El club de los condenados

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Nalle y Yoel comen en silencio mientras sus amigos charlan. Sin embargo, aunque sus bocas se mueven con comida, en su mente, se libra una selección fría y culpable.

-¿Qué tal Kali? -le pregunta Nalle a Yoel-. A muchos chicos les gusta.

-Está en la lista, pero eso no es el problema. Sabes que debemos seleccionar a un puñado que también ayuden a llegar a otras escuelas o partes de la ciudad.

-Pues de las veinte que elegiste, solo tres tienen suficiente vida social para eso, pero estoy segura que su reputación las descartaría de inmediato.

-No, ya confirmaron que cumplen con los requisitos -con un movimiento inadvertido, muestra una pequeña esfera que desaparece de inmediato-. Al fin terminaron los demás preparativos, están en la última etapa de la operación.

-¿Sabes lo que sigue?

-No, pero no hay que ser muy listo para saber eso: tener más.

-Dudo que sea solo eso. Hacen demasiadas cosas para algo que parece muy simple.

-Sí, apenas le he sacado información a esa cosa. Protocolos, errores y posibilidad de castigos. Ni siquiera me dicen si hay más como nosotros en el mundo.

-Es una posibilidad, pero no te lo dirán. Hay que describir por qué.

-Vamos, Nalle, de seguro es porque podría presentarse un caso.

-Caso, caso, caso, caso. ¿Cómo es que saben que puede pasar todo eso?

-Tiempo. Quizá llevan haciendo mucho esto. En nuestro planeta o en otros.

-¡Ahhh! Esto es un absurdo. Si son tan superiores, ¿por qué nos necesitan?

-Eso sí no sé, pero tenemos que descubrirlo.

-Bueno... ya casi acaba el receso. ¿Quién sigue?

-Paula, Vanesa o Susana. Esas son las opciones.

-Susana sería la más indicada. Tiene la manía de complacer a todos los profesores para que le perdonen su estupidez.

-Paula participa en varia actividades fuera de la escuela, ayudando a su mamá en sus caridades, y Vanesa tiene una vida social muy activa.

-¿Qué te sugieren ellos?

-Que da igual. De todos modos las tres serán reclutadas, pero recomiendan una que haga más fácil reclutar a los objetivos.

-Entonces Vanesa. No hay chico o chica que no quiera ser invitado a una de sus fiestas. -Guardan silencio-. ¿Hemos perdido humanidad?

-¿Por qué no sentimos nada al hablar de convertir a nuestras compañeras en ganado? -Nalle asiente-. Quizá es la desagradable respuesta a nuestras plegarias: que los imbéciles paguen por sus maltratos.

-Nunca desee que a alguna de ellas les pasara esto.

-Pero sí que les pasara algo malo. Peor que esto, no puedo imaginarlo. -El timbre suena y Nalle va a la dirección, mientras que Yoel al salón.

En la segunda clase, la directora llega al salón de Vanesa. La chica, un muchacha de piel clara, ojos negros, cabello café por debajo de sus hombros, cuerpo delgado, pechos medianos, caderas que se ensanchan día a día, de un 1.60 de altura y varias pulseras en su muñeca derecha.

La chica refunfuña y se levantan.

-Yo no hice nada -dice con el tono de una chica malcriada-. Si julio o Roberto dicen que lo hice, no es verdad. Esos idiotas.

IncubadorasWhere stories live. Discover now