LA DESPEDIDA

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LA DESPEDIDA

-Hasta luego hija, sabes que te vamos a extrañar ¿No cierto?- Mi papá me abrazó de la nada.

-No olvides llamar- Exclamó mi mamá desesperada mientras bajaba con mis dos enormes maletas azules por las escaleras.

-Mamá, Papá, los quiero mucho y los voy a extrañar, pero ustedes más que nadie saben que esto es lo que siempre he querido, poder aprender más bailes y hacer lo que amo.

-Hija... A la academia que te diriges, muy pocos bailarines son los que sobresalen por la gran competitividad que existe, esto te va a servir mucho, aparte de que dentro de esta misma puedes seguir tu carrera universitaria, no tendrás que dejar nunca lo que amas. Trata de aprovecharla al máximo–dijo mi madre.

-Recuerdo que es lo mismo que me dijiste cuando fue la primera vez que me mandaste a baile cuando era pequeña.

-¡Noooo! Mamaaaaaaaaá... ¡Que no quiero ir a baile!- Grité desesperada.

-Hija te he inscrito en el mejor curso de ballet de toda la ciudad y ¿no quieres ir?

-Madre, ¡En serio no quiero ir! ¡Si tú eres una gran bailarina, no necesariamente debo serlo yo!

-Pequeña aunque no te parezca no me dejas más opción que hacerlo a la fuerza.

De ahí solo recuerdo como con ayuda de mi papá, mi madre me tomó de la cintura y me llevó cargando hasta el auto. Chillé, pataleé, hice berrinche. Pero nada funcionó, solo díganme que niña de 4 años prefería ir a entrenar 5 horas semanales pudiendo quedarse viendo caricaturas.

A la final no tuve más opción que entrar al carro con el ceño fruncido más un horrible moño en la cabeza y con un incómodo tutu rosado.

Me reí de solo recordarlo, después de esa clase todo en mi vida fue diferente, me encantaban las clases de ballet y poco a poco llegué a ser una de las mejores. Tras años de presentaciones, caídas, y éxitos, tuve la oportunidad de entrar a un concurso para poder ganar una beca en esta soñada academia.

-Segunda llamada para los pasajeros del vuelo 74-12 dirigido a la ciudad de Argentina- Decía una voz femenina a través de los parlantes del aeropuerto.

Me paré y caminé hasta el escritorio de la azafata, estaba vestida con una falda tubo azul y una camisa ajustada blanca con una pañuelo atado al cuello. Le entregué mi pasaje y mi pasaporte. Me dejó entrar, y caminé lentamente por un pequeño túnel hasta llegar a la entrada del avión.

-Buenas noches- Me saludó el piloto, el copiloto y dos azafatas con el mismo uniforme que la anterior. Le respondí con respeto y seguí por el pasillo.

Observé mi pasaje, mi asiento era el 7A, recorrí la larga fila de asientos viendo como los de primera clase disfrutaban sus cómodos asientos de dos personas, con su televisión al frente y muchas revistas.

¡Qué envidia!

Cuando llegué lamentablemente me di cuenta de que ya había una señora sentada en medio de los tres asientos. Dejé mi pequeña maleta de mano en la parte superior de los asientos y le pedí permiso. Fue un tanto costoso pasar al asiento de la ventana ya que la señora era un poco de contextura ancha. Me senté en mi puesto y me tapé con la manta que me ofrecía la aerolínea.
Después de unos minutos, dejaron de entrar personas y las instrucciones comenzaron a transmitirse sin embargo, el avión seguía inmóvil.

Este viaje iba a ser un poco largo y la señora sentada junto a mi ya estaba dormida, mi instinto me decía que en unos pocos minutos ella podría llegar a roncar y babear.
En mi interior, yo también quería dormirme igual de bien que esa señora pero tenía sueño liviano y nunca podría llegar a tener ese tipo de sueño.
El capitán se presentó y nos dijo que estábamos a minutos de despegar, pero de pronto se oyó un golpe como si alguien estuviera llamando la puerta pero en la cabina...
Todo el avión sacó sus cabezas por el pasillo para saber que estaba pasando.

Super disimulada me paré para ver sobre el asiento. Escuchaba murmullos, y algunos quejidos, cuando de pronto se volvieron a abrir las puertas del avión. Me intrigaba saber quién era tan importante para volver a abrirlas. Y realmente me sorprendí al verlo, un chico entró, era alto y probablemente tenía uno o dos años más que yo. Tengo que admitirlo, este chico era realmente guapo, pero no era eso lo que me intrigaba, el poseía una vibra extraña a su alrededor. Lo observé más detenidamente mientras caminaba por el pasillo.
Su pelo era castaño y sus ojos eran grises azulado, su piel era blanca pero no demasiado pálida. Estaba con una camiseta deportiva con un estampado de una banda, que sabía que era conocida pero no sabía su nombre, una camisa a cuadros verde con azul y finalmente unos jeans y converse negros gastados.

Todo el avión lo veía confundido, ¿Cuál era la importancia de este chico? Nadie lo sabía.

Pasó por el pasillo de primera fila y estoy casi segura que todos pensábamos que el muchacho se sentaría en uno de esos, pero siguió de largo hasta detenerse cerca al mío.
Al principio se me hizo verlo un poco nervioso ante todas las miradas sobre él, pero de un momento a otro su expresión cambió. Ahora con una actitud muy confiada me tendió una mano, estuve varios segundos pensando si debía responderle el saludo, pero justo antes de que lo haga quitó la mano lentamente y me dijo:

-Soy Liam, mucho gusto- Yo en este momento no entendía lo que estaba pasando. ¿Quién se creía el para llegar tarde, y aparte hacerse el galán? Lo único que hice, fue asentir con la cabeza, y me arrime a la ventana del avión.

Todo el avión volvió a la normalidad, después de que el chico tomó asiento. Su puesto era junto a la señora sentada junto a mi, la cual a pesar de todo el relajo seguía durmiendo.

El chico sin importancia de qué todo el proceso de despegue haya parado solo por él, se recostó en su asiento, como si eso le pasara todos los días.

Justo antes de que el avión despegará, el chico viró la cara, observándome, y al sentir su presencia yo hice lo mismo.

Él habló bajo, casi solo moviendo sus labios, sin embargo fue lo suficientemente alto para entender lo que me decía.

El susurró.

Aún no me has dicho tu nombre...

El Secreto del Rebelde [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora