Capítulo siete: Negro

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Despertó con la respiración agitada. A su alrededor sólo podía ver negro, un terrorífico y envolvente negro. Agitó la cabeza levemente y parpadeó repetidas veces asegurándose de que no tenía los ojos cubiertos.

¿Dónde estaba?

Se sentía mareado y una bruma cubría su mente, revolviendo sus recuerdos. Su cuerpo estaba entumecido y no podía sentir sus articulaciones. Cerró los ojos y se concentró en encontrar sus brazos, una vez logrando, bajó hasta sus manos y las movió ligeramente. La presión en sus muñecas le dio a entender que estaba atado. Hizo lo mismo con sus piernas hasta llegar a sus pies y confirmar que éstos también estaban inmovilizados.

Poco a poco empezaba a regresar la sensación en su cuerpo y un fuerte escozor en todas sus articulaciones le advertía que el estado de éste probablemente no era muy bueno, quién sabe cuántas horas llevaba ahí atado.

Descubrió que estaba sentado en el suelo con su espalda recargada en la pared; sus manos rozaban levemente el muro que tenía detrás, liso y firme. Metal.

En lugar de entrar en pánico, acompasó su respiración para escuchar lo que le rodeaba, intentando encontrar el más mínimo indicio que le insinuara dónde estaba. Pasó varios minutos analizando cada mínimo detalle de lo que escuchaba pero tan sólo podía escucharse a sí mismo, su rítmica respiración que no coincidía con su pulso acelerado que retumbaba en sus oídos y su pecho. Cuando estaba a punto de perder la cordura, escuchó un par de pasos a la lejanía. Concentrando todas sus fuerzas en seguir esos pasos, siguió el rápido ritmo que se acercaba a donde estaba. Tac, tac, tac, tac.

Se escuchó el abrir de una puerta metálica y una fuerte luz lo cegó, obligándolo a girar la cabeza, intentando alejar su rostro de ella.

-¡Oh, despertaste!- Dijo una animada voz.- Pensé que armarías un escándalo en el segundo que recuperaras conciencia... Aunque analizándote un poco debí de imaginar que no sería así...- Se escuchó una dulce pero melancólica risa.- Creo que estoy demasiado acostumbrado a juntarme con agresivos compulsivos de mecha corta.- Dijo casi en un susurro.

Cuando por fin sus ojos empezaron a acostumbrarse a la luz, logró visualizar la figura de la que salía aquella voz. Un chico que no podía ser mayor que él se postraba delante de la puerta luciendo un ajustado traje negro y un... ¿bozal? Que cubría la mayor parte de su rostro. Tan sólo podía ver sus ojos y unas cuantas pecas que se asomaban por encima del accesorio metálico. Su alborotado cabello verde parecía brillar con la fuerte luz blanca que iluminaba su espalda. El chico bajó el bozal hasta dejarlo descansando en su cuello y mostró una amplia sonrisa.

-Bienvenido a la liga de villanos, Todoroki Shoto. Ojalá podamos ser grandes amigos, espero mucho de ti.- Shoto guardó silencio, atónito. Fue hasta ese momento que logró recordar los últimos momentos antes de perder la conciencia. ¡Lo habían secuestrando! Y ese chico era uno de los que habían atacado la USJ.

-¿Qué...?- De sus labios no lograron salir más palabras.

-No te preocupes, pronto lo entenderás todo.- Dijo el chico moviendo sus pies de una forma que parecía... ¿tímida?- Esperaba llegar a ti de un modo un poco menos violento pero la oportunidad se presento y, ¡tenía que enseñarles a los prepotentes de la UA que si digo algo deberían de obedecerlo!- Shoto palideció.- ¡Oh! Casi lo olvido. Mi nombre es Deku... bueno, ese es mi apodo de villano.- Soltó una risita.- Es un placer conocerte finalmente.- ¿finalmente?- llevaba ya un tiempo investigándote; tu quirk, tu entrenamiento, tu familia... la tensa relación con tu padre... todo.

El poco aliento que Shoto aún conservaba salió de sus pulmones, ¿quién demonios era ese chico y cómo es que la liga de villanos sabía tanto de él? Abrió la vía para hablar pero no pudo encontrar palabras, ¿qué se supone que debía decir en una situación así?

DekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora