6. Una furtiva lagrima

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Una furtiva lagrima
Negli occhi suoi spunto
Quelle festose giovani
Invidiar sembro
Che più cercando io vo'
M'ama, lo vedo
Un solo instante i palpiti
Del suo bel cor sentir!
I miei sospir, confondere
Per poco a' suoi sospir!
Cielo, si può morir!
Di più non chiedo


- ¿Lo que quieres decirme es que Nerea está embarazada?

Luis pestañea desconcertado. No esperaba que Aitana afrontase la conversación de forma tan directa.

En esa situación excepcional que viven cada año, han aprendido a evitar ciertos temas de conversación salvo que no tuvieran otro remedio que bajar al fango.

Por eso le sorprende la pregunta de Aitana. Aunque debería aliviarle también que ella sea la más valiente de los dos.

Ojalá fuese eso precisamente lo que le tiene que contar. Que su esposa, la mujer con la que comparte su vida desde hace años está embarazada.

Ojalá.

El problema es precisamente que no lo está.

Por más que lo han intentado.

Luis intuye que se ha declarado la tregua de temas vedados y decide que lo más prudente es aprovechar el alto el fuego.

Aitana suprime la mueca de incomodidad que sabe que asoma en su rostro cada vez que piensa en Luis y Nerea en un contexto sexual.

Es ridículo, por supuesto. Llevan cuatro años casados. No es que esperase que hubiesen vivido en celibato.

Ella misma asistió a su boda. De incógnito, por supuesto.

El Saló de Cent, el lugar donde se celebraban los matrimonios civiles en el ayuntamiento de Barcelona, era lo suficientemente grande como para poder esconderse en el fondo de la sala sin que nadie advirtiese su presencia.

Aitana sabía perfectamente que era enfermizo lo que hacía, pero no podía evitarlo.

Las enormes gafas de sol servían para paliar tanto los efectos de la resaca por los abusos del día anterior como para disimular las lágrimas que empezaron a caer cuando la concejala pronunció las primeras palabras.

Esperó a que todos los invitados, apenas veinte personas, entrasen en la sala y después observó desde la puerta, escondida por unos enormes tapices. Reconocía a los padres de Luis, claro, y recordaba vagamente a la familia de Nerea. Por parte de ella un par de amigas a las que nunca había visto y por parte de Luis, Javi Garcés, siempre al pie del cañón. Comunes a ambos, Roi, Ricky y Agoney.

Nerea estaba realmente preciosa, tuvo que reconocer, vestida de color marfil, con zapatos de enorme tacón que hacían menos evidente la diferencia de altura con su futuro marido. Su nerviosismo era evidente.

Luis, en cambio, parecía completamente feliz y relajado y de vez en cuando se inclinaba para susurrarle a Nerea algo en el oído que la hiciese reír.

Cerró los ojos intentando recordar la última vez que le había visto así y su mente vagó, inevitablemente a Positano.

No la última vez claro. En aquella ocasión se habían quedado dormidos llorando, compartiendo la misma cama, pero sin llegar a besarse una sola vez.

Luis había jurado que sería fiel a Nerea y no tenía la menor duda de que sería así.

Pero sí que podía visualizar a Luis riéndose mientras conducía a velocidad de vértigo por las carreteras amalfitanas en su primer año allí, cuando habían disfrutado de una semana entera juntos.

TIEMPO ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora