Se busca niñera por @Lauradadacuentista

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Estaba sin blanca

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Estaba sin blanca.

Entré en una cafetería, para poder leer la prensa por el precio de un café.

Con la moral derrotada, me senté en una mesita a ojear un par de periódicos. Eran las siete de la tarde y aún hacía un calor asfixiante.

De repente, una ráfaga de aire misteriosa pasó y me dejó el periódico abierto por una página de ofertas de empleo. Aquello no podía ser una casualidad. Un anuncio en concreto atrapó mi atención. Decía así:

"Se busca niñera. No necesaria experiencia. Disponibilidad inmediata y de noches. Interesadas llamad al teléfono..."

Era la solución a mis problemas, llamaría ahora mismo y empezaría esa misma noche. Entonces recordé que me habían cortado el móvil y no me quedaba ninguna moneda para usar un teléfono público.

Arranqué la hoja y me la guardé en el bolsillo. Llamaría como fuese.

La necesidad agudiza el ingenio, así que le colé una bola tremenda sobre baterías agotadas y padres hospitalizados a un inocente señor mayor que me prestó su móvil sin dudarlo.

En menos de 10 minutos un elegante coche con los cristales tintados me recogía en la avenida.

El conductor me saludó fríamente y, antes de invitarme a subir, me preguntó si era la chica del puesto de niñera. No volvió a dirigirme la palabra en todo el viaje.

Dejamos la ciudad y nos alejamos hacia una zona de urbanizaciones caras que nunca creí que pisarían mis pies. Todas las calles parecían iguales, yo ya me había desorientado totalmente. Anochecía ya cuando el coche al fin se detuvo delante de una enorme puerta metálica. La casa parecía una fortaleza hermética, no se podía ver nada desde fuera.

Suelos de mármol blanco con alfombras más blancas todavía. La decoración era minimalista y sin alma. Daba la sensación de que fuera un montaje para una tienda de muebles de diseño, pero que nadie viviese allí.

—Hola, querida, agradecemos tu rápida incorporación. —Acababan de entrar en la estancia una pareja de aspecto refinado. Eran muy altos y pálidos los dos. Comprendí que serían los dueños de la casa y, por tanto, los padres del niño en cuestión. El hombre hablaba con un marcado acento extranjero— Sentimos no tener tiempo para presentaciones, pero tenemos que irnos ya. El bebé está en la habitación de al lado. Solo debes cuidar que duerma bien, nada más. Nosotros volveremos muy temprano. Aquí tienes el dinero. ¿De acuerdo?

Mientras decía esto me daba un fajo de billetes tan gordo que me dejó muda. Lo cogí, asentí con la cabeza y estreché su helada mano.

Una vez sola decidí escudriñar aquel pedazo de chalet. Empecé por la habitación del bebé. En el centro estaba la cunita... ¡Vacía!

De pronto oí una risita infantil que provenía inexplicablemente del techo. Miré hacia arriba y efectivamente, una macabra criatura de ojos rojos y afilados colmillos se abalanzaba a mordiscos sobre mí.

Se comió literalmente la mitad de mi cuerpo.

La otra mitad moría pensando: "Se acabó padecer por el dinero".

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