Parecen felices. Escandalosamente.
Eran felices en aquel preciso momento desde luego.
Puede viajar en su mente a ese instante, apenas cuatro meses atrás y reproducirlo con dolorosa exactitud.
Bajaban a toda prisa por una de las empinadas escaleras de piedra de Positano. Desiertas como siempre en esa época del año. Querían llegar a la playa antes de que se hiciese demasiado tarde para mojarse los pies en el mar.
En mitad del camino Luis había tirado de ella y la hizo subir un par de escalones. Para abrazarla, para besarla.
Porque sí.
Porque aquel era su refugio y durante ocho años nadie les había molestado allí.
Hasta ahora.
Aitana repasa con la punta de su dedo índice las dos figuras que se besan en la foto.
Se pueden ver las manos del hombre abarcando sin dificultad la diminuta cintura de la mujer, arrugando la tela del vestido que, pasado un rato, cuando volviesen a la habitación, ni se molestaría en sacarle antes de hundirse en ella por enésima vez.
Se reconoce perfectamente a Luis Cepeda en la fotografía, a pesar de la distancia y los bordes ligeramente borrosos.
La figura femenina es más difícil de identificar. Esa tarde se había hecho un moño para intentar disimular el cabello revuelto con el que se había levantado de la siesta.
Con solo esa foto nadie habría podido asegurar que se trataba de ella. Solo especular.
Excepto que había firmado la tarjeta. La puta tarjeta con el logo de Le Sirenuse y su firma en letras bien grandes.
Y, por supuesto, nada le garantiza que no haya más fotos en las que sí se vea su rostro.
Visto lo visto y con la experiencia que llevan a sus espaldas sabe que las dos cosas juntas son más que suficientes para que se monte un buen escándalo.
Excepto que si fuese esa la intención de quien le ha enviado esa foto, ya habrían salido quince portadas.
Adúlteros.
Porque cuando estuvieron en Positano por última vez la separación de Luis y Nerea no se había hecha pública.
Traidores.
Porque nadie sabía, ni podía saber jamás, que contaban con el beneplácito de una mujer que agonizaba en una cama de hospital al otro lado del mundo.
Ratas.
Porque cuando se hiciese pública la muerte de Nerea, serían las dos personas que hacían escapadas para follar como animales mientras ella se moría.
Aunque no supiesen que ella seguía enferma.
Además, solo con que la persona que hizo las fotos hiciese un par de preguntas, podían contarle cuantos años llevaban acudiendo allí.
Se habían confiado claro. Habían olvidado quienes eran.
Y les iba a pasar factura.
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Lo intenta primero con un mensaje. El teléfono que aparece en la cuartilla no tiene una cuenta de WhatsApp asociada, pero se arriesga a enviar un SMS, sin saber siquiera si esa tecnología sigue estando en uso.
No hay suerte.
Se compra un teléfono desechable y lo intenta con una llamada. Tampoco obtiene respuesta.
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TIEMPO ROBADO
FanfictionA lo largo de ocho años un hombre y una mujer se encuentran todos los años, durante cuarenta y ocho horas, en un rincón perdido del mundo que es solo suyo. Se prometen que no habrá promesas. El resto del año tienen sus vidas. ¿Y si no fuese posible...