1. Lerithen

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Amanecía el día número 12 de la segunda luna del año 521. La ciudad se veía preciosa con sus calles repletas de gente totalmente en contacto con la naturaleza. Eso era lo bueno de Lerithen, el estar rodeada por el bosque más grande de todo Deleannor, con los árboles más verdes y más altos del Reino. Todas las casas estaban hechas de madera de los árboles de los alrededores y tenían un tamaño justo como para vivir una familia, a excepción de las casas más cercanas a Palacio, mucho más grandes en comparación con las demás. Esta ciudad siempre había sido y seguiría siendo muy famosa por su comercio con las demás ciudades, al tener un río pasando por su interior facilitaba mucho la vida de los elfos y de los visitantes extranjeros en la ciudad. Las posadas eran tranquilas en comparación con ciudades enanas o humanas, donde las fiestas se basaban en hacer el máximo ruido posible. Los elfos preferían fiestas con música armoniosa y delicada, con jarras de vino y comidas ligeras. Cuando los enanos empezaron a viajar y a vivir en Lerithen el Rey creo una zona reservada cercana a las afueras con posadas especiales para que se sintieran como en sus casas de las montañas, era como un distrito enano, aunque algunos elfos preferían también el distrito enano. Además el mercado central era inmenso, había tiendas de todo tipo, venta de frascos, comida, ropaje, armaduras, armas, plantas de herbolario, instrumentos musicales... Y muchas más cosas. Se podía encontrar prácticamente todo lo que se buscase en ese mercado. Por último, se encontraba el Palacio Real, un edificio construido con madera de los árboles más grandes y resistentes del bosque, adornado por raíces en forma de espiral y con unos pilares en su interior hechos con los troncos completos de árboles. La ciudad siempre estaba en contacto con la naturaleza y siempre estaba rodeada de todo tipo de animales como ciervos, jabalíes, osos, lobos... Además de los peces del río. Los habitantes de Deleannor que se dedicaban a viajar describían Lerithen como una de las ciudades más impresionantes del mundo, en especial por su riqueza natural proveniente del bosque.
Boror despertaba esa misma mañana tras sus tres horas de sueño, tres horas que para él son mucho más que suficientes, puesto que los elfos no necesitan dormir como los hombres. Dio comienzo a su mañana con un desayuno rápido para poder entrenar con los soldados del ejército, pues el sueño de Boror era alcanzar el rango máximo y ser el capitán general del ejército cito del Rey. Caminaba por la ciudad, pensando en la carta recibida el día anterior solicitando su presencia por orden del Rey. A pesar de su entusiasmo, Boror se mostraba tranquilo tras la conversación con su compañero Khalos.

Esa mañana empezó muy bien para Boror, consiguió tumbar a todos sus rivales en combates de entrenamiento, como si de pronto su destreza con la espada hubiera aumentado a su máximo nivel.

La moral del joven capitán estaba por las nubes, se sentía genial y necesitaba celebrarlo. Decidió visitar a su nuevo compañero. Por el camino se puso a pensar y se extrañó de algo que no había pensado antes. Nunca había preguntado a Khalos sobre su dominio mágico, es decir, el tipo de magia que dominaba.

Al pensar esto, se quedó inmóvil durante unos segundos. Sabía que en el mundo la magia no era algo muy natural y no todo el mundo podía realizar conjuros, es decir, para ser mago, había que nacer mago.

Boror empezó a susurrar sin darse cuenta.

-Su maestro... domina la magia... y si no recuerdo mal... -Se decía a sí mismo el joven guerrero, confuso por no recordar cual era la magia que podía utilizar el gran mago Vyren Perythol-. ¡Claro! ¡Magia de la mente! -Dijo en voz alta sin darse cuenta de que estaba por la plaza del mercado-.

Unas pocas personas de diferentes razas se quedaron mirándolo como si estuviese loco, y esto hizo que Boror siguiera caminando un poco avergonzado por lo que había soltado a los cuatro vientos.

-Idiota, la magia no es muy común por aquí y es mejor que pocos sepamos quien sabe usarla y quien no. -se dijo susurrando-.

Continuó su camino sin volver a hablar, pero aún pensaba si Khalos era un mago capaz de controlar las mentes o leer sus pensamientos. Pensar esto puso un poco nervioso a Boror, pues únicamente conocía a dos Grandes Mentalistas; Vyren, el elfo Silvano, maestro de Khalos, y Pharenya la Reina elfa de las tierras de Elethon. Boror pensó y tal vez no eran los únicos, pero sí los más conocidos, especialmente entre los elfos, los cuales vieron muy curiosa la adopción de Khalos por parte de Vyren a la edad de 12 años.

El Secreto del Destino (Parte 1) - Corazón EscarchadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora