Amaia
Simplemente no podía.
¿Quién en su sano juicio podría despegarse de esos labios y su dueño? Amaia Romero no era capaz.
Habíamos llegado al centro de Madrid para el telediario del mediodía hace bastante rato con la excusa de dar un paseo tranquilamente pero, al final, habíamos acabado liándonos en su coche como dos adolescentes. Por más que intentáramos despedirnos siempre volvíamos a fundirnos en los labios del otro.
-Alfred- comisura- tengo que- labios- irme- lenguas
Me rindo tras su forma de convencerme y despejo mi mente de todo lo que nos rodea, centrándome solo en el hombre al que amo y los besos que me regala pero, desgraciadamente, el mundo es bastante cabrón la mayoría de las veces y tiende a incordiar de una manera u otra, esta vez era de la mano de Miguel, quien nos interrumpe dando golpes al cristal. Alfred abre la ventanilla tras separarse de mi resignado y con un bufido de insatisfacción.
-Dime Miguel
-Tenemos una noticia que dar
-Sí, ya lo sé. Enseguida voy, espera allí- contesto con voz pesada
-Espero que esta vez sea cierto- escupe antes de marcharse
Me giro para quedar cara a cara con Alfred y deduzco su malestar gracias a su ceño fruncido con el que mira fijamente donde estaba Miguel apenas unos segundos. Le cojo de la barbilla, haciendo que me mire y le doy un dulce beso muy diferente a los anteriores.
-¿Qué te pasa, cucu?
-Nada, solamente es que ese tío me da mala espina- responde aún molesto
-Ay Alfred, es un compañero de trabajo y ya
-Pues los míos no me montan una escena de celos cada vez que estoy contigo, joder Amaia, que solo le falta escupirme en la cara- explica cabreado y yo solo puedo darle la razón ya que desde hace tiempo actúa de manera extraña y, como buena periodista que soy, pienso averiguar que le ocurre pero, mientras tanto, en lo único que deseo y quiero centrarme es en el.
-¿Sabes qué te quiero?- pregunto dulce y me mira con una expresión más relajada
-¿Ah, sí?- dice vacilante, haciendo que me ponga más caliente
-Mmm- cada vez estamos más cerca y puedo notar su respiración en mis labios, cosa que me encanta
-Demuestrámelo- susurra antes de que me lance a sus labios y le de un beso que nos deja sin habla. Antes de dejarle despedirse, abro la puerta para salir del coche y diciéndole adiós con la mano junto a una sonrisa. Abre de nuevo la ventanilla aunque lo hace eufórico.
-¡Te quiero!- grita a la vez que mueve su mano y comienza a arrancar
-¡Y yo a ti!- contesto lanzándole besos que recibe gustoso
Lo pierdo entre el tráfico a la vez que doy un giro de 360 grados para encontrarme con un enfurecido Miguel, quien me lanza una mirada que me deja aterrada
¿Acaso llevabas razón Alfred?
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