Azul

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Juliana siempre se había sentido particularmente atraída hacía ese color. Era primario y creador, natural e infinito como el océano o el cielo; le gustaba, tiempo pasado.

El azul podía tener más de una connotación, eso Juliana lo sabía bien.
No siempre eran tan agradables y las intento ignorar, porque, ¿Que podía tener de malo el mar?. Sin embargo el mar no era todo majestuosidad y calma, también era profundo y oscuro; y cuando algo se removía allí abajo, fuera del alcance de los ojos y la comprensión, lo único que quedaba por hacer era ahogarse en las emociones que traía consigo la torrenciales mareas.
Nadie necesitaba explicarle a Juliana lo que era una decepción, eso era algo que ya conocía perfectamente, comenzando porque su vida nunca sería más que una película vieja en agria repetición, pero nada había sido más doloroso como distanciarse de las amistades.

Su amistad con Lauren fue tan fugaz como la brisa en una mañana de otoño, pero tan profunda como una gran cicatriz en el alma.
Eran diferentes.
Lauren era estoica e imponente, la trataba como una niña a la cual proteger todo el tiempo, a pesar de que nunca lo necesito realmente. Pero, por otro lado, también era frescura y libertad; ella confiaba tanto en Juliana y en su fortaleza, que muchas veces llegaba a causarle celos a Valentina, porque sentía que le robaban a su amiga.

Le gustaban esas ocasiones en que Lauren la arrastraba hasta su auto para llevarla a casa, porque según ella "era muy tarde" y prendían la vieja radio mientras que cantaban a todo pulmón por la carretera.
Sin embargo, el día que Juliana intento devolver el disco de Lana Del Rey que le habían prestado, se topó con la sorpresa de un departamento vacío, sin cortinas ni dueño y muebles cubiertos de plástico y polvo.
Ella nunca supo lo que verdaderamente sucedió ahí, ni quiso saberlo; si Lauren desapareció sin siquiera decir adiós, no sería ella quien sufriría por ello.

«Que se pudra» fueron sus palabras.
No estaba dispuesta a que las decepciónes hundieran su corazón. No merecía conocer ese dolor.
A Juliana solo le quedó un disco de Lana Del Rey guardado en lo profundo de un cajón, un sabor amargo a olvido y una maldita incógnita en la cabeza.

Juliana creyó que podría recuperarse, porque ella era fuerte, pero nunca había tenido las cosas fáciles.

A Camila la conoció el primer día de universidad, ambas estaban pérdidas y no encontraban su salón. Tuvo un flechazo instantáneo, uno amistoso, por supuesto.
Ella era agradable y fácil de tratar, ahuyentando su timidez de siempre, por lo que se alegró mucho cuando supo que ella ocuparía el lugar que Lauren le había dejado.

Un día de octubre, la cubana la cito en la heladería que siempre frecuentaban y sin más, soltó la peor noticia que podía escuchar: Se iba, se iba igual que Lauren.

Camila le explicó que ella no era feliz en Edmonton ni con lo que estaba haciendo y que necesitaba volver a casa.
¿Que podía decirle Juliana para impedirlo?, Nada.

Lo más irónico es que en el momento en que Camila se marchó de ese lugar, se escuchó una de las canciones de Lauren.
Juliana sólo bufó mostrando una sonrisa torcida, algo se estaba burlando despiadadamente de ella y dolía.

Ella aborrecía a Lana Del Rey con todo su ser, tanto como odia ser abandonada.

Su corazón se volvió pesado, con toneladas de amargura y resentimiento; pronto los brazos de la depresión la abrazaron y la asfixiaron hasta casi abstraerla de la realidad.
Quería no extrañarlas. Quería olvidarlas.
Quería dejar de quererlas, pero ella sabía que era estúpido pensar que podía dejar de sentir.

El azul para Juliana era tristeza.

Eran lágrimas nocturnas y canciones sin cantar.

ARCOÍRIS [JULIANTINA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora