Long Game (Joshaya)

EPILOGO

DOS AÑOS DESPUES 

El tiempo sana todas las herias, un gran cliché, pero una gran verdad.  Han pasado casi tres años desde que el chico de mis sueños rompió mi corazón, tres años donde mantuvimos nuestra promesa del contacto cero y aunque el peso de ella dolió al principio, no podría estar más agradecida. 

Ya me había graduado y ahora estudiaba en la NYU artes como siempre había querido.El último año había sido un desafío con cada uno de nosotros estudiando en lugares diferentes, pero al final, encontramos nuestro propio camino. NYU había sido mi sueño desde que era una niña y ahora estaba aquí, sumergiéndome en el mundo de las artes.

Mis días se movían entre clases de teatro, talleres de escritura creativa y exposiciones artísticas. Había algo en la ciudad que me inspiraba, un aire de posibilidades infinitas que me impulsaba a explorar cada rincón y cada oportunidad que se presentara.

Sin embargo, en el fondo, aún sentía la cicatriz de aquel corazón roto. Josh había sido mi primer amor, y aunque el tiempo había pasado, su recuerdo persistía. A pesar de todo, había aprendido a vivir con eso, a dejarlo en un rincón de mi mente y continuar con mi vida.

En un día particularmente soleado, mientras caminaba por el bullicio de la ciudad, algo captó mi atención: un café acogedor en una esquina pintoresca. Me detuve frente a él, sintiendo una extraña atracción, como si el lugar me llamara de alguna manera.

Empujé la puerta, y una campanilla sonó suavemente. El aroma a café fresco y la suave melodía de fondo me abrazaron al entrar. Mis ojos buscaron un lugar para sentarme, y entonces lo vi.

En una mesa al fondo, un joven con una expresión familiar concentrado en un libro. No pude evitar fijarme en él, algo en su forma de sentarse, en su postura, me resultaba conocido.

Cada paso que di hacia esa mesa era un eco del pasado. Cuando estuve frente a él, alzó la mirada y nuestros ojos se encontraron. No fue un shock, sino una especie de reconocimiento tranquilo.

—Josh.

—Maya.

El tiempo pareció detenerse un instante, como si el universo se hubiera tomado un respiro para permitirnos reconocernos de nuevo.

—¿Te importaría si me uno? —pregunté, señalando el asiento frente a él.

—Claro, por favor.  —respondió con una sonrisa cálida.

Ambos sabíamos que aquel encuentro casual no era solo una coincidencia, sino el comienzo de algo nuevo. Pedimos un café y, entre risas y recuerdos, sentí que, tal vez, el tiempo no había sanado todas las heridas, pero sí nos había permitido crecer y encontrarnos de nuevo en un nuevo capítulo de nuestras vidas.

El sonido de las risas y las historias compartidas llenaba el lugar, y al despedirnos, una sensación de paz y posibilidad se apoderó de mí.

Caminé por las calles de Nueva York, sintiendo un aire fresco y diferente. Quién diría que después de tanto tiempo, el chico de mis sueños, que una vez rompió mi corazón, estaría compartiendo una taza de café y posibles nuevos comienzos conmigo.