La elección del corazón

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Steve me correspondió casi de inmediato, tras un breve instante de incredulidad. Me besó de vuelta suavemente, despacio, sin pretensiones de ningún tipo, más que eso. Un beso, una caricia que nos mantuviera cerca un poco más. Justo cuando sentí la tenue presión de sus manos rodeándome, tocaron a la puerta y mi reacción fue separarme de él.

Bajé la vista cuando eso pasó, y me pregunté qué diablos estaba haciendo. Sentí la mirada de Steve sobre mí, pero no volteé a verlo a los ojos.

—Tony...—murmuró.

Yo negué, volvieron a tocar y yo aproveché para girar el pomo de la puerta y salir. Casi me doy de frente con esa chica, Sharon.

—Oh, lo siento—dije, mirándola de reojo—, yo iba de salida.

Ella pronunció un saludo escueto, que no oí bien y, luego, mientras me dirigía a las escaleras, escuché que pronunciaba el nombre de Steve con alegría. No escuché la respuesta de él.


—¿Entonces, te fuiste así nada más?

Asentí. Habían pasado unos días de ese hecho y me encontraba en mi despedida de soltero. Mi mejor amigo, Rhodey, había viajado del otro lado del país, donde tenía una comisión, sólo para la ocasión. Habíamos elegido un bar, los tragos habían soltado mi lengua más de lo que habría deseado y le había contado mi historia, aunque sin muchos antecedentes, como la existencia del hilo rojo.

—¿Qué más podía hacer? —pregunté al tiempo que fruncía el ceño.

Rhodey se encogió de hombros.

—Ciertamente, no lo sé—le dio un sorbo a su bebida y me miró, una vez más, como si no pudiera creerme—, ¿es en serio? ¿No es una de tus bromas?

—¿Por qué te mentiría con algo así?

—Porque, Tony, ¿un hombre?

—¡Ya sé! ¡Ya sé! —dije con cierta desesperación en la voz. Y es que, ni siquiera yo me lo creía— Pero es así, Rhodey, es así. Esperaba que eso terminara pronto, pero no sucedió.

—¿Estás seguro de casarte?

No contesté tan rápido como debí hacerlo, y ese lapso de vacío permitió que mis ojos vagabundearan por el lugar y ¡pum! No podrán creerlo. Ahí estaba él. Unas mesas más allá, medio oculto entre la multitud. Estaba con su amigo el vago, la sexy pelirroja y la enfermera.

Perecían tener un buen rato, aunque él era quién menos parecía divertirse.

—Mierda—murmuré y Rhodey, al ver mi expresión fija del otro lado del salón, decidió seguir mi mirada.

—¿Qué? —dijo.

—Es él—dije—, y está con la novia y toda la cosa.

—¿Tiene novia? Tony, si es así, ¿para qué te preocupas?

—¿Crees que hacen buena pareja?

—No sé ni de quiénes hablas exactamente.

Entonces, Sharon tiró de la manga de la chaqueta de Steve, lo hizo levantarse de su asiento y lo arrastró a la pista de baile. Vi, después, a Natasha y a James, seguirlos. Eso estaba bien, pensé. Steve bailando con ella, se veían bien, se veían correctos. Pero pensarlo, no me hizo ningún bien, me bebí de golpe lo que tenía en el vaso y me giré para darles la espalda. No quería verlos.

Rhodey me observó en silencio, como si analizara mis acciones.

—De verdad te gusta, ¿eh?

—No, no es eso. Es simplemente un flechazo sin importancia.

En contra del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora