Capítulo 9: Ajuste de cuentas

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Axel

Me fumo un porro caminando por las calles recónditas de la ciudad. Por estos lados se encuentran repletas de prostitutas y pandillas tomando alcohol o consumiendo drogas en cada esquina.

Ignoro todo lo que ven mis ojos y sigo mi rumbo. No he parado de pensar en los movimientos de mi sexy bailarina. Estuve a punto de tener una erección por su maldita culpa y sé que eso quería por la forma en la que se movía encima de mí, por su mirada provocadora que encendió cada parte de mi cuerpo. Tenía ganas de desnudarla mientras bailaba, ganas de tocar su hermoso cuerpo y cogérmela toda la noche como no he cogido a nadie, ganas de hacerla gemir fuerte. Ya me había provocado lo suficiente, la siguiente vez le haría saber a quien le pertenece.

Esa chica ya me estaba volviendo loco.

Entro a uno de esos bares de mala muerte y pido una cerveza mientras espero la llamada de los chicos. Acordamos reunirnos y no han dado señales de vida. Destapo la bebida y le doy un sorbo largo; siento como el líquido baja por mi sistema y me calma lentamente.

Justo lo que necesito.

Un tipo al otro extremo de la barra me clava la mirada, lo miro devuelta unos segundos y se va, como si ya hubiera encontrado lo que buscaba.

Debe ser uno de los Creeps.

¿En qué carajos nos metimos ahora?.

Mi teléfono suena, es Michael. Dejo mi cerveza y lo cojo rápidamente.

–Oye, estoy en un bar de Brade Lane y un tipo al parecer de los Creeps, me estaba observando– no lo dejo hablar primero.

–¿Asustada mariquita?– contestó burlándose.

–No seas imbécil– le di otro sorbo a mi cerveza.

–Dirígete a esta dirección pero ya y no hagas preguntas...– presté atención a lo que decía.

–Bien, dame unos minutos.

Este tipo de llamadas solo significan una cosa:

Problemas.

Después de un rato tomando, di el último sorbo rápido, le pagué al Barman y salí de allí.

Continúo caminando hasta llegar al lugar, es un callejón totalmente vacío, mi amigo está casi al final recostado de su auto.

El auto de los problemas.

Tal y como pensé, ya nos metimos en un buen lío. Sí, en uno de esos líos.

–¡¿Michael, qué demonios...?!– reaccioné al ver lo que tenía frente a mí–. ¿No crees que ya tenemos demasiados asuntos? Y ya mataste a alguien, joder.

–No te quedes ahí parado como idiota y ayúdame.

Me agaché arqueando la espalda sujetando con fuerza la parte de abajo del cuerpo envuelto en sábanas. Michael quedaba frente a mí levantando el otro extremo. El hedor que desprendía era casi insoportable. Ya debía tener varios días en descomposición.

–Todos saben que no deben tomar decisiones a la ligera y mucho menos sin mi consentimiento. Vas explicarme donde están los otros y que diablos está pasando aquí ¡ahora!.

–Tranquilo viejo, tan pronto llevemos esto donde corresponde, te explicaré todo. Por ahora haz todo exactamente como te diga y sobre todo cálmate ¿Entendido?– esa fue la primera vez que el miedo y nerviosismo se hicieron presente en la voz de mi amigo.

–Bien– contesté inseguro.

Metimos el cuerpo en el baúl del auto asegurándonos de que no haya nadie alrededor.

Mi enfermiza obsesión (PRIMEROS 12 CAPÍTULOS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora