Gianna
Samuel acababa de salir al trabajo, mamá y yo nos encontrábamos en la cocina preparando pan tostado para desayunar. Sheera andaba paseando bajo mis pies.
La tv que hace unos minutos era vista por Samuel se había quedado encendida, en ella se transmitía el canal de noticias matutinas.
—Residentes de Westlake reportaron la madrugada del martes, múltiples disparos provenientes del almacén abandonado de la manzana 25B. El paradero de los autores del hecho se desconoce, testigos dicen que escaparon por la puerta trasera sin dejar rastro al escuchar las sirenas de policía. Siete cadáveres han sido encontrados en el lugar. La policía aún anda en búsqueda de los presuntos asesinos y delincuentes, también puede tratarse de guerras entre pandillas o deudas con la mafia...– escuchaba a la reportera informar.
Cogí el pan de la tostadora, los puse en un plato y me serví jugo de manzana.
Contemplaba la vista desde la ventana mientras comía. El día se veía un poco activo, los vecinos recogiendo el periódico como todas las mañanas, los niños iban a sus escuelas con sus padres, algunas personas en bici o haciendo ejercicio y al parecer teníamos gente nueva en el vecindario.
–¿Ya viste? vecinos nuevos– dijo mamá dándole un sorbo a su vaso de jugo como si fuera algo emocionante.
–Eso veo– seguía mirando por la ventana.
Vi a un chico alto de piel bronceada caminar hacia el interior de la casa de enfrente cargando una caja, a su lado caminaba una niña de algunos 6 años con un cachorro en brazos, desmontando cosas de la parte de atrás de una Suburban negra se encontraban los que parecían sus padres.
Una familia americana común y corriente.
Terminé mis tostadas, dejé un beso en la mejilla de mi madre, agarré mis cuadernos y me fui antes que se me pasara la hora de tomar el autobús.
A veces deseaba que mi vida fuese algo más interesante. Siempre el mismo camino a la escuela, el mismo autobús, la misma gente e incluso las mismas fiestas, aunque, hace un tiempo que no asistíamos a muchas, cada quien estaba tan inmerso en sus asuntos futuros que ni siquiera había tiempo para ello. Uriel tenía planeado irse a Corea del sur a estudiar administración empresarial y Krystel pensaba aplicar a la Universidad de Boston.
Y pues ahí estaba yo. No tenía el mínimo interés en meterme a ninguna carrera que cumpla con los requisitos necesarios para encajar en la sociedad actual. Mi sueño se había centrado en conseguir una beca para Joffrey Ballet o la universidad artística Juilliard en Nueva York, pero por ahora todo ello estaba completamente fuera de mi alcance. Solté un suspiro largo cuando el autobús se detuvo de un pequeño golpe frente a la escuela.
Al desmontarme noté que la mayoría de estudiantes se encontraban aglomerados en un solo lugar y los que no, se quedaban mirando a la misma dirección a la vez que caminaban.
Me preguntaba que podría estar pasando. ¿Una pelea? mmm no, es raro que se vean cosas así aquí.
–¿Que demonios está sucediendo?– escuché la voz de Krystel tan confundida como yo detrás de mí.
–Ni puta idea– respondí volteando a verla.
–Vamos– Krystel tiró de mi mano–. Acerquémonos un poco más.
Nos acercamos con curiosidad y despacio al lugar. Estábamos detrás de todo el mundo. No podía ver nada a causa de mi estatura, así que procedimos a apartar personas del camino para poder llegar un poco más cerca.
Pensé que era algo más importante a decir verdad.
Mi padre me había enseñado mucho sobre autos, por lo que identifiqué de inmediato el modelo de la máquina que mis ojos veían. Un Lamborghini Huracan blanco se encontraba aparcado en el estacionamiento central. Supongo que fue puesto allí a propósito para que todos se percataran de su existencia ya que estaba demasiado visible a la vista ajena.
–¡Oh por Dios!– exclamó Krystel haciendo énfasis en cada palabra–. Mira ese auto.
–Oh si que sorpresa– dije con sarcasmo.
Pasaron unos minutos de fotos, murmullos y demás mierdas hasta que el dueño del auto decidió salir. Todas las chicas se quedaron embobadas, incluso mi amiga, como si este fuera alguna celebridad.
Era él.
Un chico alto con cabello castaño, de piel aceitunada. Por sus facciones supuse que tendría algunos... ¿Dieciocho? no sé, parecía de último año. Llevaba una camiseta blanca con una chaqueta negra por encima y unos vaqueros desgastados, se pasaba los dedos por su cabello brillante provocando que se desordenara, pude notar una cicatriz en su ceja izquierda que llamó mi atención, era guapo no lo podía negar, pero no era de hacer tanto alboroto.
De inmediato caí en cuenta. El chico si era una celebridad. Recordé que Axel Howard mi tutor de padre famoso y millonario vendría a esta escuela.
–No puede ser– murmuré casi para mí misma, desconcertada, con los ojos en blanco.
–¿Que pasa Gia?– preguntó Krystel con los ojos aún puestos al frente.
–Ese idiota dueño del auto debe ser mi tutor.
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Mi enfermiza obsesión (PRIMEROS 12 CAPÍTULOS)
ActionAxel Howard, mi chico de ojos verdes. Una caja de sorpresas perversas. Manipulador y totalmente posesivo. Llevaba en sus adentros un inmenso mar oscuro, tan profundo que consumía y a mí me tocó sumergirme en él, sin saber nadar... Gianna Bernard, mi...