4. El peligro

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El peligro

(Sean)

Nuestros planes se cumplieron a la perfección unos días después. Marcus se alimentó un poco más de lo habitual y salimos a la calle a primera hora de la mañana, tras mi acicalamiento matutino.

Lo más conveniente fue coger un taxi que nos dejara lo más cerca posible del distrito este. Así Marcus sólo tendría que enfrentarse al conductor, en lugar de a gran parte de la población con la que nos cruzaríamos en el caso de ir a pie; puesto que a esas horas, marchaban en tropel a sus respectivos trabajos. Por fortuna, el haber bebido más de mi sangre, le hacía parecer tranquilo en ese aspecto. Mirando la ciudad a través de la ventana trasera del vehículo de llamativo color verde irlandés. Yo le contemplaba a él, preocupado. Me decía a mi mismo hasta la saciedad que estaba bien, pero era consciente de que se devanaba los sesos intentando pensar en el que le había metido en esta situación. En la persona sin rostro que había encargado que estuviese muerto.

En silencio nos apeamos y pagué al taxista, que desapareció a los pocos segundos, haciendo chirriar los neumáticos sobre el asfalto por la prisa.

Un par de calles más a pie y el fuerte olor del opio mezclado con incienso me indicó que habíamos llegado. Las Cloacas. Un conglomerado de edificios disparejos llenos de gente sin hogar, traficantes, prostitutas y monstruos como Marcus y yo. Callejuelas laberínticas con negocios extraños y variados. Sucios, pero baratos. Tan pronto había calma, como estallaba en gritos. Eso eran ni más ni menos que los bajos fondos en todo su esplendor.

Marcus me seguía sin decir una palabra. Observando todo con creciente interés a pesar de lo peligroso que se veía todo. Aunque no podía culparle. Ser lo que era le había inyectado el valor que quizás antes no tenía y dudaba mucho que hubiera pisado ese lugar antes.

A pesar de las tempranas horas, las calles estaban llenas de gente. Muchos eran vagabundos con perros flacos por mascotas que paseaban sin correa; o borrachos tambaleantes. Un intenso aroma a sándalo me hizo estornudar cuando pasamos junto a uno de los puestos. Y me percaté de la oscuridad que había en todas partes por culpa de los raídos toldos de colores desgastados que nos daban la bienvenida y cubrían el cielo sobre nuestras cabezas.

Era una ventaja el que, a pesar de tener mi forma humana, la visión nictálope sí la mantuviera. Lo cual me permitía ver con nitidez aún en las condiciones más sombrías.

La mayoría de los dependientes estaban demasiado drogados y aturdidos como para salir de las trastiendas, abiertas al público. Algunos clientes negociaban en susurros con los vendedores, regateando por relojes de imitación o gafas de sol y bolsos.

Una mujer de cabellos anaranjados cogió la mano de Marcus, e intentó leerle la palma cuando cruzamos una esquina. Era insistente y el vampiro no pudo sino ser amable y dejarse hacer, incómodo.

–Te espera un futuro de mucho dolor –dijo la mujer. Sus ojos eran afables y de color miel, pero las arrugas y el exceso de maquillaje no mentían. Se trataba de alguien que había visto muchas cosas, y por casi todas había padecido–. Grandes pérdidas marcaran tú vida de ahora en adelante.

–Justo lo que queríamos escuchar –dije yo intentando que la mujer soltara a Marcus, pero ella me sujetó por la muñeca y me miró a los ojos.

–Tú sufrirás también. Te has adentrado en un camino espinoso. Pagarás las consecuencias de tus actos.

–Ya las pagué hace tiempo –espeté. Saqué un billete doblado del bolsillo de mi pantalón sin importarme su valor, y prácticamente se lo tiré en la cara para que nos dejara en paz. La mujer dejó que cayera al suelo, ignorándolo por completo y apretó su agarre sobre mi muñeca.

Colmillos de Plata (Slash//Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora