Capitulo IV

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Septiembre de 1926

Tres meses habían pasado y a esas alturas, Terry habría pensado que Peter Long ya estaría de regreso, pero al parecer su madre estaba tardando en recuperarse más tiempo de lo esperado.

—Inténtalo otra vez, Timothy. —Terry esbozó la sonrisa más alentadora que pudo.

Timothy Benson, el hijo de doce años —o quizá fueran trece— del alcalde de Pittsburgh, profirió un sonoro suspiro, se revolvió inquieto sobre la banqueta del piano y reanudó la pieza Terry que le habían asignado...—Desafinó desde la primera nota.

Terry se estremeció —con discreción, o eso esperaba— y volvió a preguntarse cómo se las habría arreglado Long para sobrevivir diez años como profesor de música en Pittsburgh con el oído y la cordura intactos. —Entre todos los alumnos que tenía, aún no había encontrado uno solo que mostrara el menor indicio de talento.

—Es una redonda, Timothy, no puedes tocarla como si fuera una negra, hazlo más despacio.

El niño suspiró de nuevo y redujo el ritmo... un poco. —Estaba claro que quería que la clase terminara lo antes posible.

A Terry le pasaba lo mismo, pero el alcalde lo había contratado para que pasara cuarenta y cinco minutos con el muchacho. —Ya no faltaba mucho tiempo para terminar la clase.

Consultó su reloj y contuvo un suspiró, lo que le había parecido media hora en realidad solo habían sido diez minutos.

—Eso está mejor, Timothy. —Y ahora, ¿puedes agregarle un poco de sentimiento?

El muchacho se quedó mirándolo como si de repente le hubiera salido una segunda cabeza. ¿En qué estaría pensando para decir eso?

—De acuerdo. —En fin, vamos a ver... Tú sigue. —Una vez más desde el principio.
El chico reanudó la tortura de aquel indefenso instrumento.

No es que quisiera regresar a New York, Susana no había cambiado, se negaba a firmar el divorcio y seguía en sus correrías, cada una peor que la anterior— seguían en boca de todo el mundo, incluida su familia.

Wilkins le había entregado apenas dos días antes una carta de su medio hermano Richard, en la que le contaba que su padre estaba tan disgustado por el comportamiento impropio de Susana, que le estaba afectando a la salud.

—¿Y si toco la siguiente pieza, señor Grantchester?

—Sí, Timothy, ¿por qué no? —Era una canción bastante sencilla, tal vez el chico la pudiera dominar...Pero no fue así.

Terry oyó un paso y cuando volvió la cabeza vio pasar corriendo a la hermana mayor de Timothy..—. ¿Se estaba tapando los oídos? El chico tocaba fatal, pero sin duda su hermana...No, simplemente se estaba poniendo el gorro. —tal vez tenia previsto ir a la biblioteca para ver a Candy.

La señorita Benson se consideraba una escritora y a menudo le pedía a Candy su opinión sobre sus obras.

Candy..Terry suspiró...Ella era desde luego, la verdadera razón por la que no quería regresar a New York... y la razón por la que tampoco quería quedarse en Pittsburgh. La idea de dejarla le resultaba devastadora, pero verla a diario, escuchar su voz, oír a la gente hablar de ella... lo estaba volviendo loco.

Se revolvió en su asiento. —habían pasado tres meses desde la desagradable escena en el dormitorio de Candy...—Terry comprendió, en cuanto su condenado pene se encogió hasta alcanzar dimensiones normales, que Candy tenía razón: habría sido deshonroso para ella tener un encuentro sexual mientras él siguiera casado con Susana. —Su Pecosa no era una prostituta cuya profesión consistiera en satisfacer las necesidades de los hombres...ella era una mujer respetable...—Una soltera dedicada...

Mientras Tengamos Vida Nos EncontraremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora