17. Pobreza

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Todo el grupo decidió esperar la recuperación total de Boror en Artinath, esto concedió a todos un par de días para conocer mejor el lugar.

Liliana y Uriel se presentaron formalmente a Khalos y se ofrecieron para acompañar al grupo de vuelta a Lerithen, algo que a ellas también les convenía.

El hechicero se pasaba las horas vigilando el frasco en la habitación de Boror y pensando un modo de sellarlo de cualquier modo más estable.

Las hermanas aprovecharon el tiempo buscando materiales y bienes que pudieran serles útiles a la hora de partir, no obstante evitaban abandonar la posada dadas las miradas de algunos pueblerinos enojados con la raza élfica.

Tirion no se sentía cómodo paseando solo por allí, Saix lo seguía a todas partes charlando y protegiéndolo de cualquier hombre sin escrúpulos. Había demasiados en aquel lugar a los que el mediano les parecía un objetivo sencillo dada su estatura.

-Oye Tirion, ¿tú te fías de Boror? -preguntó Saito algo angustiado-.

-Supongo que sí, ¿no? Vamos, ¿sí? No sé. ¿Por qué lo dices? -respondió dudoso-.

-Lo que quiero decir es; lo noto prepotente y egoísta. -aclaró-.

-A ver, parece un niño malcriado, pero no nos ha hecho nada malo por ahora.

-Sí, tienes razón, bueno. Aún así estaré atento por si...

Antes de que Saix pudiera acabar la frase se escuchó a pocos metros a una persona gritando "¡Guardia, ladrón, LADRÓN!"

Ambos se aproximaron a ver qué sucedía y observaron cómo el rechoncho tendero que había gritado corría con pesadez, casi sin aliento, persiguiendo a un hombre encapuchado, delgado, con un pequeño saco cargado a su espalda.

Al voltear la esquina, el hombre encapuchado se topó con la oronda barriga de un guardia, lo cual hizo sonreír al tendero.

No obstante, en una muestra de excepcional agilidad, el escurridizo hombre golpeó sobre la hebilla del cinturón del guardia provocando la caída de sus pantalones a ojos de la poca gente que había en esa calle.

Esto enfureció al guardia que, en una muestra de absoluta torpeza, calló al suelo tropezando con su propio pantalón.

El ladrón, aprovechando esa caída, se marchó por un callejón en el cual se perdió su pista a pesar de no tener salida.

-¿Qué ha pasado aquí? -preguntó Saix al tendero mientras este maldecía al guardia a susurros-.

-Ese guardia incompetente... Viven de nuestros impuestos y no son capaces de hacer nada. -respondió en voz baja-. Bueno, resulta que ese estúpido de la capucha me ha robado un saco de frutas exóticas, en el mercado tiene un valor inmenso y los guardias son demasiado imbéciles como para detenerlos. Tú por el contrario pareces muy fuerte, ¿eres de aquí? Podrías alistarte, oye.

-Me ocuparé de ese ladrón. -contestó Saix ignorando el resto del mensaje-.

-Eso no me lo pierdo. -se dijo Tirion a sí mismo-.

Así pues, Saix siguió la pista de las huellas que había dejado el ladrón a su paso. Estas lo conducían a una parte todavía más apartada, oscura y apagada de la ciudad. Las calles estaban más sucias y abandonadas de seguridad o comercios estables.

Al poco tiempo de caminar por la zona, se perdía el rastro de huellas, era como si el ladrón hubiera desaparecido o conseguido borrar su rastro.

Buscaron por la zona sin separarse por si alguno de los dos tenía problemas.

El Secreto del Destino (Parte 1) - Corazón EscarchadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora