Amarillo

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Valentina. Definitivamente era Valentina.

Conoció a Valentina cuando tenía ocho años y ella siempre la había deslumbrado de una manera u otra. Ella era como un gran y avasallador huracán de energía y felicidad que creaba un frente cálido al colisionar amigablemente con su pequeña nube incolora.

Desde que esa chica, demasiado alta para su edad, de cabello sedoso, amante de los gatos y de voz dulce; entro a su vida, sus negros se tornaron más grises y sus blancos tan vivos que amenazaron con lastimar sus ojos.

Juliana siempre fue una niña retraída debido a la peculiaridad que poseía en sus ojos, el resto de los niños no entendían y la despreciaban, convirtiéndola en el fenómeno que era.
Fue por eso, que el día que Valentina se entero, por casualidad (por culpa de su madre), de su condición, Juliana estaba aterrada. Ella no quería perder a la única amiga que había hecho y que realmente apreciaba, pero en lugar de recibir el inminente rechazo al que estaba acostumbrada, Valentina sencillamente fue Valentina.

- ¡Wow! - grito con entusiasmo la Carvajal de ese entonces, llevando ambas manos a sus mejillas - ¡Eso es genial, Juls!, Eres única y especial y ¡Genial! - dijo con una enorme sonrisa - ¡Cielos!, Debes ser alguna clase de súper héroe.

«Especial...»

Esa fue la primera vez que escucho algo como aquello. Su cerebro escrúpuloso a penas fue capaz de comprenderlo con claridad, cuando su corazón ya latía con fuerza.
A los ocho años, Juliana quiso llorar y ella no lloraba; varias veces intento tragar ese terrible nudo en su garganta, pero era inútil. Lo más tonto era que ni siquiera estaba triste.
Por primera vez, en toda su vida, se dió cuenta que ver todo en un tablero de ajedrez no era tan malo, no era raro ni espeluznante, sino que era único y especial.

Ese día su corazón sintió la calidez del amarillo por primera vez.

Mientras la alborotada Valentina seguía contándole acerca de los gatitos, que también veía en blanco y negro, aunque también veían en tonalidades rojizas y azules; le dijo que sería maravilloso que en un futuro le pudiera prestar sus ojos; Juliana sólo agachó la cabeza en un intento de ocultar el puchero que comenzaba a formarse en su boca, al parecer la inoportuna lluvia si sería participe del primer día soleado que tenía, no era justo.

- Juls...- murmuró la niña más alta al notar el estado de la morena que estaba a su lado.

- G-gracias - mascullo de pronto con una sonrisa antes de estallar en lágrimas que pronto comenzaron a correr por sus mejillas - ¡Gracias! - chillo con más fuerza mientras intentaba detener su llanto.

Pero Valentina solo tomo su rostro y con sus pequeñas manos intento limpiar las lágrimas que estaban en sus mejillas.

- No llores más, yo siempre estaré para tí. Sonríe Juls, siempre sonríe, ¿Si?

La sonrisa que Valentina le regaló en ese momento la recordaría para siempre como la más brillante y encantadora que jamás vio en toda su vida.
Y sonrió.

Amarillo fue su primer color favorito.

El sol, las estrellas, el autobús de cada mañana y el casco de pororo eran amarillos y Valentina también; no lo veía, pero lo sabía.

Valentina podía llegar a ser sumamente adorable si se llegaba a estar con ella demasiado tiempo y reclamaba atención todo el tiempo.
Sin embargo también era pura, alegre y optimista.

Juliana podía golpearla, gritarle y sacar sus frustraciones con ella, no importaba, Valentina siempre estaría con ella; porque ella sería eternamente su acompañante.

Desde ese día la morena no pudo imaginar su vida sin ver esa radiante sonrisa iluminar cada uno de sus días.

ARCOÍRIS [JULIANTINA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora