El despertar de la guerrera

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Las llamas se cernían sobre el campo de batalla, en cuya superficie solo habían cuerpos tendidos y chamuscados y sus respectivas armas les atravesaban dándoles un final irónico a sus portadores, ella andaba decidida pero confusa entre las montañas de cadáveres, percatandose de un olor a putrefacto muy intenso y a azufre también, ¿que hacía allí? ¿Como se había visto envuelta entre tanta masacre? Sin poder encontrar respuestas por el momento guardó su hoja ensangrentada en la funda que llevaba colgando de su cintura.
Dejando atrás ese indigerible escenario, se topó con una gran puerta que a simple vista parecía ser de un material similar a la obsidiana, pero más rasgada y gastada por el tiempo, habían cráneos haciendo de pomos, por su aspecto, ésta, levantava bastantes sospechas. En la parte superior del marco había gravado en unas extrañas palabras y en un indefinible idioma una frase cuya traducción hecha por la misma protagonista era: "El valor te llevará lejos... O eso debería haber hecho". Ella, todavía más confusa, no sabía en que pensar, en que creer, que significaría eso que narraba la misteriosa puerta, y sobretodo, como había podido leer esa frase, pero inmediatamente dejando de pensar en ese tema ella desenfundó su espada nuevamente al oír un ruido pesado, torpe, lento, junto al chirriar de la mismisima puerta, de ella salía una criatura la cual tenía un cierto símil a un perro, solo que este tenía el pelaje más rocoso, parecía tener más de una cabeza y una constitucion física digna del mismísimo anubis, y si no fuera porque llevaba un collar donde ponía "Can" hubiera creído que se encontraba ante semejante deidad. A juzgar por todo ese lugar, esa especie de monstruo bizarro no le parecía tan fuera de esa recientemente establezida normalidad, pero lo que más le llamó la atención de que ese tal "Can" apollara su mirada en ella, es que este no tenía ojos, solo dos cuencas oscuras y aparentemente putrefactas.
Estaba inmóvil, a unos metros de ella, este había dejado tras de sí la puerta entreabierta, era tal su aparente calma, que incluso parecía que no respiraba, ella todavía con su espada espartana en mano, se acercaba lentamente para pelear hasta la muerte con aquella extraña criatura que protegía aquella misteriosa puerta. Los metros cada vez eran menos y ella sentía algo que nunca había notado en su interior, y era que no temía a morir, se sentía como un alma perdida en un río del tiempo distorsionado por aquel extraño lugar, cosa que sin duda iba a utilizar contra semejante monstruo, hasta que sucedió algo inesperado, pues ese monstruo se apartó del camino dejando pasar a nuestra protagonista.
Se sentía perdida, más que nunca ante tantas paradojas materiales que, ella creía, que nunca iba a resolver, era tal su estado de confusión que por la cabeza se le pasó el recurrir a la indiferencia, pero decidió no flaquear, ahora no almenos, y proseguir con su camino ya que sinó, nunca hallaría las respuestas que buscaba, ni las que buscaría más adelante.
Cuando ya había dejado atrás esa gran puerta, junto a ese extraño monstruo, el escenario cambió radicalmente, pues el calor pasó a ser un frío clásico de otoño, las llamas de la catástrofe inminente típicas de un apocalipsis se había convertido en una decrépita y profunda oscuridad, cualquier atisbo de sequedad en el ambiente había sido reemplazado por una humedad muy cargante sobre sus hombros, la cual más tarde relacionaria al ver algo parecido a un gran lago, aunque este tenía algo muy extraño, si por extraño se puede tomar el hecho que tuviera extrañas luces verdes  en movimiento constante.
En lo que en ese momento fue el final del camino, y el inicio de ese misterioso lago, se topó con una pequeña barca, en la cual permanecía un delgado y pálido hombre, este mismo esperó a que ella se subiera a su pequeña propiedad para así poder cruzar ese iluminado camino acuoso.
El silencio era intenso, y solo era roto por las rasgantes preguntas de ella, el hecho de que no fueran respondidas, solo hacia avivar sus curiosidades e inquietudes, hasta que el mismo ente se giró hacia ella para decirle lo siguiente: "Mi nombre es caronte, te he ayudado a cruzar este lago cuyo destino es llevarse a aquellos curiosos que anelan tocarlo, ahora puedes seguir con tu travesía pequeña xena"
Ella, impactada por la turbia sabiduría de aquel hombre maldito, decidió seguir con su marcha y alejarse de aquel lugar luego de haber pagado la deuda propicia al servicio que le había prestado al cruzar el lago.
Ella podría jurar que lo que parecían días de divagar pudieron ser años, o meras horas, solo sabía con seguridad que lo que buscaba no se encontraba en esos extraños círculos donde habían cosas parecidas a personas severamente juzgadas y castigadas por criaturas que escupian magma, de piel roja como la sangre y cubiertas de grandes cuernos negros como el abismo en el que se había encontrado y retorcidos como los de un anciano carnero.
Casi por arte de magia apareció en otra estancia más, de nuevo rodeada de misterio, donde se mascaba la crueldad y la frialdad de un corazón que se negaba a latir y a abrazar la luz que en su día representó, pues su dueño ya no aceptaría seguir las órdenes de alguien que se hacía llamar creador de un todo cósmico. La sala no carecía de luz pues la oscuridad era tan intensa que se podía ver a través de esta, y así fue como ella, Xena la gran princesa guerrera, domadora de todo lo indomable, se encontraba delante de alguien que en su tiempo se había llamado Samael, y que ahora solo se llamaría Satanás, pues su anterior nombre sería un insulto para el.
Las horas, los días, las semanas, los años, pasaron muy fugazmente mientras el mismísimo haberno temblaba por una ardua y lastimosa pelea intelectual entre estos dos adversarios opuestos, pues es bien sabido que la pluma daña más que una espada, y aunque el diablo sabe más por viejo que por diablo, la victoria pareció ser concedida a ella justo en el instante en que todos sus compañeros de guerra la vieron respirar de nuevo tras lo que fueron los 7 minutos de muerte suspendida más intensos de sus mortales vidas.
Al terminar , Xena no parecía ser la misma, su semblante ahora más demacrado y su piel empalidecida eran síntomas de una traumatica experiencia superada unicamente con valor y fuerza, no se sabría decir si por la locura que tanta masacre puede aportar o por esos 7 minutos en los que permaneció muerta, aunque agónica, en el frío suelo bañado de sangre enemiga, pero fuera lo que fuere, la cambió muy profundamente.

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