Capítulo 1.

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Movía la cabeza hacia los lados con los ojos aún cerrados. La sábana se enredó en su cuerpo haciendo que se convirtiera en un bonito rollo de primavera. Todo se volvió blanco cuando abrió los ojos.

-¿Qué cojones...?

Intentó levantarse pero el lío de sábanas en su cuerpo se lo impedía. Aquel sonido del infierno no cesaba y le estaba comenzando a exasperar. Logró sacar un brazo a través de aquel revoltijo de cama y alcanzó su móvil. Lo cogió para meterlo debajo de la ropa que lo envolvía y apagó la dichosa alarma.

-¿Es que no tengo la opción de posponer alarma?

Resopló y tiró el móvil fuera sin importar donde cayera. A fin de cuentas la alfombra amortiguaría la caída.

-Bien. ¿Ahora cómo salgo de aquí? Bueno, si acabé así moviéndome hacia la derecha, la lógica me dice que me mueva a la izquierda.

Arrastró su cuerpo hacia la dirección mencionada dando giros. Cuando quiso darse cuenta la sábana se había enrollado aún más de lo que estaba, ya que no supo dejar de girar a tiempo. Suspiró frustrado y comenzó a patalear, tratando de liberarse de aquella bola de sábanas.

Diez minutos después, sí diez, había logrado salir de la cama. ¿Cómo? Pues muy fácil.

-¡MAMÁ! AYÚDAME, CREO QUE ME ESTOY MURIENDO.

Su madre entró corriendo al momento, buscando a su hijo con la mirada. Lo único que encontró fue un gran bulto de mantas, sábanas y algo que parecía su querido hijo. Se acercó a la cama lentamente y tocó dos veces sobre el bulto con el dedo índice.

-Por favor, ¿podría decirme si aquí se encuentra mi hijo?

-¡Mamá! Claro que estoy aquí. Pero no te quedes mirando, ¡ayúdame!

Su madre comenzó a quitar las mantas y tirar de las sábanas, recuperando lo que anteriormente era el cuerpo de su hijo. Cuando estuvo completamente libre de aquel lío, le observó por unos segundos. Sus labios resecos, seguramente de haber dormido con la boca abierta; sus ojos oscuros y las a penas notables ojeras, por la falta de sueño; su pelo enmarañado y lacio, cayendo suavemente sobre su frente.

-¿A qué hora te fuiste a dormir?

-No lo recuerdo.

-¿Cómo no te vas a acordar de eso?

-Te digo que no.

-No sé que voy a hacer contigo... Mira las pintas que traes.

-Tranquila, no hay cara que un buen maquillaje no pueda arreglar.

-Si tú lo dices... Anda, levántate y vístete que vas a llegar tarde.

-Como si me preocupara.

-Ah, de verdad. Eres de lo que no hay.

La mujer abandonó la estancia, resignada ante el comportamiento de su hijo. Se levantó arrastrando los pies y fue al baño para lavarse y asearse. Después de la ducha, salió con una toalla enrollada en la cintura y abrió su armario.

-¿Qué debería ponerme hoy?

Miró dudoso el interior del armario por varios minutos. No podía decidirse entre su camiseta negra favorita con sus jeans negros rotos o su polo rojo con los vaqueros apretados.

-Que difícil decisión a tan pronta hora de la mañana. Joder, que culto me ha salido eso. Que pena que no esté aquí mi profesor de lengua. Bueno, a lo que iba. ¿Apariencia de chico malo o chico inocente pero que no lo es? A la mierda.

Cogió sus prendas negras y se las puso. A continuación fue a desayunar y, tras terminar, regresó al baño para los últimos retoques. Se lavó los dientes primero y abrió el pequeño armario del baño, para sacar su maquillaje. Era un chico malo pero obviamente la imagen era su principal fuerte. Sin su apariencia de rudo, ¿quién lo tomaría en serio?

Cuéntame tu secreto, hyung. (Vkook).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora