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Había llegado el día 12 de septiembre era el día de la fiesta de Anastasia, salimos pronto de la facultad recogimos las notas finales y los requisitos de reinscripción para el próximo ciclo.
Salí con Anastasia de la escuela alrededor de la 1:30 p.m. y nos dirigimos a su casa a hacer un poco de limpieza y después al supermercado a comprar lo necesario para una fiesta. Eran las 4:00 p.m. cuando me dijo:

—Vamos a la estación de autobuses para recibir a mi prima.

Salimos de prisa llegando a la estación justo a tiempo para la llegada del autobús que abordaba la prima de Anastasia. Esperamos un rato a que bajara toda la gente y los guardias entregarán su equipaje a cada uno, después de un momento una chica delgada, de cabello negro, piel pálida y ojos oscuros se acercaba a nosotros caminando con dos grandes maletas de ruedas, que soltó al ver a mi acompañante, pues corrió a abrazarla.

—Basta, basta, me estás apretando muy fuerte —dijo Anastasia. 

—Lo siento, es la emoción —dijo llevándose un mechón de cabello detrás de la oreja.

—¡Te presento a Frank! —exclamó Anastasia.

Extendí mi mano para saludar, pero de igual manera me abrazo con tremenda fuerza.

—¿Es tu novio? Pregunto a Anastasia.

—Por supuesto que no —contestó ella.

Cogí sus maletas y comenzamos a caminar hacia mi auto. De ahí partimos a la casa de Anastasia para terminar con los preparativos de la fiesta de esa noche.

Llegaron las 9:00 p.m. y con ellas algunos invitados, entre estos Ian con un equipo de sonido que instaló para ser el DJ esa noche. Al pasar más tiempo la fiesta comenzó a crecer, se cerraron las puertas de la casa, los chicos y chicas comenzaron a bailar con los ritmos de Ian. Yo estaba sentado en un sofá platicando con varios chicos, compañeros de la escuela, era una fiesta tranquila de buen ambiente, me estaba gustando mucho. En un movimiento casual vi bajar a Milla las escaleras, tenía cierto ademán al caminar que era atractivo para mí, se acercó y me ofreció una bebida, la tomé con gusto y comenzamos a charlar.

—¿Qué tal la fiesta?

—Bastante buena ¿No? —respondí a su pregunta.

Pasamos varias horas charlando y bebiendo, riendo y bromeando.

—Vamos arriba —dijo, halándome del brazo.

La seguí por las escaleras hasta llegar a la puerta del baño donde entró y yo detrás de ella cerrando la puerta, ella se recargó en una barra donde estaba el lavabo y un espejo pegado a la pared con una lámpara encima.

—Aquí podemos platicar mejor —me dijo con una sonrisa.

—Y dime Milla, ¿Qué te trae a Maine?

—Bueno, vine a buscar empleo como actriz en el teatro, pues dicen que el teatro Vivaldi es uno de los más importantes del país.

—¡En serio! ¿Eres actriz?

—Si, además toco el violín y el piano.

—¿En serio? ¡Me encantaría escucharte! —dije emocionado.

—Pues, ¿Qué tal mañana? En mi casting, será a las 6:00 pm en Vivaldi.

—Ahí estaré -dije en un tono muy seguro.

La noche continuó su curso y a las 2:00 AM la casa estaba completamente vacía. Ian dejó su equipo en la sala de Anastasia, comenzó a despedirse y al llegar a mí le di las llaves de mi auto.

—Mañana a las 9:00 a.m

—¡Descuida hermano! —exclamó.

Subí las escaleras junto a Milla y Anastasia que ya estaba en pijama tomado mi mano, entramos a su habitación deseándole buenas noches a Milla que entró a la habitación de al lado.

Anastasia se acostó a mi lado dándome la espalda, yo la abracé y mencioné lo divertida que había estado su fiesta después de esto gire de manera que quedamos espalda con espalda y me perdí en sueño profundo.

A la mañana siguiente llegó Ian justo a tiempo, toco el timbre de la puerta y Milla abrió saludándolo con un beso en la mejilla.

—¿Chicos ya tomaron el desayuno? —preguntó Ian con una sonrisa muy marcada.


—De hecho, acabamos de levantarnos hace media hora -contestó Anastasia.

Ian sonrió y dijo:

—Pues, ¡salgamos a desayunar!

—¡Pues vamos! —dijo Milla.

Salimos de la casa y caminamos hasta un local donde rentan bicicletas como parte de una estrategia del gobierno para evitar la contaminación. Cada quien tomó una bicicleta y partimos.

Al llegar, dejamos las bicicletas aparcadas en el estacionamiento del lugar colocamos los candados a las ruedas. Entramos, tomamos una mesa junto a una pared llena de pinturas de zorros, gatos, osos y venados todos con un estilo muy rudo en los trazos, pero buena presentación y limpieza admirable, sonaba "Back in Black" de AC/DC a bajo volumen en la sala, la chica de siempre se acercó y preguntó por nuestra orden con su sonrisa de siempre, era una chica de piel morena, cabello rizado y largo, con ojos color café y un poco rasgados, pero su principal característica su sonrisa tan natural. Su gafete decía Teresa.

Después del desayuno y la sobremesa pagamos la cuenta, no sin que Ian platicara con Teresa y lograra que ella le diera su número telefónico.

—Descanso los martes y jueves —dijo muy serena.

Salimos de la cafetería y de camino a las bicicletas Anastasia dijo:

—¿Qué apuestan a que cambiara su número de teléfono para mañana?

—Oye, soy un buen sujeto —respondió Ian con una sonrisa.

—Si, pero ella no dejaba de ver a este pobre infeliz —dijo Any tomando mi mano y recargando su cabeza en mi brazo.

—Te estás convirtiendo en mi enemigo —me dijo Ian en tono de desafío.

Partimos del lugar cada uno a su respectiva casa. Por mi parte al llegar a casa dejé la bicicleta en el garaje y pedí por teléfono a Any que cuidara de mi auto una semana en lo que acababa mi contrato de renta con la bicicleta. Puse música y comencé a realizar los quehaceres de la casa; limpie y despolve los muebles, barrí, lave los pisos y la ropa de Anastasia, preparé comida y a las 5:30 p.m. salí al teatro Vivaldi.

Milla me esperaba en la entrada, al llegar me saludó besando mi mejilla, me tomó del brazo y entramos al teatro, me senté a un lado del que parecía ser el encargado del lugar y otras personas que se veían circunspectos a simple vista. Milla salió al escenario 15 minutos después con un vestido largo color rojo y peinado extravagante, tocando un violín blanco brillante; cada nota que él interpretaba resonaba en mí, me perforaba los oídos; el sonido era melodioso y agradable. Las personas a mi lado me veían y ponían cara de admiración y aprobación. El volumen del violín aumentaba de manera gradual hasta que en cierto punto comenzó a disminuir y Milla salía del escenario haciendo mutis, el telón se cerró por los lados, al instante se volvió a abrir y Milla estaba parada al centro, levantó el violín y después hizo reverencia. Los presentes comenzamos a aplaudir algunos incluso se levantaron de su asiento. La mirada de Milla brillaba con la ilusión de un niño al abrir un regalo. Se veía satisfecha y contenta. Soltó una sonrisa que no había visto antes, se veía hermosa.

Siempre EsperandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora