8. Regalami il tou sogno

1.7K 93 191
                                    

Regalami il tuo sogno
Regalami il tuo sogno
Te lo custodirò
Te lo conserverò
Finché ne avrai bisogno

Debería haber sido más sencillo.

Nerea colgó el teléfono y automáticamente se llevó los dedos a sus sienes donde podía sentir el inicio de una fabulosa jaqueca.

Le había costado mucho responder al entusiasmo de su agente al otro lado de la línea.

Objetivamente sabía que era una gran oportunidad.

Las náuseas de su estómago contaban una historia muy diferente.

Éponine. Joder. Éponine Thénardier.

Era difícil no marearse un poco.

Había sido consciente de que el éxito de Wicked le abriría muchas puertas, una nominación a los Max. Un premio de Teatro Musical. Y, poco a poco, una fama callada pero segura como una de las mejores actrices de musical del país.

Tanto que el Cervantes Theatre de Londres había requerido o, en palabras de su representante, suplicado, contar con ella para su ciclo de teatro musical.

No se representarían obras, sino solamente piezas sueltas. Habían conseguido reunir a algunas de las actrices en lengua castellana más reconocidas. Y la querían a ella. A la chica que no llegaba al metro sesenta y tenía los dientes demasiado grandes. Cantando cualquiera de las piezas de Éponine en Los Miserables.

Era una oportunidad única, le recordó su agente. Actuar en Londres. Donde podrían verla los directores de casting del West End.

Su primer impulso al escuchar la oferta, había sido empezar a pensar en las posibilidades. On my own parecía la opción lógica, pero siempre había sentido debilidad por....

Luis.

Debería haber sido más sencillo, por supuesto.

Cuando había aceptado que le dieran una oportunidad a su matrimonio, Luis había prometido renunciar a lo que fuese para que las cosas entre ellos funcionasen por fin.

Lo que fuese tenía nombre y apellidos y también le había prometido a Nerea que se mantendría alejada.

Durante un tiempo, breve, podría haber jurado que todo iba a salir bien. No podía haber pedido un compañero más solícito, atento y dedicado.

Pero pronto empezaron las discusiones.

Normalmente por tonterías. Normalmente iniciadas por la propia Nerea.

Luis solía aguantar el chaparrón de una forma admirable, quizás convencido, en el fondo, de que lo merecía.

No pedía nada, no exigía nada.

A Nerea le desquiciaba su actitud.

Aquel espantapájaros no era el hombre del que se había enamorado. No era el hombre con el que se había casado. Y, aunque le diera pánico reconocerlo, no era el hombre con el que le apeteciese compartir su futuro.

Se dijo que era el estrés, que, entre la obra y los problemas en casa, no era Luis quien había cambiado, sino su percepción.

Aitana no volvió a ser mencionada entre ellos a excepción de aquel día en que, por fin, después de idas y venidas en conversaciones telefónicas, Nerea había vuelto a casa.

La mirada de felicidad de Luis había sido sincera, lo creía de verdad. Le había hablado de cómo no era capaz de dormir en su lado de la cama, como había echado de menos sus estúpidos cereales de avena y sus diez mil potingues en el baño.

TIEMPO ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora