La batalla legendaria y eterna entre el bien y el mal...
Pero ha de saberse que el bien nunca triunfa.
La maldad generalmente triunfa en los débiles corazones humanos...
Una batalla, que su pueblo nunca olvidaría, ya que por ella, es que estaban libres. Una batalla que se libraba en un bosque, cerca de un gran castillo. Y ahí se encontraban ellos: el bien contra el mal.
—Juro por mi reino, que jamás tendrás a mi hija a tus pies. ¡Te matare antes con esta espada sagrada! —gritó con furia una mujer de largos cabellos caobas, ojos grises como la niebla y tez blanca como la porcelana, alzando su espada; apuntándole a él.
—Puedes decir lo que quieras, Adriana, pero eso cambiara cuando mueras. Aunque puedes rendirte y ser mí esposa —sonrió, un hombre de cabellos negros como la noche y unos ojos azules tan profundos como el mar, de una forma espeluznante, que hasta el más valiente caballero hubiera huido.
—Ni en tus más remotos sueños, Naga. Ahora, prepárate para morir —se puso en guardia la mujer, al mismo tiempo que el hombre llamado Naga reía. Éste luego se puso en guardia y los dos avanzaron a corriendo hacia el otro.
Sus espadas chocaron entre sí, haciendo que soltaran chispas por el golpe. Sus movimientos eran ágiles, cual bailarín experto en una pista de baile.
Adriana le sonrió a Naga, y éste le miro extrañada, sin entender por qué le sonreía, hasta el momento en el que vio eso: en el balcón del gran castillo, se vislumbraba un joven de que los apuntaba con un arco y una flecha de metal larga, casi hasta parecer como una lanza, con unas letras muy antiguas.
El pelinegro gruño enojado y trato de huir, pero fue muy tarde; pues la flecha había sido lanzada directo a sus pechos y los atravesó a los dos.
—No te esperabas esto, ¿verdad? —le preguntó Adriana al hombre con un hilillo de sangre en su boca y una sonrisa.
—Claro que no maldita... Me las pagaras... muy caro... —murmuro Naga antes de dar su último aliento y morir.
Adriana trató de sacarse el hierro del pecho con cuidado. Cuando lo logró, se tambaleó un poco y cayó al suelo con un gemido de dolor y unas cuantas lágrimas que corrían por sus mejillas. Logró llegar hasta un árbol y se recostó de él, respirando con dificultad y alzando la vista hacia el cielo, colocando una mano en donde estaba su herida.
—Elise, espero que algún día sepas la verdad por la cual te dejé sola... Siempre te llevaré en mi corazón, no importa cuánto tiempo pase, siempre, siempre, te amaré...
Y con esas últimas palabras, cerró sus ojos y murió con una sonrisa en sus labios y lágrimas en sus ojos, pensando que ahora el mundo sería mejor, pero...
Lo que no sabía, era que, las "sombras" nunca morían.
4 años después (año 2000)
— ¡Vamos señora! ¡Usted puede! ¡Puje más fuerte! —le alentó el doctor, que estaba entre las piernas de una mujer quien estaba dando a luz.
Un parto... Una oportunidad de volver a vivir... Sólo si el niño está muriendo, puedo hacerlo...
La misma estaba haciendo todo su esfuerzo, pero al ser primeriza, pues el dolor era insoportable, además de las contracciones. ¿Quién diría que dar a luz fuera tan agotador y tan cansino? Se dijo la muchacha a sí misma.
— ¡Doctor! ¡Tenemos problemas! —le alertó la enfermera al doctor.
Oh~ ¿Un problema?
— ¿Qué sucede enfermera? —preguntó el mencionado, pareciendo preocupado por la forma en que su ayudante había dicho tales palabras.
—El niño tiene el cordón umbilical alrededor del cuello, si no hacemos algo podría morir. —le explicó.
Mi oportunidad está en camino... Sólo es esperar un poco...
El doctor miró a la paciente.
—Señora, haremos lo que podamos para que su bebé no muera en el parto, ¿de acuerdo? —le preguntó. La mujer asintió y esperó las órdenes del doctor—. Lo que quiero que haga es que no puje tanto, ya que si lo hace, el bebé puede asfixiarse por el cordón umbilical en su cuello.
—De acuerdo... —contestó la muchacha.
Pueden tratar todo lo que quieran por salvarlo, pero no será el mismo... Ya que su cuerpo, será mío.
Hubo un momento, en que lograron sacar al bebé, pero poco a poco fue asfixiándose. La sombra, en ese momento, comenzó a destruir el alma del bebé. Adentrándose en su cuerpo. Poseyéndolo. Y aunque quisieran, nunca se darían cuenta de lo que, en ese momento, había sucedido.
Segundos después de que eso sucediera, cortaron el cordón umbilical y se lo quitaron del cuello al bebé, logrando así salvarlo. El doctor lo limpió, pesó, y envolvió en una manta, luego entregándoselo a la madre para que lo viera.
—Es un hermoso varón, señorita —le dijo el doctor a la muchacha. Ella con mucha delicadeza, sonriendo, agarró al bebe y lo colocó en sus brazos, acunándolo y observándolo—. ¿Cómo se llamará?
—Se llamara Nicholas. Nicholas McCraw —contestó la mujer, estando exhausta por todo el ajetreo.
Si tan sólo supiera lo que había sucedido, no estaría sonriendo como lo está haciendo ahora mismo.
¡OH SI NENAS! Este es el prólogo~~ ahora si empezara lo bueno~~
Antes que todo, le dedico este capitulo a todos, pero todos mis amigos, porque sin su apoyo y críticas, no hubiera empezado este proyecto.
Los capítulos los subiré los fines de semana si puedo, y si no puedo, pues les haré un comunicado.
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Y la pagina de facebook para el libro la haré después, para que también la sigan si quieren.
Nos vemos en el siguiente capitulo~~ Besos y abrazos a todos y todas~~
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El Error del Ángel (Detenida)
FantasyNunca pensé que mi vida fuera a dar un giro de 360°, y menos con el misterioso Julian Farrell en ella. Peligro, secretos, miedos, el pasado -mi pasado-, romance e intrigas, todo en el momento en el que llegó. Si simplemente hubiera sabido que las co...