I; Moka.

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28 de Septiembre del 2004.
25 años.






—¡Llegamos mami!

—Llegamos, precioso. —Camila le sonríe y se arrodilla para quedar a la altura de su Michael —¿Le prometes a mami que vas a portarte bien?

—Lo prometo, mami —el pequeño levantó su meñique para a hacer el 'pincky promise' que su madre y él solían hacer cada vez que se prometían algo.

—Muy bien, bebé —Camila besó su cabeza y revolvió su cabello —. Ahora entra y ve con tu maestra, volveré por ti después, ¿sí?

—Está bien. —Michael besó su mejilla y corrió hacia el portón de su escuela en el cual su maestra lo esperaba con una sonrisa. El pequeño ya estaba por concluir su primer año en le petite section de la guardería.
La maestra tomó su mano y Camila se quedó ahí hasta que ellos entraron al salón de clases del pequeño.

Suspiró y sonrió por unos segundos.

Su vida era una mierda.

Al parecer lo único bueno en su vida era su pequeño hijo, pero todo se desmoronaba cuando recordaba quién era el padre.
Ella realmente sentía que no era necesario que su bebé supiera que su padre era su propio abuelo y un violador, esperaba que se creyera el cuento de que la cigüeña lo dejó en su puerta.

Michael era un dulce, un niño precioso que solía ser muy cariñoso con su madre porque era lo único que tenía.
Y sí, tenía amigos en la guardería, pero él siempre solía decirle que ella era su mejor amiga.
Su niño era un pequeño rubio de ojos color miel y sonrisa con hoyuelos.
Tenía apenas tres años y era muy inteligente. Hace un mes había aprendido cómo atar los cordones de sus agujetas por cuenta propia y Camila no podía estar más orgullosa.

Ella se prometió a sí misma que le daría a Michael todo el amor que su madre dejó de darle porque se lo merecía y además, ella no sería tan cruel como para dejar a ese ángel.
Se había prometido ayudarlo y apoyarlo en todo, fuese lo que fuese.

Había entrado a trabajar a los dieciocho años para ganar dinero para poder pagar sus estudios en la universidad, ya que el dinero que Janson le daba no le era suficiente.

Encontró trabajo en Cheermise, la cafetería en la que festejó por ultima vez el día de su cumpleaños.

La llegada de ese día le aterraba y le traía recuerdos horribles. Nadie más que sus padres y Michael lo sabían, pero él aún era muy pequeño para entenderlo.

Louisa, quién fue su mejor y única amiga por ocho largos años se mudó a Los Ángeles por el trabajo de su padre, y ella se quedó completamente sola.

Su madre ni siquiera le dirigía la palabra y Camila admitía que le dolía bastante.
Muchas veces había perdido su dignidad hablándole y preguntándole qué hizo mal, pero todo lo que se ganaba era una mirada de asco.

Su madre ya no la quería, pero Camila estaba segura de que cuando Margareth quisiera hablarle de nuevo, ella la recibiría con los brazos abiertos.

Siempre sería su madre después de todo.

Había dejado de estudiar por lo destrozada que estaba, pero volvió para estudiar solamente los fines de semana a los veintiún años para seguir con su carrera y así poder trabajar.
Cuando estaba en el segundo año de su curso de Derecho, se enteró de que estaba embarazada. Camila recuerda que durante ese tiempo solía tener muchos mareos y notó que estaba subiendo mucho de peso, lo cual fue extraño ya que parecía sólo aumentar en su estómago, vientre y caderas, ya que el resto de su cuerpo seguía igual.

PreciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora