CAPITULO XXII

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Mi corazón se encuentra en un laberinto interno… una obra maestra…. de grandes paredes que no te permiten ver la salida… por supuesto, no era del tipo como los que te pintaban en las películas… llamativos por sus paredes hechas con plantas bien cuidadas… incluso algunos con flores, no… el mío era un laberinto de esos que te ofuscan y desesperan, paredes de concreto, gris, paredes altas que no te dejaban ni siquiera tener un poquito de esperanza… era un laberinto que se fue construyendo desde que era muy pequeña, ¿a qué no adivinan quienes fueron los ingenieros y obreros de esta obra? Así es… mi familia… mi muy apreciada familia, fueron quienes se encargaron de hacerme fría y seca… cruel, inalcanzable… tal y cual como el laberinto, por eso las personas  ni siquiera intentaban acercarse a mí, ya que al ver ese gran laberinto ante sus ojos, ni lo intentan… algunos solo llegan al primer pasillo y eso es todo.

Nadie llega al final de ese laberinto, allí se encuentra mi punto más débil… la que más cuido, lo que más protejo con mi vida y con todo mi ser… mi corazón.

Al menos eso creí… hasta que llego Liam… el muy desgraciado se ha acercado más de la cuenta a la salida… ha conseguido una puerta que le impide el paso, y él consigue la llave para pasar y seguir adentrándose en el laberinto… como lo detesto… si logra llegar al final de todo el camino… se llevara consigo lo que temo… mi vulnerable corazón… y aunque lo vuelva a dejar de nuevo en su lugar porque ya no lo quiere… sería demasiado tarde, es un corazón afectado por las memorias, por los recuerdos… no lo olvidaría aunque me golpeara internamente y me obligara a hacerlo, es el único que ha sido lo suficientemente hábil para penetrar toda esa obra maestra…

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- Alice – dijo sacándome de mis pensamientos – ya llegamos a tu casa – lo mire confundida… gire mi rostro para divisar que lo que decía era cierto, ya habíamos llegado… el carro estaba aparcado frente a mi casa.

Salimos en silencio del auto, la verdad es que después de salir del instituto no habíamos pronunciado palabra alguna… la mirada que me dedico al retirarse el profesor Mason me produjo escalofríos… y no me atreví a comentar nada al respecto, su forma de marcarme como suya me revolvía todo por dentro…

Cuando entramos me lancé a sentarme en el sofá, solté un suspiro bajo y observe como Liam se sentaba a mi lado… pasaron los minutos, sin decirnos nada… esto es tan frustrante…

- Alice… ¿tú me quieres? – voltee a mirarlo… ¿por qué me hacía esa pregunta?… me miraba de manera intensa, quizás algo frustrado - respóndeme – se oía molesto de mi silencio… bien, responderé.

- eh, si claro… supongo – le dije encogiéndome de hombros, no le demostraría que confesarlo me afectaba – de todas formas eso no importa – me levante para irme a la cocina y dejar la conversación hasta ahí… sin embargo mis planes nunca funcionan… me tomo de la muñeca y me volteo para mirarlo, estaba serio, demonios ¿acaso era bipolar o qué? ¿Por qué actuaba así?

- a mí me importa – se acercó hasta quedar centímetros de mí – me molesta escuchar rumores de que tú y el profesor ese… - lo interrumpí

- ¿me crees capaz de querer a cualquier persona Liam? Yo no soy así – le dije molesta de que le dé importancia a esos estúpidos rumores – y no... No te quiero – me miro confundido por mi confesión – te amo mal nacido… - me zafé de su agarre y subí a mi habitación rápidamente, cerré la puerta con seguro y me puse los audífonos, encendí la computadora y decidí ignorar todo a mi alrededor… esa confesión no fue la más bonita pero… era la verdad, es su culpa que me haya hecho decirla.

¿POR QUÉ YO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora