Cuando tenía 6 años mi abuela me regaló un gato callejero que encontró de camino a mi casa, lo llame Rufus, ese bastardo, cuanto lo ame y cuánto me enseñó sobre mujeres. Al tiempo en la casa se había convertido en el rey, todas lo adoraban, su plato de comida siempre estaba lleno, su pelaje gris con negro impecable, un gato excepcional... Yo siempre veía como subía una gata distinta cada noche a nuestro techo y nos destruía el sueño... Lo recuerdo un día, una amiga de la familia se quedo a dormir a la casa, cuarto de huésped, Rufus entra a buscarme a mi habitación y me araña la cara hasta despertarme, me hace seguirlo, por el pasillo hasta llegar a el cuarto donde se encontraba la amiga de mi tía con la puerta entre abierta, Rufus entra y yo me oculto viendo por la rendija, ella le sonríe y le dice que es un alivio que este aquí, yo no comprendo, ella se destapa de las sábanas y esta desnuda, Rufus se acerca y ronronea y ella le da cariño, luego se acuesta sobre su pecho desnudo a dormir mientras ella sigue dándole cariño hasta dormirse, Rufus, gato loco, las mañas de la calle sin duda no se pierden nunca, tu comprendias a las mujeres como si fueran gatas y sabías que querían sin siquiera hablar el mismo idioma, gracias por la compañía viejo Rufus.
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Trasfondo sublime.
RandomLo que se calla y se traga siempre termina magullándonos el interior. Sobra decir algo sobre esto, el titulo habla por si solo. Quien aun no lo comprenda, necesita arriesgarse a leer.