El inicio del "viaje"

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–Me siento tan nerviosa. –Dijo Uraraka. –Nunca había salido de viaje, estoy tan feliz.

Su sonrisa era brillante y enérgica, aunque las ojeras y bolsas debajo de sus ojos la opacaban.

–Será un viaje solo para ver si funciona. De una u otra manera, te enamoraras de mí. –Bakugo se acercó demasiado a ella,y con el mayor sarcasmo que pudo, le guiñó el ojo.

Uraraka inmediatamente se ruborizó. Estaba nerviosa, feliz,emocionada y enojada.
Todo al mismo tiempo.

¿El enojo? Era fácil, se enojaba de pensar que el señor Katsuki se tomaba el enamoramiento de alguien como un juego.

–Señor Bakugou, deje de tomarse eso como un juego. –Ella infló levemente sus mejillas y frunció el ceño. –Usted... no se enamorará de mí y ¿yo sí tendré que enamorarme de usted? Es una pésima idea. –Cruzó sus brazos.

–No me lo tomo como un juego. –Cambió de expresión a una seria. –El que no haya dicho que no me enamoraría de ti, no quiere decir que no lo vaya a hacer, después de todo, solo deseo ayudarte.

Uraraka se puso roja como un tomate.

–¿Eso quiere decir que...usted cree que soy muy linda? –Dijo ella tocándose las mejillas.

–Yo nunca dije eso. —Respondió serio.

–¡Al señor Bakugou le parezco muy linda. –Empezó mover su cabello de un lado a otro.

[...]

–Mineta, nos iremos por un tiempo, cuida de la casa. –Dijo Bakugou con el ceño fruncido.

Mineta ignoró por completo el comentario de Bakugou y entró a la mansión, dejándolos solos.

–Señor Bakugou, ¿a donde iremos primero? –Dijo Uraraka.

–A buscar las ancas de Rana Astral.–La cargó directamente a el carruaje y la sentó.

–Señor Katsuki, ¿no está emocionado? –Dijo ella sonriéndole.

–Si te soy sincero, es la primera vez que viajo con alguien, por lo que espero no seas  espero y no seas una molestia.

Ella sonrió feliz, se sentía tan única y especial al escuchar esas palabras. Sentía que sería la primera y la única en la vida de Katsuki.

No estaba enamorada, solo estaba agradecida.

–Como sea... —Continuó Katsuki. –Empaqué tus cosas.

–No son mías. –Aquellas palabras hicieron que Bakugou le volteara a ver con rabia en su mirada.

–¿Qué quieres decir? –Preguntó enojado y acercándose lentamente a ella.

–Usted las compró, pero yo las uso. De una u otra manera eso no quiere decir que sean mías.

–Escúchame bien. –Él se acercó a ella y la tomó del borde de su camisa, jalándola. –Todo lo que te dé, será tuyo, siempre lo será. Todo lo que me pidas te lo daré, todo lo que desees estará al alcance de tus manos con tan sólo pedírmelo, así que no seas tan idiota y admite que son tus cosas —Tomó aire.— ¡Y además, si solo son mías también son tuyas, porque todo lo mío es tuyo! –Gritó.

Era su "juguete", pero era él juguete.

Mirándolo con miedo, su labio inferior comenzó a temblar, Bakugou  al ver esto la soltó, dejándola caer en el carruaje.

Él estaba tan molesto que tan solo se alejó, metió algunas maletas al carruaje y después entró a la casa.

–Yo... señor Katsuki... ¡Lo siento! –Gritó ella, esperando que sus gritos fueran escuchados. –Por favor, discúlpeme.

Él salió de la casa con un costal de oro en su hombro.

–Cállate. –Fueron las últimas palabras que él le pronunció por un buen rato...

[...]

Todo el camino,él no se digo a hablarle. Pero ella,le pidió más de 20 veces perdón, siendo todas inservibles.

Ella le miraba y se ponía aún más triste. El carruaje que se movía solo ya no le parecía tan increíble si no podía disfrutarlo con Katsuki.

Al final del día, solo recorrieron 1/4 del camino a Kimishi, quedándose en la mitad del bosque.

Ella se había quedado dormida en la parte trasera y ya que Katsuki le ignoraba, él se había ido a la parte de afuera a admirar las estrellas.

Con cuidado de no molestarle, ella abrió la cortina del carruaje y le dijo algo que jamás olvidaría.

–Yo dije eso porque... yo le pertenezco a usted... desde ahora hasta el final de mis días, porque yo, no, porque usted... es mi salvador... mi luz y... mi vida.

Cerró los ojos y se quedó dormida.

Sin energías para poder hacer algo, Bakugou solo tomó su saco y la cobijó con él.

Sentía lástima de ella, pero a la vez la apreciaba. Era un sentimiento tan extraño, parecido a lo que alguna vez llamó empatía, pero diferente, muy diferente.

A veces, cuando estaba enojado, solo quería golpearla, maltratarla, torturarla, pero incluso eso ya no le llenaba. A veces solo quería charlar con su juguete acerca de cualquier tema, eso no importaba, siempre y cuando ella fuera su juguete y lo atendiera no habría problema.

–Idiota. –Dijo.

La cargó y recostó su cabeza encima de una almohada. –Eres una molestia.

La Humana y El Hechicero. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora