencias graves. Por tanto, la burguesía continuó cometiendoinfamia sobre infamia, buscó excusarse aparentando, respeto de laviolenta intervención popular, un horror que no concordaba con ellenguaje revolucionario que había empleado en la primavera; lanzó laresponsabilidad de la insurrección sobre los "instigadores" cartistas,etc., mientras que había hecho mucho321más que ellos para promoverla, y adoptó su antiguo punto de vista, elrespeto sacrosanto de la legalidad, con un descaro sin igual. Loscartistas, que apenas habían participado en la rebelión, y no habíanhecho lo que la burguesía también había tenido la intención dehacer85, es decir, aprovecharse de la ocasión, fueron juzgados ycondenados en tanto que la burguesía salió del apuro sin daño,vendiendo ventajosamente sus acciones durante la huelga.Se consumó la separación total entre la burguesía y el proletariado,y ese fue el fruto de la rebelión. Hasta ese momento, los cartistas nohabían ocultado su intención de hacer pasar su carta por todos losmedios, incluyendo la revolución. La burguesía, que ahoracomprendía súbitamente qué peligro encerraba toda subversiónviolenta para su situación no quería oír hablar más de "fuerza física" ypretendía alcanzar sus designios únicamente con la "fuerza moral",como si ésta fuese otra cosa que una amenaza directa o indirecta derecurrir a la fuerza física. Esa fue la primera cuestión en litigio,separada sin embargo en cuanto al fondo por la afirmación ulterior delos cartistas -que son igualmente tan dignos de fe como la burguesíaliberal- declarando no desear recurrir más a la fuerza física: Pero elsegundo punto en litigio, el más importante, el que hacía aparecer alcartismo en toda su pureza, fue la cuestión de la ley de granos. Laburguesía liberal estaba interesada en ella, pero no el proletariado. Elpartido cartista se dividió entonces en dos bandas, cuyos principiospolíticos declarados concordaban perfectamente, pero que sinembargo son enteramente diferentes e irreconciliables. Cuando laConvención nacional de Birmingham, en enero de 1843, Sturge, elrepresentante de la burguesía radical, propuso que se suprimiera lapalabra "Carta" de los estatutos de la Asociación cartista, so pretextode que a causa de la insurrección dicho nombre estaría ligado arecuerdos revolucionarios violentos -vínculos que, por lo demás,databan de largos años y a los cuales Mr. Sturge hasta entonces nohabía tenido nada que85 (1845) tun (1892) taten322objetar. Los obreros no quisieron abandonar dicho nombre y cuandoSturge fue derrotado por mayoría de votos, ese cuáquero convertido degolpe en súbdito leal, abandonó la sala en compañía de la minoría yfundó una Complete Suffrage Association formada de burguesesradicales. Los recuerdos se habían hecho tan odiosos a este burgués,jacobino hasta hace poco, que llegó hasta transformar la expresiónsufragio universal (universal suffrage), en esta locución ridícula:"sufragio completo" (complete suffrage). Los obreros se rieron de él yprosiguieron su camino.A partir de ese momento, el cartismo devino una causa puramenteobrera, liberada de todos los elementos burgueses, etc. Los periódicos"completos" -Weekly Dispatch, Weekly Chronicle, Examiner, etc.-apagaron la voz poco a poco en el estilo soporífico de otros periódicosliberales defendieron la causa de la libertad de comercio, atacaron elproyecto de la ley de las diez horas y todas las mocionesexclusivamente obreras, haciendo en suma aparecer muy poco suradicalismo. La burguesía radical hizo causa común con los liberalesen todos los conflictos contra los cartistas y, de manera general, hizode la ley de granos -que es para los ingleses, la cuestión de la librecompetencia- su preocupación principal. Cayó así bajo el yugo de laburguesía liberal y juega actualmente un papel en extremolamentable.Los obreros cartistas, en cambio, tomaron parte con ardorredoblado en todos los combates del proletariado contra la burguesía.La libre competencia ha hecho tanto mal a los obreros como para serahora objeto de odio para ellos; sus representantes, los burgueses,son sus enemigos declarados. El obrero sólo puede esperardesventajas de una liberación total de la competencia. Lasreivindicaciones que ha formulado hasta el presente: ley de diezhoras, protección del obrero contra el capitalista, buen salario, empleogarantizado, abrogación de la nueva ley de pobres, cosas todas queson elementos del cartismo al menos tan esenciales como los "seispuntos", van directamente al encuentro de la libre competencia323y de la libertad de comercio. Por tanto no es de sorprender -y eso es loque toda la burguesía inglesa no puede comprender- que los obrerosno quieran oír hablar en absoluto de libre competencia, de libertad decomercio y de abrogación de la ley de granos, y que muestren conrespecto a esta última a lo sumo indiferencia, pero en cambio, por loque toca a sus defensores, sienten la más viva animosidad. Estacuestión es precisamente el punto donde el proletariado se separa dela burguesía, el cartismo del radicalismo; y un burgués no podríacomprenderlo porque no puede comprender al proletariado.Pero en eso también es que reside la diferencia entre la democraciacartista y todo lo que fue hasta aquí la democracia política burguesa.La naturaleza del cartismo es esencialmente social. Los "seis puntos"que son a los ojos del burgués el alfa y omega, debiendo a lo sumoimplicar también algunas modificaciones de la constitución, no sonpara el proletario más que un medio. "Nuestro medio: el poderpolítico, nuestro objetivo: el bienestar social". Tal es la consignaelectoral, claramente formulada, de los cartistas. La "cuestión detenedor y cuchillo" del predicador Stephens no representaba unaverdad sino a los ojos de una fracción de los cartistas de 1838; en1845, es la verdad para todos. Entre los cartistas ya no hay un solohombre que sea únicamente político. Y, aunque su socialismo se halleaún poco desarrollado, aunque el principal medio de lucha contra lamiseria sea hasta el presente la división de la propiedad territorial(allotment system) ya superada por la industria (cf. Introducción),aunque, en una palabra, la mayoría de sus proyectos prácticos(protección de los obreros, etc.) sean en apariencia de índolereaccionaria, esas medidas implican, de una parte, la necesidad devolver a caer bajo el yugo de la competencia y crear de nuevo el estadode cosas existente, o llevar a cabo ellos mismas la abolición de lacompetencia; y, de otra parte, la imprecisión actual del cartismo, laescisión que lo ha separado del partido puramente político, exige quecontinúen desarrollándose, precisamente, las característicasdestructivas del cartismo, que residen en su orientación social. Ladisposición a la unión con el socialismo324es inevitable, sobre todo si la próxima crisis que sucederánecesariamente a la prosperidad actual de la industria y el comercio amás tardar en 1847*, pero posiblemente desde el año próximo; crisisque superará con mucho en violencia e intensidad a todas lasanteriores orienta a los obreros, como consecuencia de su miseria,cada vez más hacia los medios sociales en vez de los medios políticos.Los obreros impondrán su carta: es lo normal; pero de aquí a allá sedarán cuenta claramente de muchas cosas que ellos pueden imponercon la ayuda de su carta y que ellos ignoran todavía actualmente engran parte.Mientras tanto, también progresa la agitación social. Noconsideraremos aquí el socialismo inglés sino en la medida en queejerza una influencia sobre la clase obrera. Los socialistas inglesesreclaman la instauración progresiva de la comunidad de bienes en las"colonias"(42) de 2000 a 3000 personas -que practican la industria yla agricultura y disfrutan de los mismos derechos y de la mismaeducación- y preconizan la simplificación de las formalidades deldivorcio y la institución de un gobierno racional, que garantice lalibertad total de palabra y la abolición de las penas por delitos queserían reemplazadas por un tratamiento racional de los delincuentes.Tales son sus proposiciones prácticas. Sus principios teóricos no nosinteresan aquí. A la cabeza del socialismo hay un industrial, Owen, ypor eso -aunque en realidad él supera la oposición proletariadoburguesía- en su forma da muestras sin embargo de una granindulgencia hacia la burguesía y de una gran injusticia hacia elproletariado. Los socialistas son enteramente bondadosos y pacíficos;ellos justifican el estado de cosas actual, por deplorable que sea, en lamedida en que condenan toda otra vía que no sea la de la persuasióndel gran público; y al mismo tiempo son tan abstractos, que la formaactual de sus principios jamás podría permitirles convencer a laopinión pública. Además, ellos no cesan de lamentarse de ladesmoralización de las clases inferiores no ven absolutamente* (1892): Ha tenido lugar exactamente en la fecha prevista. (F.E.)325ningún elemento de progreso que detenga esa disgregación del ordensocial, y no piensan por un instante que la desmoralización provocadapor el interés privado y la hipocresía es mucho peor en las clasesposeedoras. Ellos no admiten la evolución histórica, y por eso quierenprecipitar a la nación hacia el estado comunista, sin esperar, sinproseguir la política actual hasta el punto en que se disuelva ellamisma86. Desde luego, ellos comprenden por qué los obreros selevantan contra los burgueses, pero consideran que esa cólera, que esno obstante el único medio de hacer progresar a los obreros, esinfecunda y ellos predican una filantropía y un amor universal aúnmás estéril para la situación presente en Inglaterra. Ellos no admitensino la evolución sicológica, la evolución del hombre abstracto, sinningún vínculo con el pasado, mientras que el mundo enterodescansa en ese pasado y el hombre también. Por eso es que sondemasiado eruditos, demasiada metafísicos, y no logran gran cosa.Ellos proceden en parte de la clase obrera, de la cual han atraído muypocos elementos: los cerebros más cultos, y los caracteres más firmes,es cierto. En su forma actual, el socialismo jamás podrá convertirseen patrimonio de toda la clase obrera; tendrá incluso que rebajarse avolverse atrás algún tiempo para situarse en el punto de vista cartista.Pero el socialismo auténticamente proletario, que será tolerado por elcartismo, depurado de sus elementos burgueses, tal como ya sedesarrolla actualmente entre numerosos socialistas, y entrenumerosos dirïgentes cartistas, que son casi todos socialistas*,asumirá ciertamente, dentro de poco, un papel importante en lahistoria del desarrollo del pueblo inglés. El socialismo inglés que, porlo que toca a su base, supera con mucho al comunismo francés, peroque en su desarrollo87 está86 En las ediciones inglesas de 1887 y de 1892, se lee: up to point atwhich this transition becomes possible and necessary (...hasta elpunto en que esta transición deviene posible y necesaria...)* (1892): socialistas naturalmente en el sentido general, y no en elsentido oweniano de la palabra. (F.E.)87 (1887 y 1892): Theoretical development (desarrollo teórico).326muy a la zaga del mismo, deberá retroceder algún tiempo al punto devista francés, para superarlo después. De aquí a allá, los francesestambién harán sin duda progresos por su lado. El socialismo es almismo tiempo la expresión más categórica de la irreligiosidadimperante entre los obreros, y tan categórica incluso que los obrerosque son irreligiosos inconscientemente, simplemente en la vidapráctica, vacilan con frecuencia ante el carácter cortante de estaexpresión. Pero sobre este punto igualmente la necesidad obligará alos obreros a abandonar una fe respecto a la cual comprenden cadavez más que sólo sirve para hacer de ellos seres débiles y sumisos,dóciles y fieles a la clase poseedora que los esquilma.Vemos, pues, que el movimiento obrero está dividido en dosbandos: los cartistas y los socialistas. Los cartistas son los másatrasados, los que menos han evolucionado, pero en cambio,auténtica, físicamente proletarios, representantes valiosos delproletariado. Los socialistas ven más lejos, proponen medidasprácticas contra la miseria, pero tienen su origen en la burguesía, deahí su incapacidad de amalgamarse con la clase obrera. La fusión delsocialismo con el cartismo, la reproducción del comunismo francés ala manera inglesa, será la próxima etapa y la misma ha comenzadoen parte. Solamente cuando se haya logrado, es que la clase obreraserá la verdadera dueña de Inglaterra; la evolución social y políticaproseguirá mientras tanto, favoreciendo el nacimiento de ese nuevopartido, ese progreso del cartismo.Las diferentes fracciones de obreros, que a menudo unen susesfuerzos u obran separadamente -miembros de las asociaciones,cartistas y socialistas- han creado por sus propios medios un grannúmero de escuelas y de salas de lecturas para elevar el nivelintelectual del pueblo. Cada institución socialista y casi cadainstitución cartista posee un establecimiento de ese género, ynumerosos sindicatos siguen igualmente ese ejemplo. Se imparte a losniños una educación verdaderamente proletaria, exenta de todas lasinfluencias burguesas, y en las salas de lectura se hallan casiexclusivamente periódicos y327libros proletarios. Esos establecimientos representan un peligro muygrave para la burguesía, que ha logrado sustraer cierto número deinstitutos de ese género -los Mechanics Institutions(43)- a la influenciadel proletariado y transformarlos en instrumentos destinados aextender entre los obreros los conocimientos útiles a la burguesía. Enellos se estudian las ciencias de la naturaleza que distraen a losobreros de su lucha contra la burguesía, y pueden proporcionarles losmedios de hacer descubrimientos que producirán dinero a losburgueses -mientras que el conocimiento de la naturaleza en realidadno tiene actualmente ninguna utilidad para el obrero, porque confrecuencia ni siquiera tiene ocasión de ver la naturaleza en la granciudad donde vive, ya que es esclavo de su trabajo. Se predicaasimismo la economía política, cuyo ídolo es la libre competencia, dedonde resulta solamente que, para el obrero, no hay nada másrazonable que dejarse morir de hambre con tranquila resignación.Toda la educación que se imparte tiende a hacerlo dócil, flexible, servilcon respecto a la política y a la religión reinantes, de modo que para elobrero no es más que una continua exhortación a la obedienciatranquila, a la pasividad y a la sumisión a su destino. Naturalmente,la masa de los obreros no quiere saber nada de esos institutos, y sedirige a las salas de lectura proletarias; ella se orienta hacia ladiscusión de las relaciones sociales, que le interesa directamente;mientras que la burguesía, en su suficiencia, pronuncia su dixi etsalvavi88, y se aparta con desprecio de una clase que en vez de unaeducación seria, "prefiere los estrépitos violentos y apasionados dedemagogos malintencionados". Por lo demás, las numerosasconferencias sobre temas científicos estéticas y económicos que seorganizan muy a menudo en todos los institutos proletarios, sobretodo los institutos sociales, y son muy estimadas, demuestransuficientemente que los obreros también tienen el gusto de una"educación seria", cuando ésta no es mezclada con los conceptosinteresados de la burguesía. Con frecuencia he oído a trabajadoresharapientos hablar de geología, de astronomía y88 He hablado y me he salvado328de otras cosas con más conocimiento de esas materias que muchosburgueses alemanes cultos. Y lo que muestra hasta qué punto elproletariado ha sabido adquirir una cultura propia, es que las obrasmodernas que hacen época en filosofía, en política y en poesía sonleídas casi únicamente por obreros. El burgués, criado servil delrégimen social existente y de los prejuicios que el mismo implica, seasusta y se persigna ante todo lo que es susceptible de constituir unprogreso. El proletario mantiene los ojos abiertos ante esos progresosy los estudia con placer y éxito. A este respecto, los socialistas sobretodo han aportado una contribución inconmensurable a la cultura delproletariado; ellos han traducido las obras de los materialistasfranceses: Helvetius, Holbach, Diderot, etc., y las han difundido enediciones económicas al lado de las mejores obras inglesas. La Vida deJesús, de Strauss, y La Propiedad, de Proudhon, se han divulgadoigualmente sólo entre el proletariado. Shelley, el genial y proféticoShelley, y Byron, con su ardor sensual y su sátira amarga de lasociedad existente, cuentan entre los obreros su público másnumeroso; los burgueses no poseen sino ediciones castradas, lasfamily editions, que se han adaptado al gusto de la moral hipócrita deldía. Los dos más grandes filósofos prácticos de los últimos tiempos,Bentham y Godwin, son asimismo, sobre todo este último, lapropiedad casi exclusiva del proletariado; aunque Bentham tambiénha hecho escuela entre la burguesía radical, únicamente elproletariado y los socialistas han logrado derivar una enseñanzaprogresista de su doctrina. Sobre esas bases el proletariado se haformado una literatura propia, compuesta sobre todo de folletos y deperiódicos cuyo valor supera con mucho a toda la literatura burguesa.En otra parte hablaremos de nuevo al respecto.Todavía hay que hacer una observación: los obreros industriales,sobre todo aquellos de los distritos textiles, constituyen el centromotor de los movimientos obreros: El condado de Lancashire,particularmente Manchester, es la sede de las asociaciones obrerasmás poderosas, el centro del cartismo; la región que cuenta conmás socialistas. Mientras329más invade una rama el sistema industrial y más participan losobreros en el movimiento, más se agudiza el antagonismo entreobreros y capitalistas, más se desarrolla y aviva la concienciaproletaria del obrero. Si bien los pequeños patronos de Birminghamtambién son víctimas de las crisis, ellos se hallan en una posiciónfalsa, a medio camino entre el cartismo del proletario y el radicalismodel tendero. Pero en general todos los obreros industriales se hancaptado para una de las dos formas de rebelión contra el capital y laburguesía; ellos piensan unánimemente que constituyen, comoWorking men título del cual se sienten orgullosos y apóstrofe por elcual comienzan habitualmente las reuniones cartistas -una claseparticular que posee intereses y principios propios y concepcionesparticulares frente a todos los poseedores y, al mismo tiempo, que enellos reside la fuerza y la facultad de desarrollo de la nación.
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LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA- FEDERICO ENGELS
Historical FictionObra de Federico Engels