Un pequeño paseo en el Bosque.

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En la mañana;ella se había despertado y él,apenas la vio despertarse le dejó un plato de huevo cocido con carne de Mintono. Un animal con una carne abundante,deliciosa y sobre todo,Costosa.

–Buenos días. –Dijo ella sonriendo. Solo le quedaba arrastrarse al movenrse a algún lado,cada día empeoraba más y más. –Señor Katsuki,muchas gracias por la comida. –Sonrió.

Katsuki solo espero a que ella le diera la primera mordida a la carne para empezar a reírse.

–Waaw. –Sus ojos se hicieron extremadamente grandes y sus pupilas se dilataron. –Esto,¡Esto es delicioso!

Ella empezó a comer mucho.

–Oye,oye,oye. –Dijo Katsuki quitándole el plato de la mano. – No comas tan rápido,vomitarás.

–Se-señor Katsuki. –Ella se puso inmensamente feliz de escuchar que él por fin le había hablado.

Trato de alcanzar la mano del señor Katsuki arrastrándose. Todo su esfuerzo fue en vano cuando él la quitó a propósito

–Señor Katsuki...–Dijo Uraraka mirando el suelo. –¿Podría traerme mis cosas?,me quiero cambiar de ropa...

Katsuki sonrió de lado y la miró perversamente.

–No tienes nada,¿no?...tendrás que quedarte sucia.

Ella se rompió. Sus ojos estallaron el lagrimas y su pequeña y disimulada sonrisa se borraron de su rostro. Katsuki actuaba como un verdadero tirano en ciertas ocasiones. Pero ella lo había provocado,o mínimo eso quería pensar Uraraka.

Katsuki se metió al carruaje,donde azotó las puertas y se encerró ahí;hasta que pensó que sería buen momento de continuar con el viaje.
Para cuando salió,Uraraka seguía en donde la había dejado con la misma expresión facial. ¿Cuanto había pasado? ¿2 horas?

–Molestia. –Dijo al tiempo que la pateaba,haciéndola caer en el lodo. Ella se arrastró hasta tocar las cosas del señor Katsuki;tomando su espada y dirigiéndosela al cuello. –¿¡Qué demonios haces?! –Gritó Katsuki.

–Señor Katsuki...yo,¡yo solo quiero liberarme! –Gritó ella desesperada. –No tengo nada...incluso usted lo ha dicho...yo,yo en verdad quiero desaparecer. No puedo vivir por mi...

Él se acercó lentamente a ella,quedando a tan solo centímetro de su nariz.

–Si no vas a vivir por ti,vive por mi. Sobre por mi,ríe por mi,pero nunca,¡nunca! –Remarcó la última palabra. –Vuelvas a tocar mi espada.

Le arrebató la espada y la tomó de la cintura,abrazándola...era un abrazo un tanto peculiar,como si no hubiera querido perderla. Ni él ni ella se dieron cuenta,pero aquel di en el bosque,sintieron una inmensa calidez en su corazón al estar juntos,no queriendo separarse nunca más...

La Humana y El Hechicero. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora