VI; Agonie.

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Camila llegó a su departamento sintiéndose completamente agotada y sin ganas de nada.

Todavía le quedaban dos turnos más para el trabajo, pero sin embargo no pensaba ir. Sabía que era su responsabilidad; sin embargo hoy no había sido el mejor día.

Después de su primer turno de trabajo, Camila recogió a Michael de la escuela, tratando de darle una de sus mejores sonrisas a pesar de haber tenido un día horrible.

Todo transcurrió normal para el pequeño, se sentía feliz porque estaría más tiempo con su madre del que estaba acostumbrado; podría abrazarla todo el tiempo que quisiera y ver alguna serie en TV mientras Camila acariciaba su cabello, preguntándole cómo estuvo su día.

Aunque eso no duró mucho tiempo.

Hicieron lo que el pequeño imaginaba, pero después su madre lo llevó a la cama; acomodándolo entre las sábanas y cubriéndolo hasta el cuello. Tomó uno de los cuentos que estaban en la mesita de noche y se lo leyó con calma; soltando leves bostezos en la mayoría de la lectura.

Cuando Michael finalmente estuvo dormido, la castaña fue a su habitación y se recostó sobre su cama, mirando hacia el techo. No resistió mucho y sin más, se echó a llorar cual magdalena.

Durante su reseso, fue en busca de Janson para pedirle dinero; recibiendo por respuesta una bofetada que le dejó una marca rojiza en la mejilla; una que después cubrió con maquillaje. Él no quiso darle nada y después del golpe, ella no quiso insistir más.

Jamás entendería cuando sería que dejaría de sentirse tan humillada.

Después de eso volvió a su trabajo, tratando de mantener esa sonrisa que la caracterizaba, pero, no siempre va a caerle bien a todo el mundo.

Atendió a un cliente que fue muy grosero con ella, repitiéndole una y otra vez que la comida era un asco y que ella no merecía estar ahí, diciendo que una chica latina no era digna de estar en un lugar tan lujoso como ese.

Ella trató de ser amable y sin embargo, no le sirvió de nada. No cuando él pidió al señor Faure descortésmente que cambiaran a la mesera porque todo lo que ella hacía era burlarse de él, ser irrespetuosa y arrogante.

No obstante, ella se mantuvo firme. Siguió trabajando mientras trataba de borrar todo lo que había pasado de su mente.

Pero los regaños que el señor Faure le dio después de eso hicieron que la gota derramara el vaso. Él le dijo que era la primera vez que alguien le hablaba de esa forma por culpa de un empleado y que por su comportamiento, le descontaría el sueldo.

Renunció.

No podía creer que hubiese hecho eso porque, era la única forma rápida que tenía para ganar dinero.

Llevaba trabajando en Cheermise catorce largos años y no podía creer que después de tanto tiempo, el gerente desconfiara de ella ya que durante todo ese tiempo jamás fue descortés con un cliente.

Se había mantenido firme y con una estúpida sonrisa falsa durante todo el día, pero ya no podía resistir más.

Lloró tanto que no se percató del momento en el que se quedó dormida.

Y cuando piensa que ya nada puede ser peor, Janson aparece en sus sueños.

En un recuerdo, está recordando en sueños una de las veces en las que él le hizo daño mientras ella suplica que 'por favor no' porque ella no lo merecía. Nadie lo merece. Sin embargo él la ignoraba; era como si estuviese gritando sin ser escuchada y jamás en su vida había escuchado gritos tan silenciosos.

Despertó con el rostro empapado de gotas saladas; gritando con desesperación mientras se abrazaba a sí misma.

Miró los marcos de fotos en las paredes con rencor, pensando en porqué la niña sobre los marcos fue feliz y ella no. Había marcos de ella junto a sus padres, de ella junto a Louisa y de ella cuando era más pequeña.

Se puso de píe con furor; tomando los cuadros para arrojarlos hacia el suelo sin tomarle importancia a lo que podía pasar.

No le importó cuando los cristales rotos atravesaron sus muñecas, no le importó cuando su nariz comenzó a escurrir ese líquido pegajoso, no le importó cuando su maquillaje quedó completamente arruinado y su cara perdió color.

Pero se sintió el ser más repugnante en la faz de la tierra cuando vio a Michael parado en el marco de la puerta con lágrimas escurriendo por sus mejillas. Su rostro reflejaba preocupación ya que no entendía lo que pasaba. Su madre se veía tan mal y eso lo ponía triste.

Ella intentó darle una sonrisa para tranquilizarlo, sin embargo sabía que no podía fingir más.

Al darle una segunda mirada a su pequeño no puedo resistirse al ver esos bonitos ojos azules de mirada triste, cargada de angustia y confusión.

Lloró fuertemente, permitiéndole a su bebé verla débil la primera vez.

No podía fingir otra sonrisa y mentirle a Michael y así misma. No podía pretender que estaba bien cuando en realidad no lo estaba porque sinceramente ya pasó por mucho.

A la mierda su sonrisa falsa.

PreciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora