Reto de drabbles

Rompiendo el Hechizo

Cuando la contrataron para cuidar una casa en la que no debía hacer nada mas que limpiar creyó ganada la lotería. Era una mansión de las mas antiguas, tenía una presencia que lograba ponerle los pelos de punta pero quizás no fuese mas que la soledad que impregnaba el lugar. Tenía dos pisos tan amplios que cabían decenas de habitaciones, una biblioteca, cocina, un cuarto de juegos, baños, lavandería y bar, sótano y otras tantas cosas que descubría a medida que pasaba el tiempo. La casa yacía bajo kilos de polvo pero pasada las semanas logró que todo luciera como antes. El terciopelo lucía mas rojo, los adornos mas dorados y todo lucía fresco. Sin embargo había algo que aún no lograba entender: había cuadros por toda la casa. En ellas reconoció a Inu Taisho e Irazue quienes la habían contratado, pero también había un joven, cuya existencia desconocía. Supuso que era su hijo, quizás muerto en un trágico accidente.

--Pobre—murmuró mirando los encantadores ojos dorados del muchacho.

Se convirtió en su única compañía, le hablaba como si estuviese vivo, le contaba sus problemas. Aveces le costaba recordar que no era mas que una imagen. Sin embargo no sabia que era escuchada con atención. Tras ese inmóvil cuadro estaba el alma de Sesshomaru. Atrapada por una maldición al no ser un humano ordinario. Solo había una manera de salir de ahí: un alma pura debía permanecer en esa mansión concurrida por espíritus por un plazo fijo de tiempo. Una vez transcurrido sería libre.

Él vigilaba a la mujer de día y de noche, protegiéndola. Cada día que pasaba el cuadro parecía hacerse mas real.

--Ey, ¿adivina qué?—dijo la azabache aquella mañana—tuve un sueño extraño. Soñé que te salías del cuadro y me besabas, ¿lo puedes creer? ¿Loco no?—mencionó carcajeándose de risa, luego se acercó a la pintura—aunque feo pues no estas eh.

Rozó sus dedos por el rostro del joven, sintió bajo su mano como si la mejilla del muchacho desprendiera calor. Retiró la mano asustada. Sesshomaru si sintió la caricia y deseo besarla. Pero no podía.

Esa misma noche cuando el reloj marco las doce. Algo increíble pasó. Los trazos de pintura empezaron a tomar forma humana. Del marco salieron cuatro extremidades y un rostro esculpido por los dioses. Sesshomaru poso sus pies en el suelo sin creer aún que hubiese recuperado su libertad.
Todo esto fue observado por los ojos azules de la mujer quien quedó paralizada de miedo.

--Kagome no huyas—pidió al ver su reacción—por favor dejame explicarte.

Su historia fue difícil de creer pero después de haberlo visto cobrar vida fue mas sencillo. Él no era humano si no un demonio que fue engañado por una mujer. Le fue impuesto una maldición que pocas personas podían romper. Además debía acabar con aquellos que lo habían mantenido preso.
Lo vio tomar una espada y con solo agitarla mató a todo aquello que rondaba la casa.

Los padres de Sesshomaru le ofrecieron riquezas mas allá de lo imaginable que ella declinó con amabilidad. Pero no pudo rechazar su oferta de permanecer en la casa, no como una empleada si no como invitada permanente.
Después de algunas semanas de convivir con el  muchacho quien la conocía bien una cosa llevo a la otra…
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--Gracias por venir—dijo Kagome a sus invitados mientras paseaba por el vestíbulo en un entallado vestido plata.

--Kagome tu casa es hermosa.

--Felicidades por tu boda.

--Tu marido es muy atractivo.

Kagome respondía a todo con educación y estaba muy concentrada hasta que alguien la jaló por la cintura.

--Kagome—le susurraron al oído.

--Sesshomaru—murmuró replegándose en el ancho pecho de su esposo.

Dejo que sus labios se juntaran al ritmo de la canción de fondo.

--Se ven lindos juntos—dijo Irazue mientras movía su abanico.

--¿Qué tal si tu y yo también nos besamos?—propuso Inu Taisho.

--Inu—murmuró sonrojada la mujer.
Taisho intento besarla pero Irazue se alojó de su agarre y salió corriendo escaleras abajo entre risas.