QUE TU PESADILLA TE SIGA LOS PASOS NO ES GRACIOSO
ALMA. Miércoles. 14:30 p.m.
Caminaba junto a Cristian por el pasillo principal del instituto ansiando la salida, nuestros profesores de la tarde no venían a clase y nos quedaba el resto del día libre. Por ese mismo hecho, podíamos andar sin el peligro de que alguien te echara los libros encima o te diera algún golpe, y lo decía por experiencia.
Todavía recuerdo la vez que a un tío del equipo de fútbol de Cristian se le ocurrió que sería buena idea saludar a mi amigo lanzándole la bola. Especialmente cuando la puntería la tenía en el culo y confundió a mi ojo con su compañero. Casi tuve que pasar una semana con un parche en el ojo. Todavía tengo traumas cuando veo una pelota.
— Tengo que acabar un trabajo — solté bastante cansada.
Era la quinta vez que se lo repetía y no paraba de hacerme la misma pregunta.
— ¿Y el trabajo te ocupa toda la tarde? — siguió insistiendo.
Ogh, que pesado estaba.
— Venga Alma, después de comer te vienes a mi casa.
Lo miré arqueando las cejas. No sabía que ahora tenía un asistente personal que me llevaba la agenda. Comenzamos a bajar las escaleras de piedra que guiaban hasta la entrada del edificio.
— Pero... — quise rechistar pero me interrumpió.
— Shht — me dio un manotazo para que callara —. No se habla más. No se puede aplazar más.
Aguanté la risa e inspiré el aire que olía a libertad al salir del instituto. Seguramente no iría a su casa, pero no le iba a quitar la ilusión del momento. Seguimos andando por el camino al acabar de bajar las escaleras, dirigiéndonos al cruce que girando hacia la derecha nos llevaba al camino hacia nuestras casas. El vivir cerca fue un plus añadido a nuestra relación. Al llegar casi al cruce con el semáforo en rojo que nos separaba de la carretera, giré la cabeza para mirar a la gente que salía del campus como nosotros y me acordé de alguien.
— Oye, ¿sabes si todos los cursos tienen libre?
Fruncí el ceño por culpa del sol mientras miraba a Cristian, que parecía demasiado ocupado mirando su pantalla.
— No, hay algunos que se quedan — guardó el móvil en el bolsillo y me miró con una sonrisilla de pena —. Pobres.
— Pues sí.
Suspiré y saqué mi teléfono para mirar la hora, tendría que darme prisa para llegar a casa y hacer la comida. No quería preguntarle a Cris por quiénes eran los que se quedaban porque sería demasiado sospechoso, así que me tuve que aguantar. No es que quisiera ver a Edu ni mucho menos, solo me daba curiosidad ver que es una persona normal que va al instituto, ya que en lo que llevábamos de curso que no era mucho, todavía no me lo había cruzado ni por los pasillos.
Estaba a punto de escribirle a Adri cuando unas manazas me quitaron el móvil de las manos.
— ¡Eh! — chillé, intentando saltar para conseguirlo.
No funcionó, y a parte de que estaba dando una pena increíble, era imposible que llegase tratándose de Cristian alias el «mega pino» quien lo tenía. Habíamos llegado por fin al semáforo y por hacer el tonto se puso en rojo.
— ¿Y esto? — alargó la última vocal mientras inspeccionaba el iPhone desde las alturas, arquenado las cejas — ¿No se te había roto el tuyo y tenías una ladrillo?
¿Es que la gente nunca había visto un móvil de estos o qué?
— Ha sido un regalo — expliqué molesta — ¿¡Me lo quieres dar!?
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FREE SOUL ©
Novela JuvenilElla tiene un secreto, él tiene demasiados. Hay un secreto que los une. Pero un secreto malo. sinopsis dentro 🖤