Capítulo 4

34 7 4
                                    

Al salir del cuarto me sigue cargando, noto que la iluminación es diferente, es tenue, solo lo suficiente para movilizarse sin problemas, de pronto comenzamos a avanzar, de forma lenta y continua por lo que puedo apreciar cada pasillo... Todos son iguales y si tuviera que volver no sabría hacerlo.

Me estaba volviendo a quedar dormida hasta que miré hacia abajo; no era papá quien caminaba con libertad hacia donde fuera que nos estuviésemos dirigiendo, era una parte del suelo bajo nuestros pies la que se movía y conducía nuestro destino.

–¡Hola, sexta! Tal como en el pronóstico ella despertó y ahora la llevo a conocer el lugar...

Era a una mujer diferente a la anterior a quien le hablaba, vestía una bata blanca.

–Buenas, señor Asís. Antes de que salgan necesito un último chequeo... Pequeña, solo pone las palmas sobre esta pantalla.

Hice lo que se me indicó y sentí una pequeña vibración en mis manos, no dolió, pero fue lo suficiente para que las quitara de inmediato y me aferrase con fuerza a papá.

–Mhm, ella aún necesita descansar un poco más, dele estas pastillas antes de dormir y al despertar durante toda esta semana, es fundamental para que no presente complicaciones, necesita adaptarse, cualquier presencia de anomalía repetida es normal, en especial las calóricas, y si se requiere, que use la cabina de la habitación combinada, los cobros son altos, pero es altamente efectiva. Traígala solo si es algo extremo...

–Sí, sí, ya me lo han explicado bien, no se preocupe, la llevaré de inmediato a la cama y seguiré sus indicaciones, gracias, sexta.

–Están fuera del horario, ya es el primer período, digo por...

–Tranquila, tengo el pase, ¿no?

–Sí, pero usted sabe que las reglas son estrictas...

–Es cierto, pero tengo todo bajo control, despreocúpese. Ya nos vamos, ¡hasta pronto!

En minutos estábamos frente a dos grandes puertas las cuales se abrieron en segundos y dieron paso a un gran recinto lleno de oscuridad, no se podía ver nada, pero se notaba la amplitud de este.

Hija, mira, mira el piso.

Alrededor de donde estábamos parados brillaban unos puntos, iluminando el suelo.

–Son piedras luz, están pegadas por decirlo así, yo prefiero decirles estrellas, me recuerdan a ellas, nos muestran el camino por donde queremos andar, pero solo si damos los pasos para seguirlo, observa.

A medida que avanzábamos aquellas piedras se movían junto a nosotros, y así nos permitían ver por dónde pasaríamos. De pronto no solo estaban abajo, sino también en la pared, y conducían a una superficie extraña.

–Mira, este es el transportador, nos llevará al otro bloque; donde están todas las habitaciones.

Aquello resultó ser una especie de puerta que se deslizó hacia el lado, dándonos paso a una cabina cerrada y cilíndrica llena de tonalidades blancas. Ya dentro comencé a sentir una extraña pero conocida sensación, parecía que mi estómago quería salir sin más, pero no duró mucho, en breve ya estábamos saliendo.

Seguimos derecho por un gran pasillo ancho que se dividía en varios subpasillos pequeños, en una esquina nos detuvimos y papá me bajó de sus brazos; el frío no se hizo esperar.

— Toma, esto es tuyo, es tu yeitor, con él podrás entrar y salir de tu habitación, tiene otros usos más pero los aprenderás más adelante.

Una pequeña caja cuadrada era lo que había depositado en mis manos, yo solo la sostuve y lo miré interrogante.

–Vamos, tienes que abrirla, y ponerte la lente de contacto en el ojo.

Lentamente hice caso a sus instrucciones, era incómodo, pero soportable.

–Muy bien, ahora colócate frente a la receptora de la izquierda, acércate y fija tu vista en el centro, no pestañees.

Me puse en posición y concentrada mantuve la vista en ese aparato simple. Alcancé a notar un pequeño punto blanco que se iluminó y la puerta que decía 39B se abrió.

–Y esta es tu habitación, esa es tu cama, ten las pastillas, una roja antes de dormir y una azúl después de despertar, ve a dormir.

Eso dijo señalando y dándome el frasco que las contenía. Me dió un beso en la frente y espero a que yo entrara. Cuando lo hice la puerta se cerró de golpe y todo se iluminó.

–Bienvenida, Hatice, soy Sayd, ¿lista para jugar?

Preguntas FicticiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora