Capitulo VII

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Candy se quedó dormida. —Estaba teniendo un sueño asombroso. —La mano de un hombre, grande y cálida, le acunaba un pecho. —Sintió el roce de un pulgar sobre el pezón, provocando una oleada de calor y deseo que le recorrió el cuerpo. Deseaba...

—Buenos días, amor. —Alguien le susurró al oído esas palabras.

Era Terry. Seguía allí. ..—La última noche no había sido fruto de su imaginación. Se dio la vuelta para mirarlo.

Terry sonrió, nunca se había mostrado tan relajado desde que llegó a Pittsburgh.

—Buenos días.

Candy le deslizó un dedo por la mejilla. —Estaba áspera por la barba incipiente. Ninguna de aquellas veces que se estuvieron juntos en su departamento Candy había visto sin afeitar.

El gesto de Terry se agudizó de repente. —Estaba mirando hacia...

Candy seguía desnuda bajo la colcha. —Deslizó la mano por la mejilla de Terry, por la barbilla y por el cuello hasta llegar al hombro, él también seguía desnudo.

El deseo se prendió, endureciendo sus pezones, extendiéndose hacia un punto concreto situado entre sus piernas. —Debió de gemir un poco, porque Terry atravesó el pequeño espacio que los separaba y rozó sus labios con los de ella.

Fue como la chispa que hace prender la hoguera. Todo —cada duda, cada reticencia— se convirtió en humo, dejando solo la ardiente necesidad de entregarse a él.

Candy abrió la boca, le puso una mano en el cuello para acercarlo más y presionó el cuerpo contra el suyo, colocando la pierna superior sobre su cadera, deslizó la otra mano hacia abajo y le tocó el pene; era robusto, grueso y largo, y Candy quería sentirlo dentro, ¡Ahora!

Terry la complació, con un movimiento fluido, recostó a Candy y se introdujo a fondo en ella..—Candy no cabía en sí de gozo cuando Terry la penetró, envuelta por intensas oleadas de placer que se extendían desde el fondo mismo de su ser. —Entonces, cuando la sensación comenzó a mitigarse, sintió la respuesta del cuerpo de Terry: su cálida semilla palpitando en su interior.

Si pudiera volver a engendrar...debía decírselo...Terry merecía saber sobre Kate, pero tenia miedo de su reacción, Kate ahora tenia nueve años, nueve años que Terry no sabia de su existencia, pero debía decírselo tarde o temprano.

Terry se desplomó encima de ella.

—Pecosa, vas a acabar conmigo si piensas saludarme de esta forma todas las mañanas.

Candy deslizó una mano por su espalda sudorosa. ¿Iba a saludarle todas las mañanas? Su corazón dio un brinco de alegría..—besó a Terry con detenimiento y ternura... y sintió cómo su pene comenzaba a erguirse de nuevo.

Terry se apartó...—Oh, no, nada de eso, bruja seductora Pecosa. —le besó la pecosa nariz—. Amapola nos está viendo con mala cara. .—Me parece que nos hemos quedado dormidos.

¿Dormidos? —¡Oh, no! —Candy se incorporó a toda prisa. Efectivamente, Amapola los estaba viendo con mala cara desde la silla situada junto a la ventana—. ¿Qué hora es?

—Las ocho y media.

—Llegaré tarde a abrir la biblioteca. —Salió a toda prisa de la cama.

—¿Y? Preguntó él...—Nunca hay nadie allí a estas horas.

—No, pero... —Miró de reojo a Terry, él estaba sentado en la cama, con la colcha caída hasta la cintura, dejando expuesto el pecho y sus magníficos hombros y la estaba mirando fijamente.

—Deja de mirarme así Pecosa ladina.

Candy sonrió, se dio la vuelta, recogió su vestido. Y se metió a la ducha, sujetó su cabello con unas horquillas y se dispuso a darse un baño muuuy rápido. ..—¿Por qué? Tú me estás mirando a mí le dijo desde adentro del cuarto de baño.

Mientras Tengamos Vida Nos EncontraremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora