Dos cosas

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La suerte se me acabó a los pocos días del viaje. Las sesiones en las que Pepper y yo posábamos para Steve eran cada vez más cortas y conforme se acercaba el día de nuestra partida, también, teníamos menos tiempo.

Steve nos mostró su avance en nuestro retrato antes del viaje. Dos cosas pasaron entonces, la primera fue que el retrato era increíble, muy bello. Me quedé sin palabras cuando lo vi, y eso que no estaba terminado. Todos los elogios que no pude decir, en cambio, Pepper los dejo salir. Estaba muy contenta, hasta le dio un beso a Steve en la mejilla. Noté que Steve, sin embargo, esperaba que yo dijera algo, fue evidente para mí la mirada que tenía encima. Quería mi aprobación, como un cachorro que quiere la atención de su amo. Hablando de cachorros, Dodger avanzaba muy bien en su recuperación. En fin, para que no creyera que no me había gustado esgrimí un "es un muy buen trabajo, Rogers, felicidades". No sé si fue lo que esperaba, pero lució más relajado después de eso.

La segunda cosa que sucedió, una vez más, por milésima vez, vino de Pepper.

—Maestre—había agarrado esa manera de hablarle a Steve—. La semana que viene Tony y yo nos vamos a Suiza por negocios.

—Oh, entiendo —dijo él, aparentemente, fue suficiente para que comprendiera que esas sesiones se suspendían.

—Pero—dijo Pepper, y ahí comenzó mi suplicio —, Suiza tiene paisajes hermosos, ¿ha ido alguna vez?

—No he tenido la oportunidad.

—¿Le gustaría ir? Me encantaría tener unos cuadros de esos paisajes. Por supuesto, el viaje corre por nuestra cuenta, ¿verdad, Tony?

Quedé paralizado, seguramente tenía la boca abierta. ¿Qué demonios había pasado ahí? Había creído que podía tomarme un descanso de todo ese asunto, y ahora, ese hilo rojo tiraba para que su otro extremo me siguiera al otro lado del mundo. Steve volteó a verme, había un extraño brillo en sus ojos, y en su suave sonrisa anticipé que él aceptaría la invitación sin importar qué. Ante la pregunta de Pepper, asentí, ¿qué otra opción tenía? Y vi que él también asentía, sonriendo más amplio y bonito a mi prometida.

—Me encantaría.

—Entonces, hecho. Espero que no sea muy precipitado para usted —dijo Pepper.

—No, está bien.

—Perfecto, le mandaré los detalles.

Pepper estaba encantada, Steve estaba encantado, yo también, pero como en ese juego, donde no te puedes mover hasta que llega alguien, te toca y te salva. Sólo que no vino nadie a mi rescate.

El día de la partida llegó. Steve subió con nosotros en mi avión privado. Y durante el viaje compartimos una copa, sentado uno al lado del otro, mientras Pepper hacía Dios sabe qué en su computadora. Me comentó que Dodger se había quedado al cuidado de unos amigos y que estaría bien, que, además, ya estaba muy recuperado. Yo le dije que me alegraba eso y prometí ir a visitar al can (como si fuera necesario). Después, cambié el tema a algo más genérico y mencioné que tenía la esperanza de esquiar.

—¿Sabes hacerlo? —le pregunté.

—Sí, pero no soy muy bueno.

—Te enseñaré—le dije y al hacerlo me mordí la lengua.

Steve sonrió ampliamente. Realmente oír aquello le había gustado. Entonces, llegó a mi mente una cosa que no había considerado, o que ignoré. Pero, si yo me ponía nervioso con su presencia, si su cercanía aceleraba los latidos de mi corazón, si de alguna manera me afectaba; entonces, él también debía de pasar por lo mismo, quiero decir, teníamos el mismo hilo del destino lanzando sus hechizos malévolos sobre nosotros. Así que, probablemente, yo le gustaba a él; y no estoy diciendo que a mí él me gustara. Repito. Todo es efecto del hilo rojo, quiero decir, todas esas reacciones. Era lógico pensar que él estuviera "enamorado", si entre comillas porque no es real, de mí.

En contra del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora