Rojo

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Tal vez Juliana conoció el rojo por primera vez cuando vio a Valentina llegar a su casa esa noche buena.
Se mantenía en incertidumbre de que un fugaz rosa haya aparecido, producto de la inocencia del blanco que pareció entintar cuando sus sentimientos por ella se salieron de control nuevamente ; fue casual y algo torpe.

Esa noche sólo era iluminada por las farolas de las calles y la luz naranja del microondas que la había salvado de morir de hambre. Recordaba el frío sobre su piel y como la estación parecía no querer mancharse sin una última manifestación, negándose a dar paso a la tímida primavera.
Mantenía sus manos escondidas en los bolsillos de su campera y mientras esperaba, solo podía ver a Copito, su perro,  dormido sobre el sillón; faltaban menos de quince segundos para que su comida estuviese lista, cuando escucho el timbre de la casa.

Fue hasta allí, abrió la puerta y la vio.
Tan hermosa como siempre y con la mirada brillante, tal y como la recordaba.

Ninguna persona merece pasar sola la navidad.

Pronunciaron esos bellos labios con una voz melodiosa y suave, que terminaron de dibujar una sonrisa capaz de disolver la tosquedad de la penumbra. Juliana sólo pudo sonreír sin poder evitar preguntarse cuál sería el rojo exacto de esos labios, los cuales consideraba muy bonitos.
Ella dejo entrar a la castaña que tiritaba de frío, cautivada ahora por los ojos brillosos que estaban haciéndole compañía; su simple presencia le hacía sentir pequeña corriente que sacudía su cuerpo.

Con el clima así no podré regresar a casa hoy — dijo la castaña mientras terminaba de comer su sopa instantánea — Espero no te moleste compartir la cama conmigo esta noche — esas palabras alborotaron cada una de las células del cuerpo de Juliana.

Ese día Valentina logro convertir esa fría noche en primavera.

Luego de que Valentina se graduará, le propuso a Juliana el alquilar un departamento juntas; así que se veían todos los días.
Los días en los que solo eran ellas volvieron a una velocidad impresionante. Iban juntas de compras, sacaban a pasear al perro al parque o simplemente iban a comer por ahí.
Cada día que pasaba las sonrisas se volvieron más espontáneas, los roces más casuales, las mejillas más calientes y las escusas más tontas.
En esos días Juliana por primera vez experimento lo que era el amor y el estar sonrojada todo el tiempo, era algo abrumador, pero era Valentina.

El rojo y Valentina comenzaron a tener muchas tonalidades: como el rojo coral, que observo durante su paseo por el acuario de la cuidad, cuando la castaña la llevo de la mano durante todo el paseo. O el rojo fresa, sabor del chicle que Valentina habían masticado hasta antes de estampar sus labios contra los de ella, sellando lo que sería su primer beso. O el rojo borgoña, como el vino que bebían aquella tarde cuando Juliana al fin tuvo las agallas de confesarle que la queria más que como una amiga.

Valentina era dulce.
Cuando Juliana se desesperaba, ella la sostenía y jugaba con su mano en el aire gentilmente, mientras le explicaba con paciencia que solo podía ver el dorado en su piel si estaba en contraste con la suya, y Juliana la vio, era casi imperceptible, pero veía la diferencia y eso la hacia sonreír.

Los sentimientos de Juliana se desbordaban y sentía caer en un abismo.
Sus brazos se aferraban fuertemente a Valentina y se lanzaba sobre sus labios para besarlos una y otra vez con impaciencia, con el fin de oscurecerlos y dejarlos carmesí, porque lo notaba, ella notaba el cambio de tonalidad. Era Valentina.

Valentina era pasión y sensualidad.
Valentina era su corazón, era rojo.

Valentina era su amor.

Podía ser que Juliana nunca supiera como lucían los colores, pero definitivamente conocía un arcoíris.

Podía ser que Juliana nunca supiera como lucían los colores, pero definitivamente conocía un arcoíris

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ARCOÍRIS [JULIANTINA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora