Destierro

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En un instante la habitación se encontraba llena de luz, algo que sorprendió a todos los presentes, la pluma de Cuauhtémoc había recibido el impacto directo de Uzmel, más sin en cambio en esta ocasión la pluma no pudo sobrevivir ya que esta se encontraba terriblemente dañada, haber recibido 3 ataques directos de un demonio puro y era demasiado para una simple pluma

Una vez que la habitación estuvo con mejor claridad todos pudieran observar como el ángel y la muerte se encontraban aun abrazados, ambos con los ojos cerrados simplemente esperando el ataque que nunca llegó, ni por parte de Samuel el arcángel divino, ni por Uzmel el demonio líder de las muertes, ninguno de los dos fue lastimados y eso a ambos líderes los ponía furiosos, la furia entre ambos era de diferentes maneras pero el mismo objetivo, una pluma,

Uzmel se encontraba furioso por el poder que una simple pluma le podía ofrecer, una pluma que no tenía, y eso definitivamente estaba lastimando el orgullo de la muerte, el poder que Aristóteles tenia era un poder que por siglos había deseado tener, por muchos siglos busco un poder de esa magnitud y por muchos más torturó ángeles, serafines, arcángeles y a muchos mortales también, ambicionando tal poder, y ahora resulto que simplemente por unas palabras de amor el ángel se la dio a Aristóteles vaya que ahora sí estaba furioso

Por otro lado Samuel Samuel tampoco se quedaban atrás, y su furia también era por una pluma, pero por un aspecto totalmente diferente, una pluma para un ángel y arcángel es algo sagrado, algo que nunca se debe dar, al brindar una pluma es como querer asesinar te a ti mismo, nunca sabes para que las plumas serán utilizadas, nunca sabes para qué misión utilizaran tanto poder y el hecho de que él se la diera a una muerte hacia un pecado aún más imperdonable que el anterior, si su destino estaba echado al aire por haberse enamorado de la muerte, haber concebido un hijo de él, haberle brindado una pluma lo hacía perdedor de la poca autoridad que aún tenía

En un instante, el poder de ambos seres mayores se presento en modo de ataque logrando separar a los chicos en diferentes direcciones de la habitación

Has cometido un error tras otro y tus pecados ya son imperdonables, te pude haber dado la oportunidad de olvidar este amor absurdo, de deshacerte de ese engendro que llevas en el vientre, pero olvidar que diste algo preciado para los Ángeles es un acto imperdonable, no sé en qué momento te desviaste del camino, no sé en qué momento olvidaste quién eras y a dónde te dirigías, eres un ángel, dictado por Dios, un ser celestial, uno al que amé por sobre todos los demás, pero vaya que la traición es cruel e imperdonable también

No fue una traición, le di la pluma porque confiaba en él, porque sabía que jamás le daría un mal uso, yo sabía que él nunca me traicionaría y no me equivoqué, hace años que le di esa pluma y jamás nunca nadie se enteró, porque él nunca lo dijo, demostrando una y mil veces que no me equivoqué, no me equivoqué al escogerlo, al amarlo, al brindarle mi amor, mi cariño, mi cuerpo, mi todo, el es todo para mi, padre, y no lo voy a cambiar, ni por nada ni por nadie y si amarlo es un pecado, entonces considérame pecador y si he de pagar un precio por este amor entonces que así sea, estoy dispuesto a pagar lo que sea conveniente pero no dejaré de amarlo

Mientras que Cuauhtémoc se encontraba discutiendo con Samuel y el resto de los Ángeles Aristóteles estaba siendo cuestionado por Uzmel, el líder de las muertes se encontraba furioso, lo miraba de manera retadora y con odio en su mirada

Hace cuánto que tienes esa pluma en tu poder

Alrededor de 500 años, temo me la dio como un obsequio, no sabía qué tan poderosa era y aunque lo supiera tampoco te la daría, fue un regalo que me dio a mí nada más

Tu deber Aristóteles era con tu pueblo, conmigo que soy tu líder, pero tú, dejaste que ese niño tonto entrar en tu corazón, el amor es estúpido y tú cometiste la más estúpida de las acciones y por ello abras de pagar tu condena, Pero tranquilo no morirás, claro que no, tu vivirás Aristóteles, vivirás para pagar por tus errores

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