Por encima de la emoción

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Lo bueno, lo malo; el bien y el mal.

Eran términos completamente ajenos al entendimiento de Zim, ridículas palabras humanas para regir su comportamiento, lo había visto miles de veces. ¿Su sentido de la moral realmente era tan estricto? No, para nada. Había presenciado incontable número de veces en las que los hombres rompían esos parámetros; sólo eran relevantes cuando no implicaba un daño directo para ellos. ¡Ja! Sucios simios humanos, si pudieran ser más honestos con ellos mismos, entonces no serían una especie tan atrasada, pero no, parecía que eran incapaces de aprender y preferían traicionarse a sí mismos con tal de seguir esas tontas ideas.

No necesitaba ir tan lejos, ni siquiera necesitaba salir de su casa para comprobarlo:

El estúpido niño terrícola siempre entró a su hogar con tal de conseguir pruebas de que era un alien, pero era en vano, porque él era Zim y el otro no era más que un mono sobredesarrollado, o eso era lo que le gustaba pensar hasta que, sin darse cuenta de cómo pasó, algo nació en su cerebro irken, una violenta idea que lo azotaba cada vez que su némesis no se encontraba con él. ¿Acaso lo extrañaba? Ni hablar, era un hecho. Los análisis que efectuó en su propio cuerpo determinaron que estaba produciendo hormonas muy similares a las del enamoramiento humano. Era bastante vergonzoso que el grandioso Zim, que venía de una raza tan avanzada, se hubiera fijado en ese parásito, pero estaba bien, le daría el honor de ser el único estúpido humano que podría llegar a ser apreciado por un invasor. En un inicio, simplemente siguió con sus actividades cotidianas, esas tontas peleas que sostenían por horas y podrían haber seguido, si aquellos sentimientos no crecieran. Era una pena que no fuera el caso.

Decidió confesarse en la primera oportunidad que tuvo, una de esas ocasiones en las que el hijo del profesor Membrana burló a sus gnomos, mismos que él había desactivado para tener la oportunidad de hablar con Dib. Era ése el momento, quizás una de esas actividades bobas, que los adolescentes terrestres hacían en pareja, lo ayudarían a calmar sus ansias, pero el tonto cabezón, tras escuchar sus palabras, sólo se puso a dar vueltas por la sala, interrumpiendo los programas que Gir observaba en la televisión. Estaba seguro de que si no lo detenía, terminaría por hacer un hoyo en el piso, así que se paró frente a él y lo tomó por los brazos sacudiéndolo.

—¡Basta! —gritó Zim mientras era consumido por la frustración de ver al otro dejarse llevar por emociones tan tontas —Deja de actuar como el estúpido terrícola que eres.

—¡Esto debe ser una broma! —¿cómo era posible que un alienígena fuera el primer amor de Dib? —No hay manera de que nos pudiéramos sentir atraídos uno por el otro.

—¿Y por qué no? —arqueó una ceja confundido.

—Porque eso está mal —ahí estaba de nuevo esa estupidez. ¿Era en serio? Mucho tiempo atrás, Zim había dejado de tratar de entender esas palabras, así que no era una cuestión muy clara para él.

—¿Qué quieres decir? —entrecerró los ojos con molestia, no tenía tiempo para esos juegos idiotas. Necesitaba que esas sensaciones en su interior cesaran.

—¡¿Cómo que qué?! —se soltó del agarre del irken —¿Acaso no te das cuenta de que no somos iguales? Además, ambos somos hombres —lo dudó por un momento —. Eres hombre, ¿verdad?

—Sí, soy del género masculino —contradicciones, siempre eran contradicciones —. Si ambos somos machos, ¿no somos iguales? Acabas de decir qu—

—¡No! —la mano del invasor de estrelló contra su propio rostro con fastidio y como el otro no dejara de decir tanta basura, se estrellaría contra su terrícola nariz también —No podemos estar juntos, no importa si a mí también me…

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⏰ Última actualización: May 05, 2019 ⏰

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