Capítulo 5

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Peppery nos conduce a lo que parece ser un tren. Nada comparado a los que a veces pasan cerca del distrito y hace que toda la tierra tiemble, no. Este era uno digno de toda la gente del Capitolio. Desde la fachada de afuera, que, a comparación de los viejos y oxidados trenes de aquí, este se veía tan elegante y sofisticado que me avergoncé inmediatamente de la ropa que llevaba ahora. Me había olvidado que el maquillaje se había corrido también por el vestido.

Entramos y es todo un mundo lleno de manjares exquisitos. Pasteles de queso con zarzamora, panqueques de calabaza, galletas sabor a miel y tartas de queso entre muchos otros postres que no puedo recordar su nombre o distinguir sus alimentos ni su increíble olor. Que delicia.

-Vamos, coman un poco. Han de estar hambrientos, pequeños.- nos dijo Peppery al ver nuestra cara iluminada por el aroma de estos postres.

Cato se avienta a los panqueques de calabaza mientras que yo agarro una rebanada del pastel de queso con zarzamora. Escucho la agria risa de Peppery pero le resto importancia, no quería dejar de probar ese maravilloso platillo y quería asegurarme de nunca olvidar su sabor.

Cato, literalmente, se traga los panqueques lo cual me provoca gracia pero me mantengo firme y no dejo escapar mi risa. Al terminar,mi vista se pone en las galletas de miel y agarro unas cuantas. Todo esto nunca lo encontrarías en el Distrito 2, bueno, en realidad en ningún distrito.

El sabor baila en mi boca y quiero sentir cada uno de los sabores de esta galleta.

-Pequeños, no se acaben toda la comida que será un viaje largo de 1 día y medio.- interrumpe Peppery. Su voz ya empieza a irritarme.

-¿Y nuestro mentor?- pregunta Cato.

- Lo verán en unas horas, ahora relajense.- dice Peppery antes de marcharse y dejarnos solos.

- Iré a ver televisión- me informa Cato.

- No me interesa lo que hagas.- le respondo sin apartar la vista de su rostro.

El suspira y se va.

Me quedo sola rodeada de enormes pasteles y dulzuras que me observan fijamente, pero preferí recorrer el tren. Las habitaciones eran pequeñas y reservadas: una cama, cinco almohadas, un tocador con un espejo gigante y una pequeña mesa a lado de este. Me tiro a la cama de brazos abiertos.

Por mi mente pasa el rostro de mi hermano. Dereck, como lo extraño. Me había dicho que me amaba, unas palabras que en toda mi existencia nunca había escuchado decirlas. Sus lágrimas tan dolorosas me dañan la mente y aunque se que ahora probablemente siga llorando no estará en los Juegos, ya no.

Paso el rato hablando con los avox que hay en el tren y aunque, obviamente, ellos no me contesten les hablo de todo lo que recuerde. Me da la impresión que tampoco pueden parpadear, sólo se quedan fijos sin hacer nada.

Por un momento pensé hablar con Cato, pero es un estúpido que no merece mis palabras.

Regreso a la habitación, ya de noche, y me quedó dormida entre las sábanas. Aquí el tren está muy frío, incluso más que el Distrito.

-

El aroma a sopa de elote me despierta de mi extraño sueño en donde soy la presidenta de Panem. Peso lo mismo que un elefante y llevo un traje de baño, pero todos los distritos me aman y no hay ninguno en pobreza.

Camino a tomar mi desayuno cuando me topo con Cato en los pasillos. Su forma de caminar es tan brusca y rígida que me recuerda a un árbol en Navidad.

-Buenos Días.- me dice.

Ignoro sus palabras y me adelanto. Peppery y un señor nos acompañan en la mesa mientras los avox sirven la comida.

El amor secreto del Distrito 2 (Clato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora