11. Camino hacia Artinath

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Amanecía. Khalos no había dormido nada. Esperaba, viendo desayunar a Rigan y Loren, el momento de partir, con total tranquilidad, no se sentía cansado. En su mente visualizaba a sus compañeros de grupo pasándolo mal por culpa de los horrores del Pantano y la maldición que había caído sobre Boror en la fortaleza de Rathian, actualmente abandonada. Una ligera preocupación invadía su mente, no obstante, debía centrarse para estar a pleno rendimiento durante el camino de vuelta.

-¿No comes nada, Khalos? -preguntó Rigan

-No. No te preocupes. -respondió sin dirigirle la mirada.

-¿Estás malito Khalos? Ayer tampoco comiste -dijo Loren

La pregunta del pequeño consiguió dibujar una sonrisa en el rostro del mago, quien respondió mirando por encima del hombro al joven.

-Eres muy observador. No, los elfos podemos pasar un día entero sin comer y no nos afecta lo más mínimo. Igual que dormir, no nos hace falta si no estamos muy cansados. -contestó el elfo caminando en su dirección. -Voy a recoger las cosas ya, así cuando terminéis podremos partir de forma inmediata. ¿Os parece bien?

Padre e hijo asistieron con la cabeza al mismo tiempo. El hechicero recogió y ordenó las cosas. En cuanto acabaron de comer, se pusieron en pie, echaron un vistazo al mapa y comenzaron su largo camino.

Únicamente tenían una montura y esta no podía soportar el peso de tres personas sin fatigarse, por esto, trataban de montar lo mínimo posible para no forzarlo y que el animal no cayese exhausto. Buscaban rutas con caminos dedicados al comercio o a largos viajes, puesto que estas rutas solían tener areas de descanso acompañadas de algún lago, riachuelo o fuente donde recargar las cantimploras.

El camino fue largo y pesado. A la falta de víveres se sumaban el cansancio y el gélido viento invernal. Para Khalos era una ligera brisa de aire frío, de hecho, no le afectaba el frío aun llevando solamente su túnica, pero para Rigan y Loren era un insufrible viento helado del cual no podían cubrirse ni con la ayuda de sus abrigos de piel con forro de lana.

Estaba siendo un duro día. La mejor opción era acampar alrededor de una buena hoguera para evitar resfriados.

Khalos cedió a la petición de Rigan al ver al niño temblar de frío. Las bajas temperaturas de la época no creaban una situación favorable para los hombres, más bien al contrario, y mucho menos para sus hijos. Como el hechicero no tenía ningún problema con las temperaturas, gracias a poseer inmunidad a las enfermedades, como todos los elfos, decidió avanzar mientras ellos encendían la hoguera, comían y descansaban, así podría buscar más leña para el fuego, agua y alguna planta o árbol con frutas de las que alimentarse, tratando de evitar que sus víveres se agotasen por completo.

El hechicero tenía ganas de llegar a la ciudad de los hombres para estudiar el estado político, social y económico del lugar, así podría ponerse en la piel tanto de Rigan como del resto de los hombres, pero también estaba impaciente por llegar a Lerithen. Si sus compañeros no estaban cerca de su posición quería decir que ya habían partido en dirección a la ciudad, por lo que Khalos sentía la necesidad de hayarlos y así quedarse tranquilo al verlos a todos bien, sanos y salvos.

No le fue difícil conseguir madera, agua y frutas. Cerca de ellos había una fuente, situada en la zona de descanso de una ruta comercial poco utilizada (o incluso nada) con diversas plantas comestibles y árboles frutales. Aún así, prefirieron acampar fuera del camino para evitar cruces no deseados con personas sin buenas intenciones.

Se quedaron varias horas en el pequeño campamento. Rigan y Loren trataban de resguardarse del frío en la tienda de Khalos, mientras él esperaba fuera, vigilando los alrededores y centrado en sus profundos pensamientos.

El Secreto del Destino (Parte 1) - Corazón EscarchadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora