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Ya más tranquilo, le agradaba la idea de cenar acompañado.
Una cosa mala traía otra buena; no había mejor momento para ganarse la
confianza del Murillo (¿pero valía la pena, si estaba dispuesto a irse pasada la primera
quincena?). Sí, porque lo más importante es que ahora podía tener lo que necesitaba;
un amigo, o cuando menos —porque Abraham se sentía como un niño— alguien con
quien hablar, alguien con quien hacer un chequeo de realidad. Si estaba dispuesto, el
buen doctor ocuparía el puesto de la radio, por lo menos hasta que fuera la hora de
dormir.
Apenas llegó a su habitación, se quitó la camisa y dejó una caravana de ropa hasta
la puerta del baño.
Se metió en la ducha, y dejó salir el agua caliente.
«No me he fijado en la pared, ¿la mancha habrá aparecido de vuelta?».
Observó a través de la cortina mojada la puerta entreabierta, el vapor ascendía
lentamente.
«¿Debo contárselo?».
Se apartó un mechón de pelo de la frente y se frotó los ojos con el dorso de las
manos.
«Sabré si es apropiado solo cuando le saque conversación».
Ahí, desnudo, se sentía oscuro, enfermizo, acabado. Abraham siempre había
estado muy contento con su cuerpo, con su desnudez. Pero algo había cambiado, y lo
insoportable de la idea era que algo había cambiado ahí, en el San Niño. Quizá era
como poner una llaga en remojo, o un viejo al que le dan un baño, pero consideró que
el calor que le proporcionaba el agua caliente era sin dudas lo mejor que le había
pasado en mucho tiempo, quizá de la misma forma que los alimentos saben mucho
mejor cuando uno está hambriento.
Tan simple, barato y bueno. Ya no disponía de aquella costosa y por lo general
inútil máquina de hacer masajes que su madre se había regalado después de ver una
de esas telecompras de cuarenta y cinco minutos por la noche. Él se había reído
bastante cuando ella le dijo que el truco no estaba en darse cuenta de que la
publicidad era una burda trampa cazabobos, sino en resistir la tentación de satisfacer
una frivolidad de cuando en cuando. De desconectar el cerebro y creer… de cuando
en cuando.
Ahí, en esa humilde ducha de baldosas sucias, él no disponía de los lujos de antes,
ni de las frivolidades que muchas veces se traducen en lujos. Sin embargo, el agua
caliente se la recordaba, porque no tenía memoria de lo que era sentirse tan bien, aun
si todo aquello no fuera sino un ejemplo brutal de cómo el Abraham de hoy se tenía
que conformar con la mitad de la mitad que lo que tenía ayer. Se dejó estar frente a la
ducha por varios minutos, de pie, sin hacer nada, con los ojos cerrados. Las ideas
comenzaron a flotar y, por primera vez, no como gérmenes…
«Qué mala pata… pero no importa, mañana vas a salir, la misma cosa mala no
pasa tres veces ¿verdad?».
Cuando uno es de esas personas que no caen dos veces en la misma trampa, la vida, Dios, el destino, «alguien» se las arregla para cambiar el tablero arbitrariamente
y equilibrar las cosas. En su caso, era ponerle obstáculos de los que él no tenía ningún
control.
Y por supuesto, verlo de esa forma, tener esa idea, le producía una ira que
amenazaba con convertirse en un pantano macabro con los años.
Al momento de secarse, tuvo miedo de desempañar el espejo; esperaba ver algo
detrás de él. Se le había ocurrido así de repente. No un monstruo burdo, pero sí algo
raro, un «vuelve-mierda-la-mente». Por el amor de Diooos, estaba cansado ya de eso.
Es el momento crucial en que el director de la película mete una «puñalada» al
público, mostrando que el asesino/monstruo/hombre lobo se ha metido en la
habitación del (por lo general «la») protagonista, tomándolo por sorpresa. Aquellos
miedos cobraban mucha más fuerza en la vida real, por supuesto… de hecho,
semejante idea, aunque trillada, es extraordinaria si se la llega a considerar posible en
la vida real. Quizá lo que haga falta sean directores más competentes o anécdotas
realmente desafortunadas, para darse cuenta de ello.
Se vistió y se preparó para la cena como si estuviese por acudir a su segunda
Primera Comunión, y salió del cuarto.
Nuevamente, se le olvidó fijarse en la pared…
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Valle de la Calma |Dross| #Wattys2019
ParanormalVALLE DE LA CALMA, es un libro del famoso youtuber DROSS #3 calma (28/7/19)