C3: Conversemos; Eres una molestia

28 4 0
                                    

—Que bello cantas. Sara, pero deja de cantar Ave María, que me traé malos recuerdos. Dime ¿Por qué una jovencita es mi chófer, porque enfermó al mio?

Con su celular en la mano pauso la canción y buscó una de pop más movida y comenzó agitarse, casi bailando en el asiento de enfrente mientras comenzaba a cantar.

—Oye...¡oye! —le dije, pero me ignoraba. Así que usando mis poderes detuve la radio.

Ella dejo de sacudirse y revisó su celular y la radio, buscando que estaba mal.

—Yo la apagué. Ahora, respóndeme ¿Qué quiere la hija de un cazador de monstruos conmigo?

—No es dinero señor.

—No me llames señor, habré vivido mucho tiempo pero luzco tan joven como tú.

—¿Entonces como quieres que te llame? ¿Cariño?

Sentí la ironía y me pareció ligeramente cómica. Estaba por decirle que no lo hiciera cuando continuó.

—La verdad es que estoy enamorada de ti.

—Bueno, comparada con las chicas del bar, eres más interesante ¿Sabes dónde está mi mansión?

Entendió lo que quería. Encendió el carro y con algo de dificultad arrancó. Apenas mirando por el parabrisas por culpa de su altura y el gorro, consiguió tomar la carretera.

Le hice una pregunta con mi poder «si tenía licencia de conducir». Resultó que no. En verdad no era una noche tan aburrida. Saqué mi celular y le llamé a Pepe

—Pepe, ya me dirijo a la mansión. Sí, no te preocupes. No voy a necesitar que me guardes algo, puedes quedarte o usar a esas dos chicas. Sí, sí estoy seguro. No lo sé, comeré alguna otra cosa —Podía sentir que se distraía Sara y miraba por el retrovisor, seguramente se preguntaba sobre a que me refería o ya imaginaba que era un monstruo come personas—. Digamos que ha ocurrido algo interesante. No puedo decirte ahora, pero un favor. Al parecer Watson está dormido y cagado en los baños ¿Puedes encargarte de él? ... No te preocupes. No, no conduzco yo, sabes como odio hacerlo. Pues, mi cariño —le dije con ironía, deseando poder reír de mi broma, pero me resultó imposible. Maldita maldición—. Sí, estoy bien. Sabes que ni un camión lleno de vampiros, hombres lobos u otras cosas podría vencerme —De pronto, Sara detuvo el auto.

—¿Como ese? —me preguntó levantándose el gorro de chófer, dudando de lo que veían sus ojos. Entonces señalo un par de camionetas atravesadas en el camino, con un par de sujetos armados.

—Pepe, los Rengokus están estorbando. Te llamo más tarde. ¿Eh? kilómetro 65 —uno de los sujetos, con camisa de cráneo Y un sombrero vaquero, de vestimenta oscura, comenzó a caminar hacía enfrente de nuestro auto.

—Quedate aquí, Sara, si esto se pone feo alejate en el carro.

—Debemos escapar, ¿qué son?

—Tres vampiros, cuatros zombis y una sombra debajo del auto.

Sara se veía algo nerviosa, suspiro y sacó su celular. Entonces comenzó a buscar en su música mientras yo abría la puerta.

—¿Qué canción pongo mientras les pateas el trasero?

De alguna forma me resultaba graciosa su personalidad, tan rara, en verdad era una humana, estaba seguro de eso. A pesar de que divertida, no pude reír. Siguiendo su juego pensé en una canción, pero en el momento que le iba a decir, el sujeto del sombrero vaquero disparo, apuntando al rostro de Sara. Usando sombra rápida llegué frente al auto. Traté de detener la bala con la mano, pero la atravesó e impacto en mi pectoral derecho. Mi cuerpo freno la bala, saliendo por detrás a una velocidad mínima, apenas alcanzado a caer sobre el capó del carro y producir un sonido a la par que Sara dejaba caer su teléfono.

—Eso duele

—¿Estás bien? —Alcancé a escuchar a Sara. Con una mano le hice una señal que todo estaba bien, levantando el pulgar de la mano derecha.

—Solo está jugando, ¿Verdad? Pequeño.

—No tengo todo el tiempo Jane.


Mire el agujero de mi saco. Comenzaba a irritarme. Cuando metí mi mano por debajo del saco para ver como había quedado el agujero, uno de los zombies debió pensar que sacaría un arma. De inmediato sacó la suya y me apuntó, pero un instante después cayó derribado por un disparo. Entonces los otros zombis sacaron sus armas, incluso uno de los vampiros que custodiaban al del sombrero vaquero. Pero él, levanto la mano para que se detuvieran.

—Me debes un saco. ¿Qué es lo que quieres Abel? —le dije mientras, sostenía el saco y lo miraba a través del agujero. Y en mi mano izquierda estaba caliente, mi pistola, aún sacando humo.


Atracción míticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora