Capítulo 11

698 58 13
                                    

Amaia

-Adiós Miguel, nos vemos el lunes en la radio- arranca la furgoneta de la cadena y se marcha junto con un pitido en modo de despedida hacia su casa.

Casa, algo que no voy a pisar hasta altas horas de la madrugada. Al ser la presentadora del programa más solicitado tengo que quedarme en la gala para la promoción, cosa de la que no tengo ni una pizca de ganas pero todo sea por un futuro.

Vuelvo dentro, donde el calor y el ruido me inundan. Gente bebiendo y bailando, gente hablando y cantando, otros, simplemente, se están marchando para continuar en una habitación lo que aquí han empezado.

Intento buscar un grupo al que persuadir para conseguir más audiencia cuando una idea pasa por mi cabeza o, más bien, una pequeña chica con flequillo que se va paseando de un lado a otro con un vestido lleno de transparencias para lucir su cuerpo.

Aitana Ocaña, la famosa cantante, conocida y admirada en todo el mundo además, la mejor amiga de la periodista Amaia Romero.

O así la conocían algunas revistas de cotilleos, que asco os tengo.

Me acerco a ella y le explico mi situación, decidida, sube al escenario y pide a las personas allí presentes que se acerquen a mí para hablarles del próximo programa que batirá audiencias.

Poco a poco voy siendo rodeada por ellos y le susurro un gracias a Aitana, la cual pasa por mi lado. Tras un rato explicando y ganando terreno para que la gente escuche el programa, consigo que les encante la idea y nuevos invitados.

Busco con la mirada a Aitana para agradecerle como es debido lo que ha hecho pero la veo de espaldas dirigiéndose hacia el exterior junto a un hombre.

Ojalá yo no tuviera tanta dificultad

Ahora que me paro a pensar, ¿dónde estás dificultad y por qué has vuelto a mí de nuevo? Al final, alcanzo ver unos rizos negros muy pegados a un cabello pelirrojo y, sin poder evitarlo, un sentimiento de tristeza cae sobre mi cuerpo. Ilusa de mí que pensaba que había vuelto a por mí.

No quiero seguir contemplando la escena y me marcho a la terraza, allí alcanzo por fin un estado de relajación y paz que se desvanecen al sentir su presencia, haciendo que mi cuerpo reaccionara a ella.

-¿Qué tal estás Amaia?- pregunta la voz a mi espalda. No quiero tener que afrontar su mirada que consigue desarmarme.

-Bien- contesto seca y sin girarme.

-Me alegro mucho- se hace el silencio y, después de mucho tiempo, es uno incómodo que el se encarga de cortar- Quisiera hablar contigo- afirma rozando mi brazo y siento que mi paciencia ha llegado lejos y exploto, como un volcán.

-¿¡Ahora quieres hablar Alfred!? ¡Tienes que estar de coña! ¡Han pasado 6 años desde que no quisiste luchar por mí, por nosotros! Intenté contactar contigo y lo único que encontré fueron negativas. Quise desmotrarte mi amor y que, si tú también querías, luchar por el pero no. Lo intenté Alfred, una y otra vez- me derrumbo en un llanto y siento unos brazos rodeando mi cuerpo lleno de convulsiones a causa de las lágrimas.

-Lo siento Amaia, perdóname- lo noto tembloroso y oigo su lloro.

Nuestras lágrimas caen juntas, borrando las heridas y errores del pasado que no tardarán en ser explicadas, mientras, que en nuestro interior, rezamos por un futuro unidos y sin separación.


No me salen las cuentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora